"(...) El nacionalismo catalán suele apelar a un sentimiento que el
resto de España “no puede comprender”. A su juicio, ¿qué papel deben de
tener los sentimientos en la esfera política?
Los
sentimientos forman parte de la condición humana, y la política la
hacemos los humanos. Más que bueno o malo, ignorarlos es simplemente
inútil. Otra cosa es instrumentalizarlos, exacerbarlos o manipularlos al
servicio de un proyecto de poder.
Hoy lo primero que se exige a un
líder político es que ilusione a la gente. Forma parte de la
infantilización colectiva, que es un signo de nuestro tiempo: no
queremos dirigentes responsables, sino contadores de fábulas. Hay una
gran demanda de cuentos en esta sociedad.
Torra ha llamado
“bestias taradas” a los catalanes castellanoparlantes, Pujol se refirió
al andaluz como un “hombre destruido” y Junqueras habló de diferencias
genéticas entre catalanes y el resto de españoles. ¿Qué relación existe
entre nacionalismo y xenofobia?
De alguna forma, los
ejemplos que cita en la pregunta ya contienen la respuesta. El
nacionalismo es la antesala de la xenofobia. La nacionalidad es un
hecho; el nacionalismo, una ideología. Y por definición, es beligerante.
Cuando el hecho de haber nacido en un lugar se convierte en el eje de
tu visión del mundo y de tu posición política, es inevitable terminar
enfrentando tu identidad nacional a las demás.
El nacionalismo siempre
necesita un enemigo, alguien contra el que afirmarse. Lo característico
del nacionalismo catalán es que su xenofobia se expresa específicamente
como hispanofobia. Aunque hay textos estremecedoramente racistas y
supremacistas como los de Heribert Barrera, mentor político de
Junqueras.
Según un estudio reciente, el 98,5% de los
centros escolares catalanes veta el uso del castellano en pasillos,
patio y comedor. ¿Qué opinión le merece el sistema de inmersión
lingüística que se aplica en Cataluña?
Muestra el
propósito sostenido de acabar, desde el poder político, con el hecho de
que la sociedad catalana es histórica y culturalmente bilingüe. La
propia expresión, “inmersión lingüística”, me parece terrible en su
literalidad.
En el fondo, es la versión invertida de lo que intentó
hacer Franco. El lenguaje es una de las dos o tres cosas sustanciales
que nos distinguen de otras especies zoológicas. Usarlo en un proyecto
de homogeneización cultural me parece aberrante y peligroso.
Pero
en esto también han tenido mucha responsabilidad los sucesivos gobiernos
españoles. Como dijo Rubalcaba, España aceptó irse de Cataluña antes de
que Cataluña se planteara seriamente irse de España. Ahora pagamos las
consecuencias. (...)" (Óscar Benítez, El Catalán.es, 17/06/19)
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