3/6/19

Director de e-notícies: Mis peores presagios se han cumplido: la burguesía catalana ha muerto. Ya no existe como clase dirigente... Catalunya, apaga y vámonos...

"Mis peores presagios se han cumplido: la burguesía catalana ha muerto. Ya no existe como clase dirigente. ¿Ya no quedan burgueses de la talla de Pere Duran Farell o de Manuel Ortínez?

O los que retrataban Vicens Vives y Montserrat Llorens en su libro Industriales y políticos. Los del siglo XIX: Josep Xifré, Joan Güell, Manuel Girona, Evarist Arnús, etc. Quizá tenía razón Josep Piqué cuando escribió un día, en un artículo memorable, que el último burgués había sido José Manuel Lara. Paradójicamente ayer le homenajeaban en Sitges.

Porque el president Quim Torra fue ayer a las jornadas del Círculo de Economía -para más inri la XXXV edición- y les soltó un míting político. Eso sí, remarcó al menos en tres ocasiones que procedía de la empresa privada: la aseguradora Winterthur. Aquella compañía que, bajo la presidencia de José Cercós, fue engullida por la matriz suiza tras varios ejercicios de apabullantes pérdidas.
Por eso, quizá no airearlo tanto en el currículum. Al fin y al cabo, Torra era el asesor jurídico.

Pero, como les decía, el president no se anduvo con rodeos. Yo ya me quedé de piedra cuando, nada más empezar, manifestó que "vivimos en un estado de excepción”. Al menos en esta ocasión no habló de “crisis humanitaria”. Como el día de su investidura en el Parlament. Lo repitió luego en el TN mediodía de TV3 sin que los presentadores -Carles Pats y Raquel Sans- pestañearán lo más mínimo.
Pero juro que en el trayecto hasta Sitges no vi tanquetas por las calles ni controles policiales o militares excepto la habitual pareja de mossos que monta guardia en estos casos delante del edificio.

Luego no se salió del guión: "la ignominiosa aplicación del artículo 155”, “presos políticos”, “deriva represiva”, “juicio político”. Hasta temí que alguno de la sala se levantara y le dijera que no cuando afirmó que estaba seguro de que nadie quería ver a los “compañeros” en la cárcel en alusión a los que están siendo juzgados ahora en el Supremo.

Eso sí, le pillé dos posverdades: una cuando aseguró que el soberanismo había salido reforzado de las elecciones municipales y que era “más fuerte que nunca”. Hasta dio una cifra: "más del 80% de los municipios catalanes tendrán un alcalde a favor de la independencia”.

Pero, president, no haga trampas: usted sabe perfectamente que la mayoría son municipios pequeños. El área metropolitana ha vuelto a teñirse de rojo, que es el color del PSC. Y en Barcelona, los concejales independentistas han pasado de 18 a 15. Su partido, JxCat, ha pasado de los diez de Xavier Trias a los cinco de Elsa Artadi. No ha servido ni poner a Quim Forn -en prisión preventiva- de cabeza de cartel. 

Otras dos opciones claramente independentistas -la CUP y Jordi Graupera- ni siquiera han entrado en el consistorio. Por otra parte, los antisistema han bajado felizmente en la mayoría de localidades donde tenían representación.

Y ustedes -sí, ustedes- planteaban la batalla de Barcelona como la siguiente victoria en la marcha presuntamente imparable hacia la independencia. En la capital catalana hay 15 concejales indepes -ERC y JxCat-, 16 no indepes (PSC, Ciudadanos y PP) y 10 que no se sabe que son (Colau). Aunque los Comunes -excepto Jaume Asens y alguno más- pueden estar a favor del derecho a decicir pero no necesariamente de la independencia.

Ya lo dijo usted antes de las elecciones: “Barcelona ha abdicado, Girona ha asumido la capitalidad del país”. No les gusta el cap i casal. Qué desprecio hacia los barceloneses aunque, por cierto, Marta Madrenas no lo tiene tan claro. La CUP ya ha dicho que no.

La otra es cuando dijo que “el 80% de la ciudadanía catalana” quiere un referéndum para decidir “el futuro del país” porque es una de las principales posverdades del proceso. ¿Saben de dónde sale la cifra? ¡De una encuesta de La Vanguardia de septiembre 2012! A la que se añadió otra de Rac1 de octubre del mismo año. Y luego otras más recientes del Ara o del CEO.

No te fíes de las encuestas. Ya lo dijo Miquel Iceta hace un montón de años en un off the record en la antigua sede del PSC en la calle Nicaragua. Me acuerdo como si fuese hoy: “las encuestas no sirven para detectar la opinión sino para crearla”. Porque con los números en la mano: el independentismo no ha superado el 47% de los votos. Y no en una sino en dos elecciones al Parlament consecutivas: las del 2015 y las del 2017.

En las elecciones europeas ha llegado al 50% pero a costa de dejar su partido para el arrastre. JxCat ha desaparecido prácticamente de toda el área metropolitana. En l’Hospitalet -ciudad de la exconsejera Borràs- no han ni salido.

En fin, Torra echó la culpa al Estado -aquí con la colaboración del Colegio de Economistas- en dos temas más. Dijo que la marcha de empresas -3.500 según cifras asumidas por la propia Generalitat- fue debido a "las presiones de las instituciones del Estado". También “la retirada de depósitos de las entidades financieras". 

President, ¿cuántas de las grandes empresas catalanas han vuelto? ¿La Caixa? ¿BancSabadell? ¿Naturgy? -si todavía se la puede considerar catalana-, ¿Planeta?. Porque lo grave no es que se fueran -que ya es grave- sino que no vuelvan. ¡Pero cómo van a volver teniendo dos presidentes: uno en Palau y otro en Waterloo!. ¡Qué imagen damos al mundo!. La economía, para funcionar, exige estabilidad política y seguridad jurídica. No estar todo el día dando la tabarra.

Quim Torra sufrió también un lapsus de memoria como cuando recordó con entusiamo el informe de un grupo de expertos de la ONU pero obvió en cambio la decisión del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.

Solo remarcar que uno es un dictamen de un comité de expertos -supongo que favorables al proceso- y con muy poco respeto por la separación de poderes en España. El otro es una sentencia judicial. Tomada además por unanimidad de todos los jueces. Se empeñó igualmente en poner al Estado español a la altura del betún. Acusó a España estar por debajo de los "estándares democráticos" e insistió que Dinamarca es "el modelo que queremos para nuestro país".

Y eso que, en España, cuando el gobierno de turno no puede aprobar los Presupuestos dimite y convoca elecciones. En este caso gracias a los independentistas. En Catalunya, se mantiene en el poder como si no pasara nada. 

Luego, el presidente todavía tuvo tiempo de decir que la Generalitat "gestiona con rigor" -a mí me vino a la cabeza que Mas dejó una deuda de 70.000 millones- , que “estamos construyendo una sociedad moderna” -será con funcionarios de su cuerda vistos los aplausos y los lazos amarillos en edificios oficiales- y que Catalunya es "una sociedad cohesionada" a pesar de que ya se han dado algunos tortazos entre indepes y no indepes. 

Torra mecionó en un par de veces una de mis obras de cabecera: ¿Por qué fracasan los países? de los profesores del MIT y de Harvard Daron Acemoglu y James A. Robinson. Pero siempre se ve la paja en el ojo ajeno porque acto seguido pregonó que “la defensa de unas instituciones democráticas de calidad, un sistema de justicia despolitzado y una diplomacia al servicio de todos los ciudadanos”. Lo dice alguien que pone las instituciones al servicio sólo de sus votantes y confunde sistemáticamente una parte con el todo.

Por lo que respecta a la politización de la justicia debió referirse al segundo tercer grado de facto concedido a Oriol Pujol -en contra del criterio del juez de vigilancia penitencaria- o porque él mismo se salta la separación de poderes al pedir insistentmente la libertad de los que están siendo juzgados en el Supremo incluso antes de que haya sentencia.

Torra solo estuvo bien cuando citó el libro de George Steiner Una idea de Europa -yo también les recomiendo: son 88 páginas- y las alusiones a Santiago Rusiñol y el Palau Maricel porque ahí le salió la vena de escritor. El resto fue paja, disonancia cognitiva o jeta directamente. Viven en su mundo. Han creado una realidad paralela con la contribución de TV3.

Al final acabó pidiendo a los empresarios presentes que remaran a favor de un referéndum para “dar la palabra a la ciudadanía”. Ahí a mí me pareció detectar entonces entre el respetable público algún carraspeo, alguna tos, alguna mueca de impaciencia.

Los aplausos fueron de cortesía excepto el de Antoni Abad, que lo tenía detrás mío. Pero si al presidente de la Cecot no lo han hecho consejero de Empresa ahora a pesar de los servicios prestados mejor que se olvide: no lo será nunca.

En fin, a lo que íbamos -y perdonen la extensión- tras más de una hora de míting solo hubo dos preguntas críticas: una remarcó que se había olvidado de la sentencia del Tribunal de Estrasbugo, la otra sobre la nueva presidencia de la Cambra de Barcelona. En la primera reconoció el lapsus pero le restó importancia. En la segunda felictó a los vencedores.

Es cierto que, en el discurso previo, el presidente de la entidad, Juan José Bruguera, ya había advertido que “la pérdida de poder económico comienza a evidenciarse” y pidió una “salida del conflicto” por la vía del “diálogo y la negociación”. "Nos negamos a pensar que la única perspectiva que hay por delante es el deterioro de la convivencia cívica, la polarización política y la desconfianza empresarial", insistió.

Pero a Torra, ni que decirlo, le entró por una oreja y le salió por la otra porque en un texto que llevaba escrito -y del que no se separó lo más mínimo- afirmó que la economía catalana "ha superado todas las previsiones catastrofistas anunciadas" y tiene unos "fundamentos sólidos, robustos, profundos". Aquí creo que volvió a hacer una alusión a Winterthur. Ahórresela el año próximo presidente si todavía está en el cargo: en la edición del año pasado ya abusó de la metáfora. 

De eso me quejo: solo dos preguntas críticas. Es cierto que el formato no ayuda: la escribes en un papel con tu nombre y una azafata -hombre o mujer, no se asusten- se la lleva al presidente. Éste agrupa las preguntas y se las plantea al orador.

Quizá hubiera sido excesivo lanzarle un zapato como hicieron con Bush en Irak en el 2008. O incluso unas monedas. Pero la burguesía catalana ha muerto. De hecho, la otrora influyente clase social solo ha sido capaz de generar últimamente tres presidentes de la Generalitat tan mediocres como Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. Catalunya no solo tiene un problema de declive económico sino sobre todo de liderazgo político.

Apaga y vámonos."                  (Xavier Rius, director de e-notícies, 31/05/19)

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