8/4/19

Burgaya, ex-concejal del PSC en Vic: el procés es el producto de la agitación de unas clases medias de “4x4” que se sentían amenazadas por la posibilidad de caer en el “precariado”... es el asalto al poder de unas clases medias que creen que la creación de una República catalana y todas las estructuras de estado que conllevaría, les proporciona inmensas posibilidades de ocupación, defensa de sus intereses y de ocupación de una posición hegemónica

"Josep Burgaya (Les Masies de Voltregà, 1960) es convincente. Remata la idea, y no esquiva la pregunta. Es doctor en Historia Contemporánea por la UAB, y premio Joan Fuster de 2013 con el ensayo Economia de l’absurd. Quan comprar més barat contribueix a quedar-se sense feina. Profesor titular en la Uvic-Ucc, acaba de publicar La política, malgrat tot, de consumidors a ciutadans, una obra en la que señala la impotencia de los gobiernos para reordenar la globalización. Burgaya relaciona esos fenómenos globales con la situación en Cataluña. Fue concejal por el PSC en Vic, en la primera década de 2000. 

Y mantiene que el procés es el producto de la agitación de unas clases medias de “4x4” que se sentían amenazadas por la posibilidad de caer en el “precariado”. Tiene claro que el independentismo presenta un cariz reaccionario, y no duda en asegurar que el independentismo catalán “comparte ideario con Bolsonaro”. Sabe que escuchar eso en algunos círculos provoca un gran rechazo, pero insiste en que el movimiento no se puede considerar como un producto de la democracia. Al contrario. (...)

El elector ha comprendido que, en el momento electoral, su voto es un pequeño capital con el que especular y en muchas ocasiones un arma arrojadiza para provocar un enorme estrés en el sistema político --Trump, Bolsonaro, Vox, Salvini…--. En todo caso, la “oferta” política, también resulta un producto bastante fiel de una sociedad desnortada e infantilizada.

--En Cataluña se ha establecido una máxima, por parte del independentismo, con un cierto éxito. Si el estado-nación está en peligro, porque no satisface las nuevas demandas sociales, por qué no intentarlo con entidades nacionales más pequeñas, que se pueden manejar mejor en la globalización, como Dinamarca o Suecia. ¿Eso es un autoengaño?

--Bueno, todo lo que rodea el digamos proyecto independentista catalán resulta un engaño de proporciones bíblicas, dónde el autoengaño de una parte de los fieles seguidores practica dosis muy resistentes a la realidad de autoengaño. Hay un argumentario de refugio en el Estado-Nación teóricamente fuertemente identiTario y cohesionado. Pero la realidad es bastante más prosaica.

 Aquí no hay un proyecto político razonable --que implicaría el uso de la racionalidad--, sino el asalto al poder de unas clases medias que creen que la creación de una República catalana y todas las estructuras de estado que conllevaría, les proporciona inmensas posibilidades de ocupación, defensa de sus intereses y de ocupación de una posición hegemónica.

 Es la revuelta de los 4x4, hasta hace poco gente bastante despolitizada y poco más allá del catalanismo pujolista, que se han venido arriba ante el propagandeo sin par a que se han visto sometidos y por sus temores a caer en el estado del precariado. (...)

Se confunde algún apoyo internacional más bien poco significativo con lo que en realidad son intentos de Rusia o de China de debilitar la Unión Europea. Más allá de ello la “causa catalana” resulta una entelequia que no interesa a casi nadie en el mundo y se lee, acertadamente, como un movimiento disfuncional y con tintes reaccionarios. Y, de hecho, hay similitudes con otros movimientos. El independentismo y Bolsonaro comparten ideario. Eso es así.

--¿En qué medida Cataluña ha podido crecer por su inserción en el estatus jurídico de España?

--No se pueden hacer análisis contrafactuales. Cataluña se ha desarrollado en la medida que ha formado parte de España. Que hubiera sucedido con otra dinámica histórica que la hubiera dejado al margen de la corona española, no lo sabemos.

 La industrialización catalana, que es la base de su diferencia, tiene todas las características de haberse desarrollado en el marco español: dimensión del mercado, acceso a materias primas, reserva de mano de obra…

 Ciertamente han adolecido los sectores dominantes en Cataluña de un disfrute de cuota de poder político en el Estado menor de la que les correspondía por su dinamismo económico, pero esto lo que pone en evidencia es justamente la debilidad histórica de las élites catalanas y sus estrategias erróneas. Ciertamente el proceso de conformación del Estado-Nación “España” fue incompleto en la medida que era difícil interesar al conjunto desde intereses, en el siglo XIX, fundamentalmente agrarios.

--¿Podría por sí sola Cataluña avanzar sin España, y fuera de la Unión Europea?

--Es un planteamientoficcional que a menudo hacen los independentistas, comparando Cataluña con Dinamarca u Holanda. En abstracto, resulta evidente que tendría viabilidad económica y política. Pero lo significativo no resulta la abstracción, sino los costes de transición, que serían enormes en lo económico, social y política. Este es el tema central del que se huye de cualquier razonamiento serio. 

¿Qué sentido tiene todo ello? Las fronteras europeas solamente se modifican después de grandes guerras o bien por el derrumbe del sistema soviético. Pero más allá de la imposibilidad fáctica, la pregunta es ¿qué necesidad hay de ello? ¿A quién le interesa y le conviene? Soltar lastre de territorios con niveles de renta inferiores no tiene nada que ver con la construcción de un mundo más justo, sino con el egoísmo.

--¿Hay dos Cataluñas, desde el punto de vista económico, que se traduce en dos visiones políticas? ¿Una Cataluña que vive por su dinamismo interno, y que podría tener su icono en la empresa Bon Preu, y otra Cataluña que depende de la exportación de bienes y servicios a mercados mundiales?

--Este es un país donde hace décadas no se practica ningún liderazgo ni estrategia económica a largo plazo. Hace tiempo la política fue suspendida en pro de la agitación patriótica. Dependemos en demasía del turismo y aún de la construcción, mientras que el aumento de las exportaciones no refleja un aumento significativo de nuestra competitividad, sino más bien la incorporación de relaciones laborales de tipo asiático en algunos sectores y actividades.

 Ciertamente hay sectores innovadores y punteros, pero lo que dedicamos a I+D+i no permite hablar de que exista en el país una estrategia económica y de desarrollo. (...)

--¿Cómo se mide o qué repercusiones tiene para la economía catalana una parálisis de la administración de la Generalitat? ¿Se depende de ese peso de la economía pública?

--Las repercusiones de la parálisis política, y de la falta de confianza y de la fractura social, resultan ingentes por más que el propagandismo oficial se esfuerce en querer convencernos de lo contrario. El mayor precio a pagar será en diferido y no ha llegado todavía. No hay estrategia de futuro, ningún plan, como sÍ sucede en el País Vasco o en Alemania, por ejemplo.

--Una de las repercusiones del proceso independentista, según sus propios protagonistas, es que ha llevado Cataluña a posiciones de izquierda, con actitudes casi antisistema. ¿Lo comparte?

--​El independentismo catalán se alinea, básicamente, con los populismos de derechas, aunque jamás lo reconocerán. La CUP ha resultado poco más que una excusa para la deriva de la antigua Convergència hacia el independentismo, para mantener su hegemonía política y social. ERC puede devenir dominante dentro del procés, pero no se encuadra en un discurso de izquierdas de tipo socialdemócrata. Sus dirigentes actuales son más de seminario que los mismos convergentes.

 Lo que pasa en Cataluña tiene más que ver con las pulsiones, formas y planteamientos del populismo europeo de derechas, de carácter regresivo, que no con cualquier planteamiento de transformación social. Artur Mas no hizo su mudanza al independentismo para promover la revolución social.

--Siguiendo con la tesis del libro, ¿ha hecho política el independentismo? ¿Ha aportado algún proyecto de modernización o de superación del modelo que usted dice de “consumidores”?

--El independentismo ni hace ni hará política en el sentido profundo. Su batalla es la emocionalidad, y su puesta en escena consiste en performances y en el uso y abuso del lenguaje. A pesar de su apelación a la sociedad, esto es algo puramente discursivo. El reempoderamiento requiere de propuestas, de información veraz y de debate serio. No es ni lo que buscan ni lo que plantean.

--¿Es el independentismo, en función del territorio en el que se ha mostrado con mayor potencia, una reacción frente a la globalización, de carácter defensivo o es un paso adelante para buscar de cara ese proceso global?

--​Sí, evidentemente es una pulsión defensiva ante la globalización. Siempre el nacionalismo fue una trinchera frente a los cambios y una regresión hacia “la casa del padre”. Pero en realidad sus dirigentes, igual que Trump, no creo que aspiren a políticas económicas proteccionistas. El discurso identitario, de “primero los de casa”, no deja de ser un argumentario de batalla para mantener determinadas hegemonías sociales. (...)"               

 (Entrevista a Josep Burgaya, ex-concejar del PSC de Vic, Manel Manchón, Crónica Global, 31/03/19)

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