"Josep Burgaya (Les Masies de Voltregà,
1960) es convincente. Remata la idea, y no esquiva la pregunta. Es
doctor en Historia Contemporánea por la UAB, y premio Joan Fuster de
2013 con el ensayo Economia de l’absurd. Quan comprar més barat contribueix a quedar-se sense feina. Profesor titular en la Uvic-Ucc, acaba de publicar La política, malgrat tot, de consumidors a ciutadans,
una obra en la que señala la impotencia de los gobiernos para reordenar
la globalización. Burgaya relaciona esos fenómenos globales con la
situación en Cataluña. Fue concejal por el PSC en Vic, en la primera década de 2000.
Y mantiene que el procés
es el producto de la agitación de unas clases medias de “4x4” que se
sentían amenazadas por la posibilidad de caer en el “precariado”. Tiene
claro que el independentismo presenta un cariz reaccionario, y no duda
en asegurar que el independentismo catalán “comparte ideario con
Bolsonaro”. Sabe que escuchar eso en algunos círculos provoca un gran
rechazo, pero insiste en que el movimiento no se puede considerar como
un producto de la democracia. Al contrario. (...)
El elector ha comprendido que, en el momento
electoral, su voto es un pequeño capital con el que especular y en
muchas ocasiones un arma arrojadiza para provocar un enorme estrés en el
sistema político --Trump, Bolsonaro, Vox, Salvini…--. En todo caso, la “oferta” política, también resulta un producto bastante fiel de una sociedad desnortada e infantilizada.
--En Cataluña se ha
establecido una máxima, por parte del independentismo, con un cierto
éxito. Si el estado-nación está en peligro, porque no satisface las
nuevas demandas sociales, por qué no intentarlo con entidades nacionales
más pequeñas, que se pueden manejar mejor en la globalización, como
Dinamarca o Suecia. ¿Eso es un autoengaño?
--Bueno, todo lo que rodea el digamos proyecto
independentista catalán resulta un engaño de proporciones bíblicas,
dónde el autoengaño de una parte de los fieles seguidores practica dosis
muy resistentes a la realidad de autoengaño. Hay un argumentario de
refugio en el Estado-Nación teóricamente fuertemente identiTario y
cohesionado. Pero la realidad es bastante más prosaica.
Aquí no hay un
proyecto político razonable --que implicaría el uso de la
racionalidad--, sino el asalto al poder de unas clases medias
que creen que la creación de una República catalana y todas las
estructuras de estado que conllevaría, les proporciona inmensas
posibilidades de ocupación, defensa de sus intereses y de ocupación de
una posición hegemónica.
Es la revuelta de los 4x4,
hasta hace poco gente bastante despolitizada y poco más allá del
catalanismo pujolista, que se han venido arriba ante el propagandeo sin
par a que se han visto sometidos y por sus temores a caer en el estado
del precariado. (...)
Se confunde algún apoyo internacional más bien poco significativo con lo que en realidad son intentos de Rusia o de China
de debilitar la Unión Europea. Más allá de ello la “causa catalana”
resulta una entelequia que no interesa a casi nadie en el mundo y se
lee, acertadamente, como un movimiento disfuncional y con tintes
reaccionarios. Y, de hecho, hay similitudes con otros movimientos. El
independentismo y Bolsonaro comparten ideario. Eso es así.
--¿En qué medida Cataluña ha podido crecer por su inserción en el estatus jurídico de España?
--No se pueden hacer
análisis contrafactuales. Cataluña se ha desarrollado en la medida que
ha formado parte de España. Que hubiera sucedido con otra dinámica
histórica que la hubiera dejado al margen de la corona española, no lo
sabemos.
La industrialización catalana, que es la base de su diferencia,
tiene todas las características de haberse desarrollado en el marco
español: dimensión del mercado, acceso a materias primas, reserva de
mano de obra…
Ciertamente han adolecido los sectores dominantes en
Cataluña de un disfrute de cuota de poder político en el Estado menor de
la que les correspondía por su dinamismo económico, pero esto lo que
pone en evidencia es justamente la debilidad histórica de las élites
catalanas y sus estrategias erróneas. Ciertamente el proceso de
conformación del Estado-Nación “España” fue incompleto en la medida que era difícil interesar al conjunto desde intereses, en el siglo XIX, fundamentalmente agrarios.
--¿Podría por sí sola Cataluña avanzar sin España, y fuera de la Unión Europea?
--Es un planteamientoficcional que a menudo hacen los independentistas, comparando Cataluña con Dinamarca u Holanda.
En abstracto, resulta evidente que tendría viabilidad económica y
política. Pero lo significativo no resulta la abstracción, sino los
costes de transición, que serían enormes en lo económico, social y
política. Este es el tema central del que se huye de cualquier
razonamiento serio.
¿Qué sentido tiene todo ello? Las fronteras europeas
solamente se modifican después de grandes guerras o bien por el
derrumbe del sistema soviético. Pero más allá de la imposibilidad
fáctica, la pregunta es ¿qué necesidad hay de ello? ¿A quién le interesa
y le conviene? Soltar lastre de territorios con niveles de renta
inferiores no tiene nada que ver con la construcción de un mundo más
justo, sino con el egoísmo.
--¿Hay dos Cataluñas, desde
el punto de vista económico, que se traduce en dos visiones políticas?
¿Una Cataluña que vive por su dinamismo interno, y que podría tener su
icono en la empresa Bon Preu, y otra Cataluña que depende de la
exportación de bienes y servicios a mercados mundiales?
--Este es un país
donde hace décadas no se practica ningún liderazgo ni estrategia
económica a largo plazo. Hace tiempo la política fue suspendida en pro
de la agitación patriótica. Dependemos en demasía del turismo y aún de
la construcción, mientras que el aumento de las exportaciones no refleja
un aumento significativo de nuestra competitividad, sino más bien la
incorporación de relaciones laborales de tipo asiático en algunos
sectores y actividades.
Ciertamente hay sectores innovadores y punteros,
pero lo que dedicamos a I+D+i no permite hablar de que exista en el
país una estrategia económica y de desarrollo. (...)
--¿Cómo se mide o qué
repercusiones tiene para la economía catalana una parálisis de la
administración de la Generalitat? ¿Se depende de ese peso de la economía
pública?
--Las repercusiones de la parálisis política, y de la
falta de confianza y de la fractura social, resultan ingentes por más
que el propagandismo oficial se esfuerce en querer convencernos de lo
contrario. El mayor precio a pagar será en diferido y no ha llegado
todavía. No hay estrategia de futuro, ningún plan, como sÍ sucede en el
País Vasco o en Alemania, por ejemplo.
--Una de las repercusiones
del proceso independentista, según sus propios protagonistas, es que ha
llevado Cataluña a posiciones de izquierda, con actitudes casi
antisistema. ¿Lo comparte?
--El independentismo catalán se alinea, básicamente, con los populismos de derechas, aunque jamás lo reconocerán.
La CUP ha resultado poco más que una excusa para la deriva de la
antigua Convergència hacia el independentismo, para mantener su
hegemonía política y social. ERC puede devenir dominante dentro del procés,
pero no se encuadra en un discurso de izquierdas de tipo
socialdemócrata. Sus dirigentes actuales son más de seminario que los
mismos convergentes.
Lo que pasa en Cataluña tiene más que ver con las
pulsiones, formas y planteamientos del populismo europeo de derechas, de
carácter regresivo, que no con cualquier planteamiento de
transformación social. Artur Mas no hizo su mudanza al independentismo para promover la revolución social.
--Siguiendo con la tesis del
libro, ¿ha hecho política el independentismo? ¿Ha aportado algún
proyecto de modernización o de superación del modelo que usted dice de
“consumidores”?
--El independentismo ni hace ni hará política en el
sentido profundo. Su batalla es la emocionalidad, y su puesta en escena
consiste en performances y en el uso y abuso
del lenguaje. A pesar de su apelación a la sociedad, esto es algo
puramente discursivo. El reempoderamiento requiere de propuestas, de
información veraz y de debate serio. No es ni lo que buscan ni lo que
plantean.
--¿Es el independentismo, en
función del territorio en el que se ha mostrado con mayor potencia, una
reacción frente a la globalización, de carácter defensivo o es un paso
adelante para buscar de cara ese proceso global?
--Sí, evidentemente es una pulsión defensiva ante la
globalización. Siempre el nacionalismo fue una trinchera frente a los
cambios y una regresión hacia “la casa del padre”. Pero en realidad sus
dirigentes, igual que Trump, no creo
que aspiren a políticas económicas proteccionistas. El discurso
identitario, de “primero los de casa”, no deja de ser un argumentario de
batalla para mantener determinadas hegemonías sociales. (...)"
(Entrevista a Josep Burgaya, ex-concejar del PSC de Vic, Manel Manchón, Crónica Global, 31/03/19)
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