"(...) --¿Lo que está en juego en buena parte de Europa y también en
Estados Unidos es una vulneración de los principios de Kelsen en
beneficio de un populismo que juega con los principios de Schmitt, sin
saber muy bien qué busca?
--Si entendemos que el modelo kelseniano de democracia
constitucional es, al fin y al cabo, una determinada forma de mezclar y
fusionar la libertad y la igualdad, desde luego que los actuales
nacional-populismos parten de consideraciones completamente opuestas a
las del profesor de Viena.
Los populismos han hecho, me parece
importante decirlo, una lectura poco seria de Schmitt:
nuestro libro, precisamente, trata de aplicar una perspectiva analítica,
no política o ideológica. Nadie niega que haya conflictos gravísimos a
los que tenemos que dar solución, pero claro, eso no significa que la
política tenga que regirse por la lógica amigo-enemigo, algo que resulta
letal para cualquier intento de construcción de la ciudad política. Venezuela me parece un buen ejemplo de lo que digo.
--Porque, ¿qué respuesta se da cuando el independentismo
apela a Hannah Arendt cuando sostiene que quien confunde democracia con
la ley abre las puertas del totalitarismo?
--Hombre, en estos tiempos está muy de moda coger tal o cual autor y aplicarlo a cualquier ocurrencia: si se descuida, Marx aparece
como redentor del mismo carlismo y las instituciones del Antiguo
Régimen. Eso es consecuencia de la regresión académica que están
sufriendo la inteligencia universitaria en España, muy volcada en el
activismo político. Pero cada autor forma parte de una tradición, nos
guste más o menos.
Arendt, me parece, es una autora
compleja cuyo pensamiento no encaja precisamente con la idea escolástica
y comunitarista de los nacionalismos. El debate sobre si Alemania se
suicidó democráticamente en 1933 --que es lo que está en juego en los
estudios de Arendt-- y si la legalidad nazi encaja en la teoría pura del
derecho de Kelsen, es uno de los episodios más vergonzosos de la
historia de la universidad alemana.
Una universidad todavía
profundamente antisemita, donde la recuperación del iusnaturalismo
después de la II Guerra Mundial, trajo como propina la idea infundada
--por decirlo generosamente-- de que Kelsen y sus discípulos propiciaron la llegada de Hitler con su positivismo.
--¿Es imposible entusiasmarse con Kelsen, crear vínculos
emotivos con una defensa de la Constitución, apelando a la racionalidad
más absoluta? ¿Ese es el gran problema, que sí ha funcionado,
precisamente, en países como Alemania, con el patriotismo constitucional
que patrocinó Habermas?
El patriotismo constitucional lo recupera Habermas de Sternberger (discípulo
de Kaspers) para, en cierta forma, legitimar la reunificación de las
dos Alemanias, dos naciones ya distintas que a comienzos de la década de
1990 hacen uso del derecho de autodeterminación en plena contienda
yugoslava.
Los socios comunitarios no vieron lo que se les venía encima
con aquella operación, en particular España. Pero soy poco partidario de
trasladar categorías alemanas a otros modelos como el español,
básicamente porque la idea de democracia militante se comprende --me
parece-- casi exclusivamente a partir de la experiencia totalitaria
nazi. Obviamente, ningún país puede organizarse solo a través de
vínculos racionales y legales.
Weiler, que estuvo el otro día en Barcelona traído por el Club Tocqueville,
recuerda que la Unión Europea es un sistema destinado a limitar
(civilización) los inevitables impulsos emocionales (eros) de las
naciones que lo conforman. No creo que en Europa, en España y en
particular, en Cataluña, podamos eludir este imperativo histórico.
--Una de las soluciones ¿es fomentar que una parte del
independentismo deje el proyecto, con la propuesta de una mejora del
Estatut, con el blindaje de competencias, como propuso el Círculo de
Economía?
--Me parece que eso es jugar con una bola de cristal y pensar que
algunas decisiones pueden tener efectos sobre los votantes. El problema
del independentismo es generacional. Se trata de recomponer, más bien,
el pacto entre catalanes.
En caso contrario, el que va a salir ganando
de todo este conflicto será quien lo ha propiciado. Sería como decir:
"Hemos montado un gran lío, con dimensiones internacionales, con un
peligro para la paz civil, y como premio tenemos competencias
blindadas", que yo no sé qué quiere decir, porque no conozco ningún
Estado constitucional que tenga competencias blindadas.
Todo debe estar
sujeto a las instancias judiciales. Hay otras cosas en juego, como la
mejora de la financiación. Pero esas mejoras deberían ser para todo el
sistema autonómico, que mejore a las comunidades, porque eso revertirá
en el conjunto. Conectarlo con el Estatut, como apunta el Círculo de Economía,
no lo veo. Eso debe ser cosa ya del pasado.
Lo que habría que hacer es
aplicar el que se tiene. A los nacionalistas, como se demuestra en el País Vasco, les va mejor cuando cooperan que en el conflicto.
--Pero en el País Vasco existe el concierto económico, explican los independentistas catalanes
--Bueno, sobre eso se puede debatir. Una cosa como los derechos
históricos, o el concierto, o se acepta cuando se plantea la
Constitución, como principio de una comunidad política, o no se hace.
Porque fue un pacto del pueblo español, no del País Vasco con el Estado.
Fue un acuerdo al que, si llegas inicialmente, es plausible.
Pero con
el proyecto en marcha, se puede entrar en una emulación que lo que
provoca es que pierda el conjunto. En cambio, los vascos deberíamos ser
más solidarios. No debemos aportar un relator, como se ha explicado,
sino acomodar el cupo con la solidaridad. En ese momento los catalanes
también verían mejor la situación. No hacen falta relatores." (Entrevista a Miguel Bárcena, Manel Manchón, Crónica Global, 03/03/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario