"Entran y salen guardias civiles. Agentes, cabos,
sargentos, algún teniente. Estuvieron en Sabadell, en Lérida, en
Manresa, en Igualada, en Valls, lugares más o menos habitados de
Cataluña. Casi todos ellos vivían donde trabajaban, la casa cuartel, que
no debe de ser una cosa ni otra. Varios de ellos llevaban años en el
territorio.
El teniente no solo habla en catalán con acento de Manresa
sino que pronuncia en esa lengua el nombre de las instituciones
autonómicas, a la manera que lo hacen los acusados y algunos de sus
abogados. Como la lengua es un inequívoco signo de identidad el
espectáculo es de una gran belleza.
Ahí está un catalán, e incluso un
catalanufo, relatando cómo a las puertas de su casa la masa nacionalista
los insulta. Hijos de puta, perros, fascistas, es el tono. ¡Y quién los
insulta! Medita el teniente sobre el hecho de que entre los cientos de
vociferantes se encuentren estudiantes que coincidirán al día siguiente
en el Instituto con estudiantes que viven en la casa cuartel.
La meditación la proseguirá en un tono más coloquial
el jefe de puesto del acuartelamiento de Valls. Este hombre sufría sobre
todo por las mujeres y las novias de los guardias civiles. Ya se
infiere que es un condenado machista. Estaban desoladas porque algunos
de los que veían abajo echando el escrache por la boca eran compañeros
de trabajo. Remataba el sargento, sin pizca de ironía: "Y eso, pues no
gusta, no gusta".
En los relatos aparece de vez en cuando un mosso.
La conversación que detalla el teniente con el responsable de la
policía autonómica que se encargaba de asegurar el perímetro de
seguridad en torno del cuartel de Manresa tuvo momentos de gran
pedagogía.
Venía a decirle el mosso que él ya no podía hacer un perímetro más desahogado. Y el teniente le contestaba que la masa, mosso,
ya estaba aporreando la puerta del cuartel. Le añadía luego que habían
colgado una estelada del mástil donde horas antes ondeaba la bandera
española, retirada por precaución. Pero el mosso
mantenía la calma: "Ya la quitarás cuando se marchen".
Este guardia
civil de Manresa me pareció muy fino y delicado. Cuando hubo acabado la
pantomima (si es fino y buen tipo que la llamó performance)
los vociferantes dejaron unas cuantas de esas urnas de cartón piedra
que compraron en la democracia china.
El teniente dijo que llamó a los
de la limpieza del Ayuntamiento para que las retirasen, porque él no
quería fotos de guardias civiles retirando urnas. Una finura en el
mismísimo límite: un punto más y se transparenta. (...)
Las acusaciones hacen venir a los escrachados con el objeto de que el
Tribunal fije el grado de violencia y el delito que corresponda. Las
defensas tratan de rebajar ese grado, reduciéndolo a la mera protesta.
Es una dialéctica natural.
Pero este ir y venir de guardias, sus relatos
y su gesto, tiene un sentido más profundo y desmoralizador. Lo que pasó
en los cuarteles fue lo que pasó en las casas. Obliga a los cuixart y sánchez de la vida a que expliquen de qué modo ejemplar y pacífico se rompió la convivencia civil en Cataluña." (Arcadi Espada, El Mundo, 29/03/19)
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