"Se acercó un hombre de semblante serio y pelo blanco.
“¿Te acuerdas de mí? Me sentaba a tu lado en el pupitre de la clase del
señor Clares”. El señor Clares era el maestro de La Bisbal que preparaba
a los niños de 9 a 12 años. Republicano, como Victòria Vigo, su mujer.
Expedientados, humillados, grandes maestros.
El chico que se sentaba a
mi vera ya está jubilado. Se llama Miguel Guillén y es hijo de Cuevas
Bajas, el pueblo del que proceden la mayor parte de los bisbalenses de
origen andaluz.
Miguel, que reside en Palafrugell, me explicó que
trabajando de albañil (oficial, encargado y finalmente empresario) ha
alzado muchos bloques de pisos en el Empordà. También ha construido con
sus manos muchas casas trabajando los domingos: la de sus padres, la
suya y la de sus hijos, entre otras.
Los litros de sudor que Miguel ha
derramado sobre la tierra ampurdanesa pueden ser igualados; superarlos
es imposible. Habla un catalán muy jugoso, en el que cierto deje andaluz
se mezcla con los arcaísmos ampurdaneses. Mientras nosotros
recordábamos los años de infancia, el alcalde de La Bisbal, Lluís Sais, y
el de Cuevas Bajas, Manuel Lara, festejaban una plaza dedicada a este
pueblo andaluz.
Los discursos de los alcaldes y los de la concejal Maite
Bravo, alma del acto, glosaban la importancia del tejido civil que
fabricaron en La Bisbal los catalanes de origen y los que llegaron entre
los años cincuenta y setenta procedentes de aquel pueblecito malagueño
junto al Genil. Una buen número de ciudadanos de Cuevas Bajas acompañaba
a su alcalde en la visita oficial a La Bisbal y abrazaban a parientes y
amigos de aquel tiempo, ahora catalanes de derecho y sentimiento. Los
alumnos de la Escola de Cobla Conrad Saló tocaron unas sardanas.
También
se bailaron sevillanas. Los ceramistas Joan Raventós y David Rossell
explicaron el sentido del mural que están realizando para decorar esta
plaza, con barro procedente de ambos pueblos. Las tierras de La Bisbal y
Cuevas Bajas uniéndose para refundar la belleza.
Después plantamos un olivo de Cuevas Bajas en el jardín
de la biblioteca y durante la comida de hermandad, la hija de Miguel,
Laura Guillén, la Bicha, y su cuadro de Palafrugell cantaron y bailaron
flamenco puro. Ahora bien, el gran protagonista de la fiesta fue otro
Manuel Lara, tío del actual alcalde de Cuevas y uno de los hombres más
importantes del antifranquismo ampurdanés. Manolo Lara, que ha publicado
libros sobre el heroico periplo de los andaluces de Cuevas en La
Bisbal, ha trabajado obsesivamente para que esta plaza sea el símbolo de
la fusión.
Manolo era el mayor de una familia numerosa sin padre.
Nacido en la posguerra “en una Andalucía donde sólo había torronteras de
hambre, miseria y calamidades”, acompañaba a su madre de noche para
reunir cuatro aceitunas, algo de grano.
Emigró a Alemania, desde donde
pudo pagar las deudas de su madre y ayudar a sus hermanos. Más tarde,
como tantos otros cueveños, recaló en La Bisbal. Conductor de camiones,
llegó muy arriba en su empresa, mientras participaba en la lucha
antifranquista con el PSUC. Toda su vida es un ejemplo de compromiso:
familiar, social, político.
Habla un catalán de acento andaluz y ha sido
el alma del hermanamiento entre los dos pueblos.
Sostiene que la
emigración andaluza tiene un componente político, ya que los familiares
de los rojos y los republicanos, en las zonas rurales andaluzas, eran
sometidos al pacto del hambre y nunca eran contratados como jornaleros.
A pesar de la dureza de su vida no ha cultivado el resentimiento y ha
favorecido siempre el diálogo, la deferencia, la inclusión.
Ahora bien, apenas hubo presencia de catalanes de origen
en la fiesta de la plaza (salvo los concejales, la colla sardanista y
unos militantes de izquierdas). Entre los asistentes, un compañero de
los viejos tiempos cuyo nombre no mencionaré. Trabajador de fábrica ya
jubilado, militante de izquierdas por lealtad a su familia andaluza.
Como tantos luchadores anónimos, trabajó más por la democracia y el
catalanismo en el Empordà que muchos de los que ahora blanden la
estelada.
Hablaba con tristeza. “Volvemos a ser vistos como extraños.
Algunos dicen que somos un obstáculo para la independencia”. Seguramente
es una anécdota poco representativa, pero el solo hecho de que estas
ideas circulen se carga el esfuerzo de fusión por el que tantos hemos
peleado.
Este compañero no abandonará la idea inclusiva de país
por la que luchó. No abrazará la posición antagonista que contribuye a
dividir tanto como la otra. Sólo manifestó tristeza y resignación, ni
siquiera un reproche. No quiere tener que elegir entre los dos barros
que conforman el mural de su vida (al igual que el barro de Cuevas
modela la mía: sin los olores, los acentos y los juegos de aquellos
amigos de niñez, yo sería otro). Los obligan a elegir entre el padre y
la madre, entre uno y otro barro. Callando, eligen.
Quien ha empujado Catalunya en esta dirección ni
conoce el país ni ama a sus gentes. Simplemente cree, como es propio del
nacionalismo, que el país es una finca; y que la finca es suya." (Antoni Puigverd , La Vanguardia, 25/03/19)
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