"(...) ¿Un conflicto político como el
que se vive actualmente en Cataluña no genera, digamos, desequilibrios
psíquicos, personales o colectivos?
Ofrecen algo maravilloso, que es la independencia,
donde todo irá muy bien. Algo que es fácil que la gente se ilusione y se
lo crea. Es decir, que tienen ilusiones, que no es más que ver las
cosas más bonitas de lo que son. En tal sentido, la psicopatología del
“Procés” es que hay muchísima gente que está viendo lo que no hay. Y la
ilusión, más allá del sentido que le damos en nuestra vida cotidiana, es
un signo psiquiátrico.
No es una alucinación (aunque es posible que
algunos las tengan), pero sí que puede interpretarse como un trastorno
que, sin duda, generará mucha frustración cuando las cosas no vayan por
donde se había dicho. También genera fobias, que es una reacción
exagerada a algo que es normal.
¿Podría tener alguna calificación específica esta “psicotización” social que nos invade?
Se podría analizar con detalle todo esto, que nosotros
estamos haciendo de forma coloquial e improvisada. De todas formas, no
se puede deducir de la realización de determinados actos que alguien
esté mal de la cabeza.
Hay personas muy malas, y hay personas muy buenas
que no tienen ningún diagnóstico psiquiátrico. Es que, simplemente, son
malas o son buenas. No se puede decir que Puigdemont, que declara la
república, se va a comer a Gerona y luego se marcha, padezca alguna
alteración psiquiátrica. Creo que, visto por un psiquiatra, de arriba
abajo, se concluiría que es normal. No tiene ninguna enfermedad. Hay
gente así.
Me enfadé mucho con un psiquiatra muy conocido que,
preguntado en una televisión por Sadan Husein, empezó a decir tiene
esto, aquello y lo de más allá. No es eso. Sería un dictador, un
criminal, lo que quieras, pero no se pueden hacer diagnósticos
psiquiátricos, sin llegar siquiera a ver a la persona. (...)" (Entrevista a Lluís Ciprés, psiquiatra, El Triangle, 16/02/19)
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