"(...) ¿Y cómo definiría lo ocurrido en Cataluña en octubre de 2017? ¿Es exagerado hacerlo como “golpe de Estado”?
Daniel Gascón lo ha llamado “golpe posmoderno”: un
golpe sin violencia, pero esencialmente un intento de pasar de un orden
constitucional a otro sin pasar por el procedimiento de reforma
contemplado en el primero. Me parece una buena definición. También he
oído hablar de “pronunciamiento” y los más prudentes hablan de “crisis
constitucional”.
Creo que fue algo más que una crisis constitucional.
Pero en todo caso creo —y lo digo con prudencia porque no soy jurista—
que fue un intento de cambiar las reglas democráticas mediante procesos
que, aunque pudieran tener un respaldo importante, no eran democráticos.
Tengo una visión muy prototípicamente liberal de la democracia: esta
consiste en procedimientos. Lo que se salta los procedimientos está
fuera de ella.
Ha defendido que atribuir el origen del procés a la sentencia del Estatut es un mito del secesionismo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, entonces?
Como tantos procesos históricos, el procés
es una suma de factores. Por un lado, una larga maduración de rasgos
ideológicos, acumulación de poder institucional y privado, y creación de
unas élites muy asentadas y convencidas de disponer de una legitimidad
que va más allá de lo meramente representativo.
Por otro, un
acontecimiento repentino —en este caso, la crisis financiera de 2008—
que hizo que España en 2012 estuviera en serio riesgo de bancarrota y
que la Unión Europea pudiera romperse o reconfigurarse de una manera más
radical de la que finalmente, en ese momento, lo hizo. Ambas cosas
convergieron.
Sin duda, la sentencia del Estatut molestó a mucha
gente. Y creo que era muy torpe el mecanismo de acuerdo con el cual el
Tribunal Constitucional se pronunciaba después de que la sociedad
catalana opinara sobre el Estatut. Pero pienso que no fue decisiva.
Después de esa sentencia, CiU pacta unos presupuestos catalanes con el
PP sin mayor problema.
También ha contado que en su
familia se han roto amistades de 30 años por culpa del procés. ¿Cómo es
posible que el nacionalismo siga afirmando que la fractura social no
existe?
La fractura social existe. La pregunta es: ¿se trata
de un pluralismo un poco agravado, como sucede en tantas democracias
donde hay mucha polarización, o es algo más que eso y entra en una
categoría que debe preocuparnos seriamente? Yo vivo en Madrid desde hace
doce años, por lo que no puedo tener una experiencia individual clara.
Diría que lo que se vive hoy en Cataluña no es tan grave como lo que
sucedía en octubre de 2017, pero igual cuando publiquéis la entrevista
todo ha cambiado. Hay una crisis de convivencia, eso me parece cierto.
Durante los últimos años he afirmado que la sociedad catalana iba hacia
eso, pero que mi duda era si iba hacia su expresión más dura o su
expresión más suave. Ninguna de las dos es agradable. Pero creo que
ahora vamos hacia lo segundo. Aunque insisto en que estas palabras
pueden quedar viejas en cualquier momento.
El filósofo Manuel Arias Maldonado sostiene que el sentimiento independentista “bloquea toda discusión racional”. ¿Le parece cierto?
No es algo que pase solo en Cataluña. El votante
nunca ha sido racional. Muchas veces hemos sustentado la idea de
democracia imaginándonos a unos electores que se leían los programas,
los periódicos, hablaban con sus vecinos como si lo hicieran en el ágora
y luego, seguros de su decisión, depositaban su voto. Eso no ha
existido nunca.
Pero sí es cierto que vivimos un momento
particularmente irracional de la democracia liberal. Y lo que pasa en
Cataluña no es más que otro episodio de ello: las sociedades liberales
europeas y ricas están en crisis, y ello se debe en parte a lo que dice
Manuel: hay una inflamación sentimental. A los nacionalistas catalanes
quizá no les guste la idea, pero son una expresión no tan distinta de
Vox en el resto de España, la Liga y 5 Estrellas en Italia, Le Pen en
Francia, el brexit en Reino Unido y Trump en Estados Unidos.
En los últimos tiempos,
diversos analistas ha recurrido al término “iliberal” para definir el
movimiento secesionista en Cataluña. ¿Por qué se le cataloga así?
Las democracias liberales son una cuestión de
procedimientos claramente marcados por la ley. Ninguna mayoría, por
grande que sea —y la del independentismo es una mayoría muy pequeña—
puede saltarse esos procedimientos, que son la garantía de que no se
vulnerarán los derechos de nadie, y especialmente los de las distintas
minorías. El independentismo ha obrado exactamente con esa falta de
respeto, lo que le hace “iliberal”.
Distintos estudios indican
que, en Cataluña, los partidarios de la secesión son catalanohablantes
de clase media o alta, mientras que los que se oponen son
castellanoparlantes de rentas más bajas. ¿Qué nos dice esa realidad?
Bueno, las realidades sociales, como creían los
marxistas, siguen marcando en buena medida nuestras ideas políticas. La
idea de que el independentismo es un movimiento catalanoparlante y de
rentas altas se podía tener de manera intuitiva, pero los estudios
cuantitativos lo demuestran. No creo que eso haga que sea más o menos
legítimo, pero sí demuestra que no existe la transversalidad que los
independentistas anuncian que tiene su movimiento.
Según los informes del
Consejo Audiovisual Catalán (CAC) TV3 y Catalunya Ràdio son los medios
más plurales del panorama catalán. ¿Cree que es así?
Vivo fuera de Cataluña desde hace doce años y veo TV3
y escucho Catalunya Ràdio solo de vez en cuando. Mi sensación es que
son medios en los que muchas veces se respeta, en las tertulias
políticas, la presencia de representantes de todas las tendencias, pero
que con frecuencia los presentadores, los programas de humor y
entretenimiento y la selección de las noticias de los informativos están
sesgados hacia el independentismo. (...)"
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