15/11/18

Así se fraguó la 'fake DUI': -¿Y ahora qué hacemos?, preguntó vara en mano un alcalde a otro edil en el Parlament, tras la histórica declaración unilateral de independencia (DUI). -¿Ahora? Pues ahora hay una fiesta en la plaza de Sant Jaume -le contestó el otro edil. Una fiesta. Actuaciones musicales en un escenario frente al Palau de la Generalitat. En esto y nada más quedó la sesión solemne del día 27 de octubre del año pasado...

"-¿Y ahora qué hacemos?, preguntó vara en mano un alcalde a otro edil en el Parlament, tras la histórica declaración unilateral de independencia (DUI).

-¿Ahora? Pues ahora hay una fiesta en la plaza de Sant Jaume -le contestó el otro edil.

Una fiesta. Actuaciones musicales en un escenario frente al Palau de la Generalitat. En esto y nada más quedó la sesión solemne del día 27 de octubre del año pasado

 Ese día, en palabras de un directo conocedor de los entresijos negociadores, no fue otra cosa que un triste "epílogo" a los vaivenes internos del soberanismo iniciados el 1-O. Una jornada en la que la única preocupación del bloque fue la de rebajar al máximo posible el tono rupturista de la resolución que finalmente se votaría -con medio hemiciclo vacío, el de los escaños no independentistas- a primera hora de la tarde. "El texto era lo de menos", asume otra fuente, dando a entender así que en realidad se votó una DUI muy descafeinada.

La Mesa y Puigdemont

Tras la ‘paradinha’ del 10 de octubre -la declaración que duró apenas ocho segundos-, Mariano Rajoy activó el mecanismo previo a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Requería, por carta, a Carles Puigdemont si, en efecto, había inaugurado un nuevo Estado.

 En el cruce de misivas, el 19 de octubre, en la última que redacta el entonces ‘president’ y en la que confirma que no hubo DUI el día 10, se incluye una frase que sorprendió a los miembros de la Mesa de la Cámara catalana: "El Parlament podrá proceder, si lo estima oportuno, a votar la declaración formal de independencia que no votó el día 10". Y así se sacudía la responsabilidad de una eventual declaración previa.

El día 26, a la salida de la reunión de Junts pel Sí en el Palau de la Generalitat, hay miembros de la Mesa que lloran desconsoladamente por cuanto ven inevitable la convocatoria de elecciones y, por tanto, que no se seguirá adelante con el "mandato" del 1 de octubre. En las reuniones de partido posteriores a ese cónclave, tanto PDECat como ERC optan por impulsar una resolución cuyo texto se negocia, también, con la CUP. 

Pero los anticapitalistas no están invitados a sus cónclaves e interaccionan vía telefónica. El negociador republicano es el hoy presidente del Parlament, Roger Torrent. Por parte posconvergente, lleva las riendas Elsa Artadi, entonces alto cargo de Presidencia. Responde a las llamadas un espectro más amplio de anticapitalistas pero suelen sonar los de Anna Gabriel y Mireia Boya.

Forcadell, contra las cuerdas

Los partidos explican a los miembros de la Mesa lo que se espera de ellos. En concreto, se le detalla a la presidenta del Parlament a la sazón, Carme Forcadell, que tendrá que ser ella la que leerá la declaración. Y que, con toda seguridad, Puigdemont ni tomará la palabra, pese a lo trascendente del día. Según testigos presenciales, Forcadell se quedó muy sorprendida. 

"La presidenta estuvo vendida durante muchos días, desde el 1-O", opina un conocedor de aquel encuentro, que añade cómo fue a remolque de la republicana Marta Rovira y cómo no fue debidamente informada de las consecuencias jurídicas y penales de lo que estaba votándose. "Lo pasó mal, su antagonismo con Puigdemont ya era bastante notable", afirma otra fuente parlamentaria.

La CUP, por su parte, pone condiciones. Los anticapitalistas insisten en que la declaración debe votarse en urna y no de forma secreta. ¿Por qué? Porque temían la traición de algún diputado que, consciente de eventuales consecuencias penales, optase por no posicionarse, ya que el segundo mecanismo registra únicamente el cómputo final sin comprometer a nadie. 

Aceptaron sus designios y se pusieron a trabajar en una escenificación que también quedó diluida. Incluso avisaron a los diputados de que debían llevar ropa de recambio e utensilios para poder pasar la noche "defendiendo" el Parlament y el Palau.

El día 27, el secretario general comunica a la Mesa que el personal del Parlament no participará en nada relativo a la votación. Algo que, por otra parte, con lo que ya contaba incluso Forcadell. Tan es asi que incluso son los propios miembros de la Mesa los que tuvieron que llevar la urna para proceder a la votación.

El texto, lo de menos

La reunión de la Mesa reprodujo, sin la esgrima jurídica de sesiones previas como las del 6 y 7 de octubre, la división entre soberanistas y constitucionalistas, en un ambiente de epílogo. Anna Simó, secretaria primera, dejó claro que solo era de obligatorio cumplimiento la parte dispositiva, no el preámbulo, y que la resolución no tenía efectos jurídicos. Finalmente se celebró el tenso pleno y la resolución salió adelante.

Entre los puntos del texto que sí se votaron, el Parlament instaba al Govern a aprobar todos los decretos y resoluciones que sean necesarios para desarrollar la ley de transitoriedad jurídica -que creaba un nuevo marco legal catalán-, empezando por la "expedición a la ciudadanía" de los documentos de identidad catalanes. 

Puigdemont no tomó la palabra en la trascendente sesión. "Solo has de recordar las caras largas de todos para darte cuenta del ambiente en el que se votó", recuerda uno de los protagonistas de una sesión en la que de nuevo los servicios jurídicos habían advertido sobre las consecuencias de la decisión.

"Estábamos más pendientes de la reacción de Madrid que de lo que aquí hacíamos", afirman las fuentes consultadas, en relación a la votación del artículo 155 de la Constitución en el Senado ese mismo viernes. Una vez ejecutada la votación, lo prometido era codearse con los alcaldes que vara en mano celebraban la DUI. Puigdemont y el entonces vicepresidente Oriol Junqueras quisieron evitar sus parlamentos pactados en la escalinata, pero Rovira evitó su escaqueo.

 Salió Junqueras y Puigdemont no iba a ser menos. Discursos de todo menos eufóricos. Y tras ello, la constatación de que se avecinaba tormenta y reuniones ya de algunos protagonistas del Parlament con abogados encargados de la defensa del Govern, para empezar a trazar las defensas legales."               (Fidel Masreal / Xabi Barrena / Júlia Regué, El Periódico, 26/10/18)

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