"(...) sin sintonía alguna con las ilusiones del “estat catalá”
hacia el que desembocan, coaligados, tanto sufrimientos y frustraciones
populares, como el impulso de supervivencia institucional de la
corrupta Generalitat pujoliana.
En septiembre escribí cuales serían las consecuencias
de tal coalición; 1-exacerbación del nacionalismo español,
2-consolidación de la derecha en Madrid y en Barcelona, 3-fuera de juego
de los Podemos, y 4- transformación de la
latente división de la sociedad catalana en algo mucho más activo y
desagradable. En resumen, un nuevo retroceso en la historia ibérica que
anula buena parte del potencial social que trajo la indignación post
2008 y que lo conduce a una vía muerta.
Los catalanes nos hemos presentado en España como
gente razonable, pactista y pragmática que sabe sumar y restar. En
realidad la historia del nacionalismo catalán acumula una sucesión de
quimeras bastante notable; la fantasmagórica “invasión de Catalunya” del
avi Maciá en 1926, la pantomima de declaración
de octubre del 34, el suicida enfrentamiento armado entre facciones
antifascistas en plena guerra civil de la Barcelona de 1937… El actual
retroceso no es que tenga precedentes, sino que más bien parece un
clásico.
Como explicó Josep Fontana, no hay independencia sin
violencia. Naturalmente, a menos que uno cuente con el apoyo de los
grandes poderes hegemónicos. Ese fue el caso de las independencias
postsoviéticas, que además tuvieron la anómala complicidad de la propia
metrópoli rusa interesada en disolver la URSS para que su clase
dirigente tomara el poder en Moscú y se llenara los bolsillos sin el
engorro de la hoz y el martillo. Nada de eso se da en España, por lo
menos mientras en Madrid no haya un gobierno decidido a acometer
reformas sociales y afirmar la soberanía española ante EE.UU, la OTAN y
la Unión Europea.
El referéndum griego (61,3% contra la austeridad en
2015, en condiciones mucho más convincentes que el irregular 1-0) lo
apuntó con toda claridad. Solo auténticos vendedores de alfombras
pudieron agitar la ilusión de que “Europa” acabaría reconociendo el
“derecho de autodeterminación”. Solo un pueblo políticamente inmaduro,
manifiestamente desinformado por sus lamentables medios de comunicación,
y completamente desesperado ante los espectáculos presenciados, pudo
comprar tal ilusión.
La simple realidad es que el secesionismo lo tiene
ahora peor que nunca en la Unión Europea. La brecha regional es la
quinta del actual estancamiento europeo. Las otras cuatro son; la brecha
entre Alemania y Francia, entre los pigs y los beneficiarios del euro, la del Brexit
y la Este/Oeste.
La regional no es tanto Escocia o Catalunya, sino
sobre todo la multitud de tensiones nacionales y regionales en los
Balcanes y en Europa Central; Rumania con Ucrania por Bukovina, Hungría
con Ucrania por Rutenia, Hungría con Eslovaquia, Hungría con Rumania por
Transilvania, Ucrania con Rusia (ya disparando) por el Donbas y Crimea,
el norte de Kosovo que quiere integrarse en Serbia, los serbios y
croatas de Bosnia que quieren su república, Macedonia…
El 8 de marzo, ocho estados del norte de Europa
aprobaron un manifiesto, que Alemania ha acabado bendiciendo, contra
cualquier reforma del euro sobre bases supranacionales. “La toma de
decisiones debe mantenerse firmemente en las manos de los estados
miembros”, decía.
En un momento en el que el fracaso “federalista” de
Macron está garantizado y avanza en la UE un regreso al consenso entre
estados en detrimento de lo supranacional, ¿Qué estado podría ser
solidario de la desmembración de uno de ellos abriendo el derecho de
autodeterminación? Es necesario aterrizar." (Rafael Poch, 05/05/18)
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