"(...) La introducción de tu libro lleva por título "El procesismo como
estadio superior del pujolismo". Me centro en algunas de las temáticas
que aquí planteas. (...)
En el libro comento algunos supuestos que se habían formulado como casus belli y que desaparecieron de la agenda cuando se consiguieron, porque en ese momento pierden su valor adversarial (agravios, victimismo), volveré sobre ello más tarde si me permites. Pensemos en las leyes de política lingüística (concedidas pese a rebasar los límites de la constitucionalidad) y la resolución del contencioso de los Papeles de Salamanca.
Lo conseguido se convierte en zócalo para nuevas
reivindicaciones. Desde el Estatut validado alguien habría sugerido,
crisis de legitimidad mediante, que ya que tenemos todos los
ingredientes para… por qué vamos a seguir siendo una nación sin Estado,
como el Kurdistán, pongamos para ser finos en las afinidades.
A la vista
de estos desarrollos y teniendo en cuenta el diseño incompleto del
Estado de las Autonomías, es difícil pensar que la aceptación total del
Estatuto hubiera supuesto la saciedad en la agenda identitaria. La
homeóstasis no es un modelo aplicable a la dinámica motivacional del
nacionalismo. Es obvio que hay responsabilidades que trascienden el
ámbito catalán.
Y la resolución del Constitucional fue el tercer error
acumulado a otros dos precedentes: la iniciativa maragalliana de la
reforma y el recurso del PP. Pero vuelvo al principio para insistir en
la necesidad del condicional cuando operamos con esquemas de qué hubiera
o no hubiera pasado si.
(De paso: ¿no tendría que provocar una
respuesta por lo menos de ese calado la reciente sentencia del TC
declarando ilegal la amnistía fiscal coincidiendo con la brutalidad de
los recortes? La diferencia, una de ellas, es que este asunto no sirve
para calentar una movilización de corte identitario). (...)
Sostienes que la doctrina Piqué, no la de Josep Piqué, se
ha fraguado como historia oficial de la génesis del procés. ¿Por qué
crees que ha tenido tanto éxito esta doctrina? ¿Por qué tanta gente
ubicada en la derecha, en el centro y en la izquierda también, apuesta
por ella, la difunde y cree en ella como si fuera un axioma
geométrico?
Es difícil saber
por qué ciertos elementos resuenan y otros no. La doctrina Piqué (que es
también la doctrina Guardiola, para no abandonar el banquillo de los
magos de pie; y la de Sergi López, Lluís Llach, Lucía Caram, Karmele
Marchante, Viggo Mortensen o Juanjo Puigcorbé si ampliamos al registro
de las celebridades) es una receta fácil para un problema complejo; es
populismo epistemológico. Pone la responsabilidad en los otros y nos
carga de razones.
Eso es parte del éxito. Que sea regurgitada por tantos
responde al funcionamiento de los estereotipos y las posverdades. ¿Por
qué tanta gente usa de repente ciertos modismos? ¿O se sube al tren del
derecho a decidir? ¿O creen en las virtudes taumatúrgicas de sintagmas
como "proceso constituyente" o "el régimen del 78"? ¿O aceptaron las
imposturas de Hitler o McCarthy?
Son ideas recibidas que se instalan. Y
hay ese elemento tan consonante con la idea de superioridad: son faenas
de Madrid, reflejos de la caverna. Que la izquierda, tan acostumbrados
como estamos a sospechar de lo que es generalmente aceptado, lo haya
asumido sin más filtros plantea interrogantes de calado. Esto no
significa defender que la decisión del TC fue un acierto. (Ni en ese ni
en otros casos, incluido el visto bueno a la inmersión).
En primer lugar la abdicación de la función crítica y luego la asunción de la visión maniquea del nacionalismo, la demonización de España, la incorporación del credo de los agravios. En particular la expresión unilateral y low cost del radicalismo –por el lado del alma étnica, no de la social: ¿por qué han sido más poderosas en Madrid que en Barcelona las mareas herederas del 15-M, si es verdadera mi apreciación?-.
Observemos la dificultad de pronunciar la palabra España y la conversión de Cataluña en sujeto de la acción transformadora… ¿No es esto algo, digamos, pueril, como esa transliteración de nombres para acomodar la identidad onomástica a la grafía del buen gusto dominante? Vemos que es mucho más frecuente la expresión estado español que estado francés, acaso porque allí desde el Tratado de los Pirineos ya se cumplieron las aspiraciones de la lengua propia y el derecho a decidir. Rebájese lo que proceda. (...)
Alguien como Josep Ramoneda puede escribir sobre la eterna incomprensión entre España y Cataluña; también Enric Juliana lo hace en términos no muy distintos. ¿Por qué personas tan puestas, tan informadas, tan conocedoras del tema, pueden halar en estos términos tan pero que tan discutibles presentándolos de nuevo como nociones comunes compartidas?
No solo ellos. Cuando uno ve hasta qué punto mentes lúcidas han podido sostener posiciones equivocadas o extravagantes (de Heidegger a Anton von Lenard –el promotor de una física aria–, de Maeztu a Vallejo Nájera, y podríamos seguir por Lysenko y compañía, o las predicciones apocalípticas de Newton: 2060, fecha de caducidad) puede sacar dos conclusiones: desautorizar a las personas diciendo yo no soy como ellos o ponerse a uno mismo ante el espejo y decirse: si estas personas con estas capacidades han cometido tal error quiere decir que quienes no las tenemos corremos por lo menos el mismo riesgo.
Y luego hay que recurrir a las herramientas precisas para decodificar esta violación de la deontología epistemológica (y de un sentido común afilado): la sociología del conocimiento y la política comparada. Analizamos situaciones en las que se han producido derivas parecidas y extraemos las conclusiones pertinentes. Han sucumbido a la forma más fuerte de lógica situacional que es la lógica identitaria.
Asumen aun presentándolos con la sofisticación de sus recursos los mitos de la tribu (pensamiento grupal): corruptio optimi pessima, entendiendo aquí la corrupción en el sentido de probidad intelectual. La idea de la eterna incomprensión siempre la ha sostenido alguien entre cualquier X y cualquier Y.
Lo que llama la atención es la modernidad de la eternidad, porque ninguno de ellos hablaba así hace pocos años y Juliana llegó a escribir un libro diciendo que los españoles no somos yugoslavos. Por otro lado, hay que mencionar el propio papel de Juliana que actuó como actor impulsor en un momento (cuando promovió el editorial conjunto) y de un tiempo a esta parte se presenta como un observador imparcial y crítico del procés (así en su último libro Esperant els robots, con un capítulo sobre Cataluña).
Otro paréntesis a propósito de la caducidad de los estereotipos eternos: mírese hoy ese UK escaparate de todas las bondades democráticas y obsérvese si la multiplicación de elecciones para ejercer el derecho a decidir ha mejorado en algo la situación previa de la gente corriente. Y recuérdese asimismo que el suflé de Ibarretxe duró 10 años y su partido no está hoy por la labor de hacer causa común con el otro extremo de los Pirineos sino más bien de afinar en la calderilla del Cupo.
Por cierto, ya que lo citas, ¿por qué das tanta importancia a ese editorial conjunto?
Es el capítulo más largo del libro. Su importancia reside en que cambia el marco interpretativo, que resulta determinante para la acción colectiva. El verano de 2009 es terrorífico para el establishment porque la corrupción desborda, del caso Millet –con confesión incluida, lo que es importante, porque impide la aplicación de la receta Pujol sobre la perversidad del estado- al Pretoria.
A la vez el tripartito está en descomposición y tomando posiciones en esa etapa de fin de reino donde próceres socialistas ojean ya otras playas. Cuando la opinión pública está pendiente de esto, el editorial conjunto cambia de marco, de foco de atribución (la atribución es el proceso mental que identifica las causas de las cosas, aquí de los males colectivos), y convierte en centro de atención la dignidad de Cataluña (título del editorial de la mayoría de la prensa, finales de noviembre).
En términos de una formulación clásica, el editorial conjunto opera un cambio de agujas que lleva la agenda de la vía de la redistribución a la de la pertenencia. Observamos que el cambio de paradigma implica un cambio de sujeto. En el primer caso son actores sociales en el segundo el propio título remite al organicismo idealista (Volksgeist) del nacionalismo romántico. La dignidad es un atributo de las personas no de las entelequias. (...)
Pero no es sólo lo que dice el editorial, es, sobre todo, la decisión, sin duda procedente de más allá y más arriba de la prensa quizás algún día sabremos los detalles -será esclarecedor-, de elaborar el propio editorial. Es un consenso de las elites para emprender una maniobra masiva de diversión. Aquí se construye la doctrina Piqué. ¿Le habremos oído decir algo de Millet y compañeros de partido?" (Salvador López Arnal , Rebelión, 26/09/17)/
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