"(...) Entonces uno se pregunta cómo sería el Pijoaparte de hoy en día. ¿Tal vez como Gabriel Rufián?
Marsé se revuelve y lanza un zarpazo: “El protagonista de Últimas tardes con Teresa es un soñador, un ingenuo. En cambio el tal Gabriel Rufián es un parlamentario ridículo, un analfabeto, un muñeco grotesco”.
Y por si no hubiera quedado claro, remacha: “Compararle con el Pijoaparte por el hecho de que ambos sean charnegos es ofensivo”.
La contundencia de la respuesta me deja paralizado. Pero uno es terco
e insiste: ¿El charnego puede aún a aspirar a construir y mantener una
identidad propia, en su propia lengua y con sus propios valores, sin
renunciar por ello a la catalanidad? ¿O por el contrario su destino
irremediable es diluirse, asimilarse a la cultura catalanoparlante, más
tarde o más temprano?
“Eso dependerá” –prosigue- “de la
personalidad y de los deseos de cada cual, siempre que se respeten las
reglas del juego. Es decir: de todo aquello que nos hace iguales ante la
ley”.
Un manifiesto
Pero hoy Juan Marsé no es noticia por su literatura, sino por su
inequívoco posicionamiento frente al referéndum secesionista en
Cataluña. Acaba de suscribir el manifiesto “1-O, Estafa
Antidemocrática”, firmado por casi un millar de intelectuales y artistas
que se definen como “personas de izquierdas”, algo que incomoda
especialmente al independentismo, que prefiere identificar a quienes son
contrarios a la secesión de Cataluña con la derecha o a la extrema
derecha.
Porque, ¿cómo cuestionar a personas que, según reza el manifiesto, “hemos
luchado por las libertades contra el franquismo, contra el terrorismo y
contra la guerra, por los derechos de las mujeres y de las minorias
sociales, y ahora contra los recortes, la corrupción y que rechazamos
las políticas del gobierno de Rajoy”? (...)
preguntado por lo que piensa cuando lee noticias sobre ataques a sus
libros o le llaman “facha” o “mal catalán” por ser contrario al
referéndum, su respuesta sigue siendo categórica: “Pienso que estoy en el buen camino”. No obstante, en vista de estos hechos, no duda en afirmar que “ciertamente, la convivencia y las libertades democráticas están ahora en peligro”.
Comenta, además, que nada de lo sucedido hasta ahora (detención de
altos cargos de la Generalitat y los disturbios posteriores) le ha
pillado por sorpresa: “Todo esto lo veía venir”. Pero ello no significa que no haya llegado al hartazgo: “Estoy
de este asunto hasta el gorro. En Cataluña y en el resto de España,
mucha gente que clama la palabra libertad ignora lo que significa la
palabra democracia”.
Y sobre el futuro, no arriesga a hacer un pronóstico: “No
soy politólogo, soy un novelista”. “No sé cuál será el futuro de
Cataluña e ignoro qué pasará el 2-0” –asegura- “no escribo sobre lo que
va a pasar, sino sobre lo que ha pasado -y lo que no ha pasado y podría
haber pasado”. (...)
Preguntado por el tema, Marsé no duda ni un minuto: “Yo siempre he considerado nefasto cualquier tipo de nacionalismo. El nacionalismo, en cualquier parte del mundo, no ha causado más que odio, confrontación, burricie y desdicha”.
Y dado el enorme entrismo que
esta ideología ha practicado en todos los ámbitos de la sociedad
catalana (partidos, sindicatos, medios de comunicación, movimientos
sociales, educación), y puesto que el manifiesto que ha suscrito es un
documento progresista, de izquierdas, la pregunta es obligada:
¿Cree
honestamente que hoy en día, en Cataluña, se puede ser de izquierdas y
no nacionalista? “Los nacionalismos no son de derechas ni de
izquierdas” -proclama- “La lucha de clases no está en su agenda. El
nacionalismo es la canción sentimental del soplagaitas”. (...)" (elcatalán.es, 28/09/17)
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