"Frecuentemente, en Cataluña hablamos de los castellanohablantes y los
catalanohablantes, con la idea de que forman dos comunidades distintas.
En este artículo quería poner en cuestionamiento que ello sea
efectivamente así.
Para los nacionalistas/independentistas, no existen dos comunidades
lingüísticas en Cataluña sino una sola, la catalanohablante. Como
sabemos, para ellos sólo existe una lengua propia en Cataluña, el
catalán, y todos los ciudadanos o lo hablan o deberían hablarlo.
Es
decir, o tienes aquello tan valioso o estás en falta, ya que el mundo
gira alrededor del catalán para ellos. Respecto al español, generalmente
fingen que no existe, y cuando la realidad se impone, entonces
argumentan que es una lengua impuesta o ajena a Cataluña, un accidente
de la historia.
El ex dirigente de ERC Josep-Lluís Carod-Rovira, cuando estaba en el
poder, negó repetidamente que en Cataluña existieran ciudadanos
catalanes castellanohablantes. El término "catalán castellanohablante"
realmente no existe en el discurso público catalán, a diferencia de
otros países y comunidades. Por ejemplo, en Quebec, donde se habla
abiertamente de los anglófonos, de los francófonos y de los bilingües.
Desde posiciones críticas, por el contrario, el término
castellanohablante o catalanohablante es utilizado con mucha frecuencia.
Hablamos de ellos para referirnos a los ciudadanos que tienen,
respectivamente, el español y el catalán como lenguas maternas. Así,
unos forman la comunidad castellanohablante y los otros, la
catalanohablante.
La pregunta que quiero plantear es: ¿corresponde esta descripción a
la realidad? ¿Hay realmente dos grupos compactos formados por dos
comunidades lingüísticas separadas y monolíticas? Una observación de la
realidad sociolingüística de Cataluña nos muestra que las cosas son más
complejas.
Desde mi punto de vista, en Cataluña existe en primer lugar una
comunidad de ciudadanos (a pesar de que algunos se empeñen en llamarnos
"pueblo") y cuando consideramos a estos ciudadanos como hablantes de una
o más lenguas, el categorizarlos principalmente en dos grupos
diferenciados según su lengua materna es una opción que presenta dos
problemas:
a. Es un enfoque esencialista: cada
persona pertenece únicamente a un grupo o a otro dependiendo de un
rasgo, su lengua materna, que no ha escogido y que es inmutable. Uno
puede aprender varias lenguas pero su lengua materna siempre es la
misma. En las democracias, los grupos donde uno no se adhiere de manera
voluntaria sino que es situado allí, le guste o no, son difíciles de
defender ya que van contra la libertad de las personas.
Por supuesto que
la lengua materna existe y las personas pueden ser agrupadas, de manera
descriptiva, según su lengua materna. Esto no es ningún problema, el
problema surge cuando a partir de esta categoría esencialista se
desprenden ideas, comportamientos, derechos, deberes o cualquier otra
cuestión.
b. El dudoso concepto de hablante de una
lengua: este enfoque considera hablantes de una lengua únicamente a los
que la tienen como lengua materna cuando, desde la lingüística, sabemos
que el hablante de una lengua no es sólo aquella persona que la tiene
como lengua materna sino también aquellos que la usan de manera habitual
y la tienen como lengua de identificación (una lengua que sienten suya,
que "aman").
Es posible que aquellos que tienen como lengua materna el español o
el catalán y que prácticamente utilizan sólo su lengua materna en la
vida cotidiana se sientan satisfechos con la definición de ser miembros
exclusivamente de la comunidad castellanohablante o de la comunidad
catalanohablante. Estas personas son los monolingües que usan y se
identifican con una sola lengua. Esta es una elección, perfectamente
legítima, pero no es la única que existe en Cataluña.
Otras opciones lingüísticas que podemos observar diariamente son
aquellas referidas a los diferentes grados de bilingüismo, como sucede
en todas las comunidades bilingües. No existen, por otra parte,
comunidades bilingües donde todos los miembros sean bilingües. Lo que sí
encontramos, como es lógico, son distintas configuraciones y grados de
bilingüismo.
En Cataluña podemos observar ciudadanos hablantes de
español como lengua materna que hablan fluidamente el catalán y que lo
usan de manera frecuente. Observamos también los hablantes nativos del
catalán que conocen bien el español y lo usan cotidianamente. Tanto unos
como otros forman un grupo: son los bilingües activos que viven su
bilingüismo como una experiencia positiva que les abre puertas.
Observamos que existen también los llamados bilingües receptivos, es
decir, aquellos ciudadanos que se sienten mejor hablando en su lengua
materna, sea ésta el español o el catalán, pero que no sienten ninguna
resistencia a realizar actividades receptivas, como leer o escuchar, en
la otra lengua. También pueden usar, con diferentes grados de comodidad,
la otra lengua en actividades productivas, como hablar y escribir, pero
su preferencia para estas actividades se encuentra en poder realizarlas
en su lengua materna.
El hecho de que el español y el catalán sean lenguas tan parecidas
facilita el bilingüismo de la sociedad. Es un caso diferente al del País
Vasco, por ejemplo, donde el euskera solo se aprende si uno hace un
esfuerzo y dedica mucho tiempo y energía porque es una lengua que no se
puede aprender sólo viviendo allí mientras que el catalán, sí (al menos,
a un nivel receptivo, a nivel de entenderlo).
En este punto, querría realizar un apunte personal: soy bilingüe
activa, de lengua materna catalana. Cuando se habla de los
castellanohablantes sólo como aquéllos que tienen el español como lengua
materna y de las dificultades que experimentan para poder usar el
español en la vida pública, me siento excluida de un grupo donde siento
que pertenezco.
Yo también soy castellanohablante y mis derechos
lingüísticos también están siendo vulnerados a Cataluña. Mi impresión es
que somos bastantes los ciudadanos catalanohablantes nativos que
tenemos esta percepción.
Respecto a los castellanohablantes nativos, también muchos de ellos
son bilingües activos y quieren una promoción y una protección del
catalán, respetuosa con el español (lo cual es posible). Estas personas
consideran el catalán también como una lengua suya y se identifican con
ella, a pesar de toda la politización que ha hecho el nacionalismo del
catalán.
Así, pues, podemos observar una gran variedad en los hábitos
lingüísticos de los ciudadanos. El bilingüismo no es un absoluto -una
persona perfectamente competente en las dos lenguas- sino una cuestión
de grados, de registros y de destrezas. En consecuencia, pienso que el
enfoque sobre este tema debería ser que en Cataluña no existen dos
comunidades lingüísticas diferenciadas y monolíticas sino una sola
comunidad bilingüe, con un uso amplio de ambas lenguas por parte de sus
ciudadanos, en diferentes grados y dependiendo de las preferencias
personales de cada uno. El monolingüismo -español o catalán- es una de
estas opciones junto con los bilingüismos activo y receptivo.
Una comunidad bilingüe con una diversidad de hábitos lingüísticos.
Desde mi punto de vista, esta definición es más fiel a la realidad
sociolingüística de Cataluña que la idea de las dos comunidades
lingüísticas diferenciadas."
( Mercè Vilarrubias , Catedrática de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas Barcelona-Drassanes, Crónica global, 07/06/14)
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