22/9/17

Cataluña no es una nación con arreglo a ninguno de los tres conceptos clásicos de nacionalidad: el étnico, el cultural y el político

"Derechos torcidos incluye catorce conversaciones sobre el “derecho a decidir”, la soberanía, la libre determinación, el concepto de nación y la España federal. (...)

Sus reflexiones sobre la izquierda soberanista y secesionista catalana otorgan un especial valor a un libro que pretende agitar las, en ocasiones, inconsistentes aguas de la izquierda española desde una abierta y nada oculta perspectiva federalista democrática, que ha sido y debería seguir siendo esencial en todas las tradiciones emancipatorias de nuestro país.  

Una reflexión anexa algo más extensa:
 
Todos (o casi todos, pueden admitirse excepcionalidades) los seres humanos tenemos la necesidad de satisfacer un cierto sentimiento de “pertenencia” (no tiene por qué ser única forzosamente). El nacionalismo se apoya en ese sentimiento pero lo extralimita, haciéndolo inseparable del rechazo a los “diferentes”, lo que es netamente incompatible con el lema fundacional de la izquierda: “libertad, igualdad, fraternidad”. 

La definición de nación no es unívoca ni constante a lo largo del tiempo. Hay, como mínimo, tres conceptos de ‘nación’: un concepto étnico (que es el etimológico), un concepto cultural y un concepto político. No tienen por qué coincidir en una misma comunidad humana.

 En el mundo actual es prácticamente imposible encontrar comunidades que se ajusten al primer concepto (étnico), difícil encontrarlas con arreglo al segundo, el cultural (las migraciones aumentan sin cesar esa dificultad) y sólo con arreglo al concepto político (heredado de la Ilustración) se pueden establecer delimitaciones claras entre naciones. 

Cataluña no es una nación stricto sensu con arreglo a ninguno de esos tres conceptos, pese a que se pueden encontrar como nexo entre sus habitantes algunos elementos del segundo y a que el régimen autonómico vigente en España la ha dotado de ciertos elementos del tercero: el de nación política, integrada políticamente en una unidad más amplia.

El nacionalismo secesionista catalán magnifica la presunta unidad cultural catalana a la vez que exacerba sus presuntas diferencias con respecto al resto de España para justificar la necesidad de convertir a Cataluña en una nación política separada, como si una cultura parcialmente diferenciada exigiera per se una organización política totalmente diferenciada. 

La historia señala que en la mayoría de los casos la comunidad política genera, a la larga, comunidad cultural. Jordi Pujol y su incansable “ fer país ” a lo largo de los años en que presidió la Generalitat es prueba de ello.

 La argumentación secesionista, llevada a sus últimas consecuencias, justificaría, o bien la instauración dentro de Cataluña de un régimen cantonal basado en las obvias diferencias culturales entre, por ejemplo, el Baix Llobregat y la Garrotxa, o bien la actual unidad española, porque es evidente que en España hay elementos culturales comunes a sus habitantes que le confieren rasgos propios de una nación en el segundo de los sentidos mencionados. 

Una reforma de la Constitución parece necesaria en cualquier caso. Aunque se mantuviera el actual régimen autonómico, es necesario fijar de una vez un criterio claro en materia de reparto de responsabilidades fiscales que acabe con la permanente batalla entre comunidades autónomas algo que, probablemente, propició en su momento el ex president y ex molt honorable Jordi Pujol a fin de tener las manos libres para tensar la cuerda competencial a conveniencia y eludir la responsabilidad de aparecer ante los catalanes bajo la antipática figura del recaudador y poder recitar, siempre que conviniera, el mantra “España nos roba”.  

Creemos que si están interesados en el tema (monotema en Catañuña) no les decepcionará del todo. Si no están interesados… deberían estarlo. Nos va mucho en ello. A todos. A este lado del Ebro, como dicen algunos, y al otro lado."                (Miguel Candel y Salvador López Arnal , Rebelión, 24/06/17)

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