"(...) El derecho a decidir de los independentistas empieza y termina en el
derecho a dividir. Aunque si tenemos derecho a decidir sobre todo, la
primera cosa sobre la que tendremos que decidir, será si admitimos o no
el derecho territorial a decidir.
Porque el mismo derecho a decidir
hay sobre la independencia que sobre la unidad, y en ningún sitio está
escrito que la parte tenga el derecho de imponer su voluntad al conjunto
porque ese sea su deseo. Alemania e Italia por ejemplo no reconocen en
sus respectivas Constituciones el derecho de autodeterminación y no sucede nada.
¿Permitirían acaso los catalanes que los aragoneses convocaran un referéndum por su cuenta para desviar el curso del Ebro de Tarragona a Castellón, sin que se les dejara opinar a ellos en un asunto tan vital para sus intereses?
¿Aceptarían los independentistas que algunas zonas de Cataluña no se independizaran de España, o para ellos Cataluña supone un todo indivisible, mientras que España no? Basta de utilizar dobles varas de medir. Ha llegado la hora de cambiar el derecho a decidir por la obligación de cumplir.
¿Permitirían acaso los catalanes que los aragoneses convocaran un referéndum por su cuenta para desviar el curso del Ebro de Tarragona a Castellón, sin que se les dejara opinar a ellos en un asunto tan vital para sus intereses?
¿Aceptarían los independentistas que algunas zonas de Cataluña no se independizaran de España, o para ellos Cataluña supone un todo indivisible, mientras que España no? Basta de utilizar dobles varas de medir. Ha llegado la hora de cambiar el derecho a decidir por la obligación de cumplir.
A nadie van a engañar llamando
derecho a decidir al derecho de autodeterminación de toda la vida, lo
que ocurre es que, pese a que ya fracasaron dos veces, la primera cuando
plantearon la consulta ilegal soberanista y la segunda cuando
convocaron las elecciones plebiscitarias, ahora, haciendo de la necedad
virtud, vuelven a la carga con el procés y la desconexión para mantener
viva la llama reivindicativa. Que por insistir no quede.
La
independencia es el negocio de la estelada. Una cortina de humo para
tapar las corruptelas (el 3%), las políticas neoliberales y los recortes
de sus dirigentes, que no conformes con eso, ambicionan más poder.
Echar la culpa de la explotación de los trabajadores catalanes a los
temporeros andaluces, tiene guasa, aunque gracia ninguna. Se trata de
fundar un nuevo país dejándolo en las mismas manos de siempre.
Pero como
ninguna bandera promueve la justicia social, el reparto de riqueza,
unas condiciones laborales dignas, etc., eso lo dejan aparcado para
después, cuando sean libres. Que nunca es tarde, si la dicha es pésima. (...)" (Andrés Herrero , InfoLibre, 03/06/2017)
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