"El lunes se cumplieron 30 años del atentado de Hipercor, en Barcelona.
Habían transcurrido diez años de las primeras elecciones democráticas en
España desde la Guerra Civil y no creo que haya un caso de terrorismo
tan singular como el que perpetró ETA entonces. (...)
ETA atentaba en Catalunya, auténtico semillero de vo- tos de Herri Batasuna en las elecciones celebradas días antes. (...) Ningún lugar de España, si exceptuamos el País Vasco, había sostenido tanto con sus votos a Herri Batasuna.
Sobre el talento de los cuatro descerebrados que ejecutaron
el atentado –Arróspide, Caride, Ernaga y Troitiño– poco se puede decir
fuera de la evidencia. Lo mismo que de sus dirigentes entonces,
detenidos años más tarde en Bidart. Cabe recordar que el IRA irlandés
huyó de los contactos con ETA después de conocer a sus líderes. Ellos
iban a forzar una situación acosando al Estado, y estos cafres estaban
convencidos de crear uno nuevo.
Y aunque fuera a trompicones, torpe y
desmadrado, a un Estado, incluso el español, no le puedes retar a muerte
pensando que se va a quedar pasmado y entregado. Por muy incompetente
que sea, y el español lo es, no deja de ser un Estado y ellos una
partida de forajidos, cuyo único sentimiento, supuestamente, es el amor a
su país.
No se construye nada a partir de empujar con sangre una
situación en la que jamás de los jamases obtendrás la victoria. Se
habían olvidado, si es que las conocían, las guerras carlistas y su
final chungo, pero el único posible.
El atentado de Hipercor supuso el comienzo de la decadencia
absoluta de ETA. El eurodiputado Txema Montero abandonó el grupo y el
veterano Txomin Ziluaga, que consiguió un apoyo numeroso de militantes
de Herri Batasuna, fue expulsado con todos ellos. La carta de Ziluaga no
tiene desperdicio pero haría este artículo imposible.
Hay que decirlo
todo, desde los fanáticos de allá y de aquí justificaban el acto porque
habían avisado de la explosión –cuando alguien coloca una bomba es para
que explote, no para que la desactiven– hasta la convicción de que el
deterioro de ETA, que siguió matando, se acabó, como muy bien afirmó
Txema Montero años más tarde, por la presión insostenible de las Fuerzas
de Seguridad del Estado, pero no como ahora se quiere decir, por el
rechazo de la sociedad vasca.
La matanza indiscriminada es lo que es. Colocas el
explosivo y que salga lo que salga, porque lo importante para el
terrorista es el efecto, no las consecuencias. Luego vienen las
disculpas, pero los muertos ya están en la morgue. Vivimos en un país
donde la historia es materia clasificada. De otro modo sería imposible
que un alto cargo de la Generalitat, como lo era entonces Carod-Rovira,
negociara con ETA que no cometiera atentados en Catalunya.
Fuera sí,
porque no es lo mismo un catalán que un aragonés, un gallego o un
andaluz. Tamaña desvergüenza, teñida de racismo, permite que el supuesto
amor a tu patria se construya sobre el desprecio de los vecinos. Por
cierto, hoy es catedrático gracias a una entidad financiera. ¿Qué
favores no les habrá hecho? Los bancos y las caixes no pagan,
compensan.
Hay una escena memorable en la historia del cine. Se la
debemos a Pontecorvo, el director italiano, que por cierto realizó un
filme sobre ETA y la muerte de Carrero Blanco absolutamente infeliz,
porque no tenía ni idea ni del tema ni de los personajes. Pero en esa
pequeña obra maestra que es La batalla de Argel, sobre la lucha de
liberación de los argelinos frente a los colonialistas franceses, se
encontró con un tropiezo. Son apenas tres planos en los que un niño toma
un helado en una cafetería de Argel. Y va a explotar una bomba.
Los
argelinos le pidieron que retirara ese pequeño plano, porque ya estando
en el poder no podían admitir el terrorismo sobre un niño. Se mantuvo
en sus trece y no cedió. La pueden ver. Ese chiquillo habrá saltado por
los aires en apenas unos segundos.
Así es el terrorismo. Se hace y no se justifica
mientras no alcances el poder. Cabría añadir algo sobre el GAL y la
política de Estado, pero creo que nos llevaría muy lejos, o más
exactamente a las cloacas del terrorismo de menor cuantía realizado por
personal salido del arroyo. Nada que merezca la pena.
ETA fue otra cosa y
el GAL una muy distinta, bastaría hacer el balance de éxitos y
fracasos. El GAL no justifica nada, a menos que consideremos que la
canalla de Estado tenga la pretensión de llegar a hacerse ricos. Lo otro
es hablar de amor a la patria, sentimiento que desconozco, y de la
consideración de que tu vecino no tiene derecho a vivir porque piensa
diferente y no es un patriota." (Gregorio Morán
, La Vanguardia, 24/06/2017)
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