31/5/17

¿Por qué la izquierda no secesionista de Cataluña nunca es oída por la del resto de España?

“¿Por qué seguimos repitiendo básicamente los mismos eslóganes-consignas que hace más de 40 años?”; “¿Por qué seguimos creyendo que el ‘derecho de autodeterminación’ es un “principio” político no revisable y de (casi) aplicación urbi et orbe?”; “¿Por qué puñetas -con perdón- no se nos escucha nunca?”; “Por qué el resto es siempre, y en casi toda circunstancia, silencio o incluso desinterés desde cumbres (¡nosotros sí que sabemos de qué va el paño!) bastante o muy altivas?”. No fueron las únicas posibilidades que barajé; dejo constancia aquí de ello. Cierro paréntesis). (...)

La coordenada político institucional central: la derrota del secesionismo en la votación del 27S (Antonio Baños dixit, sin olvidar el 55% de David Fernández, ambos cupaires) ha sido transformada por el mundo político-cultural separatista, con la importante colaboración de la CUP (una organización -recuerdo- que dice ser de izquierda revolucionaria), en una victoria parlamentaria amparándose en una ley no proporcional de la que, supuestamente, esas mismas fuerzas, algunas de ellas cuanto menos, renegaban.

 Teniendo en cuenta el resultado de las votaciones del 27S, no hay justificación alguna para desconexiones, separaciones, unilateralidades, borradores de leyes de transición, proclamación de nuevas Repúblicas poco republicanas o estrategias afines. “Junts pel sí”, es decir, “Juntos para la secesión” no consiguió la mayoría de votos (ni de escaños) a la que aspiraba.

 Tampoco la alcanzó si unimos sus resultados -una suma más que heterogénea, equivalente a sumar los votos del PP y los de Unidos Podemos y Recortes 0- con esa fuerza de supuesta izquierda transformadora a la que aludía. 

Democráticamente hablando, nos están estafando. Y no en cualquier asuntillo menor. ¡Estamos hablando, hablan quiero decir, de construir un nuevo muro-Estado que nos separe del pueblo aragonés y del valenciano! No son ellos los demócratas y los demás unos unionistas-antidemócratas-neofranquistas. De ninguna manera. De eso nada, monadas. La inversa es mucho más verdadera. (...)

Directamente, pues, a nuestro asunto, un tema que, mirado desde otra perspectiva complementaria que no contraria, se podría formular así: ¿por qué cualquier crítica de fondo al nacionalismo o nacionalismos catalanes se interpreta, siempre o casi siempre y sistemáticamente, como una defensa-apoyo-apología del nacionalismo español por parte no sólo del mundo separatista y de sus medios (parte más que interesada en la confusión y divulgación de la falacia) sino también de los soberanistas catalanes que se dicen de izquierda (e incluso, en ocasiones, de colectivos del resto de la izquierda española)?

 ¿Las críticas al nacionalismo españolista deben ser interpretadas, en consistente sintonía con lo anterior, como apoyos al nacionalismo catalán? ¿No, claro que no? Luego entonces: ¿por qué no vale en este segundo caso y sí, en cambio y casi siempre, en el primero? ¿Un nacionalismo es bueno o bastante presentable, el catalán, y no lo es, en cambio, el español, por definición y/o historia?

 ¿Podemos apelar, sin ningún matiz ni contextualización, a un texto de Lenin de 1922, de casi hace un siglo, como el siguiente: “En mis obras acerca del problema nacional he escrito ya que el planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida” (Lenin, 3, 775; 31/XII/1922)?

 ¿Cataluña es hoy, en 2017, no en 1945 o 1950, una nación oprimida y por eso, desde una perspectiva leninista fija da en el tiempo, su nacionalismo es otra cosa, más presentable, más popular, más democrático, más avanzado, más progresista, más de izquierdas...? ¿Qué nación opresora oprime a qué nación oprimida ahora, en 2017? ¿En qué concretamente?  (...)

Regresemos al pasado; ubiquémonos en otras coordenadas temporales y hablemos de nuestra propia tradición, la tradición comunista democrática y antifascista. 

Verano de 1970, pleno del comité central del PCE. 47 años, casi medio siglo ha pasado desde entonces. Todos los asistentes y los numerosos colectivos organizados, las células del partido que están detrás de ellos, combaten con todas sus fuerzas (y con enormes riesgos: Grimau, Ruano, era asesinatos recientes) la dictadura fascista y tienen como horizonte político la conquista de una República democrática y federal que una -no rompa ni aleje ni desuna- a todos los pueblos de España, respetando diversidades, culturas, historias plurales y lenguas. 

El ABC, la A de la política antifascista. Sobre lo que se llamaba entonces “cuestión nacional”, y más concretamente, sobre la política del PSUC-PCE en torno al tema, Manuel Sacristán (1925-1985), entonces aún miembro del comité central del partido de la resistencia, se manifestó breve pero contundentemente en su intervención ante el pleno (pp. 828-831 de la tesis doctoral de Miguel Manzanera, en uno de sus anexos). Resumo y comento su intervención.

Señaló inicialmente el autor de Sobre Marx y marxismo que la doctrina del partido sobre el tema le parecía clara y sin problemas de conceptos. Ser radical, decía Marx, comentó, “es coger las cosas por la raíz, y la raíz de las cosas es el hombre”.

 La raíz de la concepción del partido “del problema de las nacionalidades no son conceptos más o menos mitológicos, de patriotismo antiguo, de fidelidades feudales, ni de mitos burgueses, sino la presencia real de los individuos con sus características nacionales en las diversas localizaciones geográficas”.

Después de argumentar contra el error lysenkista tendente a descalificar una cuestión o temática simplemente por su origen social -en este caso, por su origen burgués-, el autor de El orden y el tiempo matizó que sin negar, desde un punto de vista histórico, la fecundidad de la burguesía, ya reconocida en el propio Manifiesto Comunista, “lo que no es ni mucho menos verdad, es que el fenómeno de la constitución de las nacionalidades haya sido un fruto tan recto de la evolución burguesa como aparece en las historias”. Por ejemplo, comentó, “no se ve por qué -no hay ninguna ley interna a los rasgos nacionales- para que lo que se llama la nación francesa tuviera que ser más nación que lo que habría podido ser una nación occitana con trozos de lo que hoy es Francia y trozos de lo que hoy es España”. En el caso de Euskadi exactamente igual, añadió.

Lo que era fruto de la burguesía, señaló, era el Estado nacional. “Un estado que no coincide necesariamente -como manifiestamente lo prueba el caso español, pero también cualquier otro como el francés- con una nacionalidad”. Era nacional en el sentido que representaba “el dominio y también la hegemonía de la función dirigente de una determinada burguesía nacional”. En el caso de Francia, “la del centro, la del núcleo parisiense”. En el caso español no se atrevía a decirlo porque era “demasiado complicado históricamente”; en el caso italiano, la burguesía de la Toscana 

Además de ello, defendió, era la política del PSUC-PCE en años, en duros años de dictadura fascista y de opresión de lenguas y culturas, el derecho de autodeterminación de las nacionalidades españolas.
Es también cierto que en un texto de 1972, comentando el proyecto de introducción al programa del PSUC de esos años setenta, pueden verse varias consideraciones significativas y complementarias de su posición. Francisco Fernández Buey ha escrito sobre ellas (véase su Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Salt, El Viejo Topo, 2015). Selecciono una de ellas.

Recoge Sacristán el punto 13 del proyecto -“Los comunistas consideramos que la nación catalana está constituida por todos los que viven y trabajan en Catalunya”- y comenta: esta definición declara implícitamente “de nacionalidad bajo-sajona a los obreros de Toledo o de Ripoll que trabajan en Volkswagen” y es, además, arbitrariamente falsa. Usada por fuerzas nacionalistas independentistas de aquellos años -como el FNC [Front (Frente) Nacional de Catalunya] o el PSAN [Partit Socialista d´Alliberament (Liberación) Nacional]-, sirve “para preparar la opresión de las minorías nacionales de habla castellana y/o francesa en un futuro estado catalán...”.

 Los comunistas, afirma, no deben aceptar la cerrada alternativa imperialista, tanto sea del tradicional imperialismo español como del nuevo imperialismo catalán, “implicada por esa definición de untuosa apariencia generosa y humanista”. Estas son, prosigue, “argucias entre representantes de “patrias” y “patriotismos”, y los proletarios y los que nos adherimos al proletariado no tenemos patria. Tenemos nacionalidad como elemento de la formación de la personalidad individual, de un modo más acentuado en unos que en otros, los cuales pueden cambiar (relativamente) de nacionalidad, o bien conseguir una consciencia casi a-nacional además de apátrida”.

Hay muchas más observaciones de interés en ese escrito que aún permanece inédito.

No fue la última vez que se manifestó sobre esta cuestión. Hay varias, muy críticas, cuando el nacionalismo catalán empezó a adquirir fuerza tras la muerte de Franco. Empero, en la que fue su última entrevista -con Mundo Obrero,finales de diciembre de 1984, editada dos meses después-, una entrevista que convendría leer completa, volvió a manifestarse ciertamente en términos muy similares a favor del derecho de autodeterminación. 

Y como Sacristán, muchos de sus discípulos (Paco Fernández Buey, maestro de muchos de nosotros, entre ellos) y otros colectivos comunistas. Aunque, es importante recordarlo y destacarlo, ds vindicaciones y una posición de fondo y sentida al mismo tiempo: derecho de autodeterminación, lucha contra todos los nacionalismos y defensa de la unión libre de todos los pueblos españoles en una República federal (sin dejar de pensar en una futura República ibérica). Defensa en Málaga... y en Gerona.

La pregunta, la cuestión que a nosotros nos concierne en nuestro ahora es ésta: ¿cabe seguir diciendo lo mismo, pensando lo mismo, argumentando de la misma forma, reivindicando lo mismo, con el mismo lenguaje, 47 años (casi medio siglo) después (o más de 30 años dependiendo desde cuándo queramos contar)? Parece que no, que no debería ser así, que la situación política en el conjunto de España y en Cataluña no son las mismas que hace 47 o 33 años. Es difícil hablar hoy de Cataluña en términos de nación o nacionalidad oprimida, o incluso, como se ha comentado, de nación esclavizada y expoliada. ¿En qué, por quién?

¿Qué decimos, qué defendemos, qué argumentamos, qué pedimos, qué exigimos si no es descortés desde la izquierda no nacionalista de Cataluña al resto de la izquierda de España? Cosas tan básicas, tan elementales, tan esenciales (casi ruboriza señalarlas), como las siguientes:

1. El derecho a decidir no existe. Es una idea (de esas del significante vacío o impreciso) o, si se quiere, un concepto político-jurídico creado por los nacionalismos que ha sido muy útil en el caso de Cataluña, menos en el caso del País Vasco.

 En todo caso, ¿quiénes tienen ese supuesto derecho? ¿Sólo las naciones o nacionalidades? ¿Por qué? ¿Las ciudades tienen también derecho a decidir? ¿Lo tiene también, por ejemplo, el área metropolitana de Barcelona en su conjunto? ¿La futura Cataluña independiente reconocerá ese derecho? ¿A quiénes? ¿A nadie porque Cataluña es una sociedad homogénea, sin tensiones ni conflictos identitarios?

2. El dret a decidir es una forma, muy estudiada, de apelar (ocultándolo) al derecho de autodeterminación clásico. Lo reconoció, esta vez sin ocultaciones, el propio presidente Puigdemont en su conferencia del pasado lunes 22 de mayo en Madrid.

3. No hay nada, ni un solo indicio, que permita pensar que Cataluña es hoy, como antes decía, una nación oprimida, esclavizada, tomada, ocupada, expoliada, explotada, robada, golpeada, menospreciada... una colonia, una semicolonia, una comunidad social maltratada, castigada, aplastada y/o reprimida. De ahí no se infiere, por supuesto, que se esté de acuerdo con las políticas seguidas por el gobierno del PP -u otros gobiernos anteriores- durante estos últimos años ni tampoco durante la etapa aznarista que contó, como se recuerda, con el apoyo de CiU en su primera legislatura. Tampco que todo lo hecho haya sido un desastre contra Cataluña como se suele firmar por aquí, por la ciudad que tiene un museo dedicado al fascista Joan Antoni Samarnach y una estatua en honor del financiero-golpista Francesc Cambó.

4. No sólo España es diversa, que lo es, sin duda (¿qué país no lo es por cierto?); también lo son Cataluña o el País Vasco aunque se diga menos, nunca, o con los labios apretados. ¿No es evidente por otra parte la lectura no fraternal ni federalista, de ruptura con el demos común, de separación, que las fuerzas nacionalistas-soberanistas-secesionistas harían (y hacen de hecho) de España como Estado plurinacional? Por lo demás, ¿no lo es también Cataluña? ¿Cataluña no es una comunidad plural, binacional cuanto menos?

5. El movimiento secesionista catalán ha jugado desde hace más de cinco o seis años con toda la ambigüedad calculada del mundo, engañando o incorporando a un sector muy importante de la izquierda de Cataluña que, todo parece indicarlo, se ha dejado engañar con suma facilidad. En pactos, acciones, gestos, entrevistas, acuerdos, fotografías, etc. Las manifestaciones secesionistas fueron, durante algunos años, inocentes manifestaciones democráticas a favor del derecho a decidir.

6. Como ellos mismos (Santi Vila conseller) han reconocido: el movimiento secesionista ha sido, en sus orígenes más próximos, un procedimiento de justificación de unas duras políticas sociales implantadas por CiU en .Cat y ha intentado, acallar a un tiempo, el significado y “la peligrosidad” para ellos del 15M en Cataluña (nada que ver con el nacionalismo en cualquiera de sus variantes).

7. Del derecho a decidir se ha pasado a la secesión directa. De esta a otra pantalla cuando ha interesado. De la formación de un nuevo Estado de Europa a un referéndum. De uno pactado a uno unilateral. De la desconexión abierta a la implantación de unas nuevas leyes. De la apelación a la democracia a la ocultación y a la manipulación del Parlamento. De ahí a los borradores ocultados de leyes históricas. Y así siguiendo.La última según el borrador: implantación de un nuevo Estado y luego ya veremos y con el control de la prensa díscola y de los jueces. “El estado soy yo”.

8.Hablemos con cualquier persona que haya vivido en Cataluña en estos últimos 60 años. Preguntémosle: ¿ha habido algún momento a lo largo de estas décadas en el que haya regido tanto y con tanta fuerza la arista identitaria? ¿Cuándo, en qué momento, hemos considerado en las tradiciones emancipatorias que ser catalán, vasco, español o gallego era una señal de identidad prioritaria?

 ¿Ser catalán, ser español, ser vasco, es tan importante, tan decisivo, tan de nuestro ser y estar en el mundo? ¿Quién, quiénes han hecho todo lo posible para generar y difundir ese sentimiento en millones y millones y, en la mayoría de los casos, vivido de forma excluyente? Ser catalán, para muchos, era una forma de decir y sentirse no español. (...)"               (Salvador López Arnal, , Rebelión, 27/05/17)

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