"Es verdad que las víctimas necesitan cariño. Como
humanos sufrientes que han sido desde que se les agredió tan
brutalmente, muchísimas de ellas quedaron a falta del más mínimo detalle
solidario. Su entorno entendió que no era prudente acercarse a ellas ni
para darles el pésame.
¿Con qué colectivo se ha sido tan cruel? ¿Por
qué esa parte buena de la sociedad, sin ninguna duda contraria al terrorismo, se comportó tan mal, siendo tan inhumanamente indiferente?
Lo que necesitan no es amor, como dice la canción. O no es sólo eso. ¿Por qué aún hoy no se sabe bien qué decir, qué opinar, cómo comportarse con una víctima de ETA?
Claro que las víctimas siguen necesitando cariño, claro que después
del cese de la amenaza terrorista podría haber sido buen momento de
cambiar actitudes… pero ya se ha hecho demasiado tarde,
en este tiempo el tema ha pasado a ser algo amortizado. Lo que no se
hizo en caliente, en el momento oportuno, es difícil arreglarlo tanto
tiempo después.
“Nunca es tarde si la dicha es buena”, se dice. Otro
refrán con trampa. No son las medallas para los muertos lo que compensa
su falta. No son las caras compungidas, tantos años después, suficientes
para aliviar la historia pasada. No es suficiente la escenificación de
las disculpas públicas de los que no hicieron lo que tuvieron que hacer,
ni de los que hicieron lo peor que se podría haber hecho: proteger a
los asesinos.
Probablemente no existe nada que pueda enderezar esas
vidas atravesadas por la agresión asesina. Tanta fatalidad corroe y al
final, mata. Como a Fernando Altuna. Como a tantos otros que no hemos
sabido y a los que se etiqueta con ese invento tan políticamente
correcto llamado daños colaterales. (...)
Desde la primera a la última de las víctimas del terrorismo españolas
se encontraron, al día siguiente de serlo, con un panorama hostil. Una sociedad insensible y rara,
ellas no habían hecho nada malo pero lo parecía. Se suele decir que hay
víctimas de primera y de segunda.
Aunque conozco la teoría, no entiendo
bien esta distinción, me resulta imposible distinguir el grado de dolor
de un afectado con otro. Es tu mujer, tu hermano, tu padre, tu hijo, un
mundo de experiencias, de oportunidades vitales y afectivas arrebatadas
por ser considerado una ficha prescindible en un extraño tablero de
lucha por el poder.
Imaginemos además que los autores y sus seguidores están camuflados
entre los miembros sanos de tu ciudad, muchos impunes, otros ufanos,
otros con poder electo, y tienes que verles día sí y día no en la calle,
en las noticias, en la opinión, en el debate político. Año tras año. Tu
vida cercada por una incongruencia insana, tóxica.
Qué gran pena las vidas destruidas de raíz desde joven. Es descorazonadora la impotencia ante este tipo de sufrimiento.
La supervivencia de los supervivientes, de los testigos y familiares
de los muertos, es en muchos casos una carrera contra todo y contra
todos sin garantías de poder llegar a algún lugar a la altura de lo que
se merecen.
Fernando Altuna ha muerto peleando contra la
intolerancia pero también contra un enemigo peor, su inmenso dolor. Se
nos va dejándonos el testigo para mejorar este inhóspito panorama, el
ejemplo para no rebajar el listón de las exigencias justas, la energía
para no detener el impulso de situar la verdad en el lugar que se
merecen él, su familia, su padre y las demás víctimas.
Que en paz descanse." (Iñaki Arteta, Libertad Digital, en Fundación para la Libertad)
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