"(...) "Los españoles nos seguirían comprando como ahora". En el debate entre Margallo y Junqueras
celebrado el 23 de septiembre de 2015 en 8TV, el segundo negó la
existencia de un efecto frontera. Según el actual vicepresidente de la
Generalitat, los consumidores españoles decidirían sus futuros compras
únicamente en base al precio y la calidad de los productos.
Los datos desmienten a Junqueras. Según Jeffrey Frankel,
profesor de Harvard, la aparición de una frontera comercial entre dos
países reduce el volumen de comercio entre ellos entre 1/3 y 2/3. Un
estudio de la Universidad de Bonn cifraba la caída del comercio entre
Chequia y Eslovaquia en 1997, cuatro años después de la separación, en
un 65%, a pesar de que ésta había sido amistosa y existía entre ambos
países una unión aduanera (libre comercio).
Por tanto, para un país como Cataluña, cuyo principal cliente es
Aragón y el cuarto y el quinto la Comunidad Valencia y Andalucía,
respectivamente, el efecto frontera sería muy dañino. La disminución de
las exportaciones conduciría a una gran pérdida de empleo, una
disminución del PIB y a una elevada devaluación de la nueva moneda
catalana. El resultado sería una disminución del nivel de vida del
conjunto de la población.
"Las pensiones subirían un 10%". Lo dijo Artur Mas el 23 de
septiembre de 2015. Una promesa difícil de cumplir, dado el déficit en
materia de pensiones que en 2016 tuvo Cataluña. (4.963.771 millones de
euros). Dicho déficit supone que los ingresos por cotizaciones sociales
recaudados en la comunidad únicamente podían sufragar el 78,56% de los
compromisos adquiridos con los pensionistas.
La única justificación para dicha promesa sería que España continuara
pagando la pensión de los catalanes jubilados antes de la separación de
los dos territorios y la nueva Hacienda percibiera las cotizaciones
sociales de los trabajadores del Estado recién creado. En base a este
increíble supuesto, Artur Mas fue prudente, pues podría haber prometido
un aumento del 20, 25 o 30%.
En definitiva, si ustedes consideran a la independencia como su nueva
religión y son firmes creyentes, nada de los que les diga les hará
cambiar de opinión. En cambio, si hacen caso de las cifras, el resultado
es claro: usted viviría peor en una Cataluña independiente." (Gonzalo Bernardos, Crónica Global, 25/04/17)
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