"(...) Nos equivocamos al participar en campañas que vindicaban “obispos
catalanes”, como si el ser catalán fuera atributo que garantizara
lejanía de los escenarios más oscuros del nacional-catolicismo.
Tendríamos que habérselo preguntado primero para asegurarnos, y no fue
el único, al cardenal Isidre Gomà i Tomàs por ejemplo.
Nos
equivocamos a aceptar encantados, repitiéndolo orgullosos como loros,
aquello de que el “Barça és más que un club” (y los pericos, todos
ellos, unas fachas españolistas de mucho cuidado, algo así como una
enfermedad de botiflers).
El Barça, ya entonces, era una especie de
multinacional en construcción, que manipulaba, abonaba y orientaba los
sentimientos de muchísimas personas (una parte de mi familia entre
ellos).
Basta hacer un repaso de las directivas barcelonesas de estos
últimos 60 años para comprobar de quienes hablamos, que “personalidades”
han llevado el timón de eso que incluso gente muy nuestra y muy querida
siguió defendiendo como una entidad que no era un club-empresa, era más
que un club, asociado ahora, en publicidad y en medios, al alma de
Cataluña, con ex entrenadores del club, elevados a los altares de los
modelos y las referencias intachables, en listas de grupos políticos
secesionistas como Junts pel sí.
Nos equivocamos a no ser
suficientemente críticos y marcar diferencias de finalidades en nuestro
apoyo -que no pongo en cuestión por su significado antifascista- a la
lucha del nacionalismo independentista vasco armado contra el fascismo
en tiempos del fascismo.
Nos equivocamos, en la misma línea,
cuando pensando y construyendo alianzas con fuerzas nacionalistas, ya
entonces secesionistas, alianzas entonces necesarias y que tampoco se
ponen en cuestión, no fuimos capaces de generar al mismo tiempo una
mirada propia y crítica de su ideología nacionalista, separadora, sin
apenas matices, antiespañola en el fondo y a veces en las formas, a la
que hicimos mil y una concesiones. (...)
No equivocamos también cuando pensábamos que era una aspiración
legítima y sin discusión la construcción de organizaciones soberanas en
Cataluña, totalmente autónomas, asociadas, si así lo estimaban, con
formaciones españolas. Por una parte lo de aquí y luego, más tarde, nos
asociábamos con lo de allí.
Nos equivocamos cuando nos creímos
todos aquellos rollos-reflexiones en torno al PSUC-PCE y los gajos y las
naranjas y no supimos ver la corriente de fondo: separar, separar,
separarnos de camaradas con años de lucha y sacrificio en común. De
aquellos lodos los futuros barros: Iniciativa per Catalunya. Per
Catalunya!.. y como fuerza independiente.
Nos equivocamos cuando
militamos en grupos de extrema izquierda, que habían roto con la lucha
independentista vasca por su carácter nacionalista, convertidos ellos
mismos, años después, en fuerzas políticas con una ideología
nacionalista -aunque no sólo nacionalista- más que marcada donde los
llamados “principios” de la tradición -el derecho de autodeterminación
por ejemplo- jamás se ponían en cuestión, al ser considerados palabra
bíblica-leninista, un axioma indiscutible de los combatientes
revolucionarios que, supuestamente, debíamos dudar de todo.
Nos
equivocamos de lleno, y causamos sufrimiento, cuando algunos descubrimos
de jóvenes el catalán (apenas lo hablaba nadie en nuestros alrededores
cuando niños en nuestros barrios obreros del extrarradios), y lo
imponíamos en nuestra familias aragonesas, andaluzas o extremas,
avergonzándonos incluso de que nuestros padres no fueron catalanes de
raíz y no se expresaran en el idioma de Carner o Foix.
Nos equivocamos al aceptar babeando aquello de que era catalán quien
vivía y trabajaba en Cataluña (¿eran alemanes entonces los catalanes
que trabajaban en Düsseldorf?), agradecidos por la humanitaria concesión
de aquella burguesía que nos explotaba en fábricas, bancos y servicios y
construía y vendía, con enormes beneficios, pisos de 45 metros
cuadrados en calles sin asfaltar y sin servicios, destinados a los
recién llegados, allí, donde la ciudad perdía su nombre según
escribieron algunos escritores nuestors.
Casa nostra, decían también, es
casa vostra, sin indicar qué parte de la “casa” nos estaba destinada.
Por lo demás, y en buena lógica, aquel lema tenía implicaciones nunca
señaladas: Jodi Pujol, Millet y los otros de las 400 familias no eran
entonces catalanes. Nunca trabajaban. Tampoco sus herederos. Se
limitaban a ordenar, contactar y mandar.
Nos equivocamos -y no
nos equivocamos- cuando participábamos en la conmemoración del 11 de
septiembre, con riesgos y detenciones (basta leer los apellidos de los
luego torturados o golpeados, y encarcelados), sin entender muy bien de
qué iba a aquello de la diada nacional, de los Austrias, de los
Borbones, de lo que luego fue llamado, no entonces, episodio central de
la lucha, permanente a lo largo de los siglos, de España contra
Cataluña. Historiadores que nos formaron y enseñaron no dijeron nada de
eso en aquellas circunstancias-
Nos equivocamos cuando éramos
comprensivos, apenas les dábamos importancia, ante aquellas
formulaciones xenófobas, cuando no racistas, que nos trataban de
charnegos o murcianos (o, incluso, de vagos andaluces, medios hombres o
de personas a medio hacer). Venía de lejos. Pasó también muchos años
atrás.
Nos equivocamos cuando llegamos a pensar que la burguesía
catalana era otra cosa, más europeas, más civilizada, más humana. Nada
sabíamos, por ejemplo, de su pasado esclavista.
Nos equivocamos,
y de mucho, cuando no fuimos capaces de cultivar y apenas conocer
nuestra propia Historia. Una de los Españas (Cataluña no excluida)
helaba el corazón; no la otra.
Nos equivocamos cuando permitimos
que la Asamblea de Cataluña se convirtiera en un instrumento utilizado
por las fuerzas del nacionalismo catalán, algunas muy derechas aunque se
vistieran con ropaje socialdemócrata, en su propio beneficio, rompiendo
y alejándose de ella cuando les pareció más oportuno. Nosotros poníamos
el riesgo y la lucha; ellos las finalidades y las posiciones de fuerza
para negociar.
Nos equivocamos cuando permitimos que líderes
estudiantiles queridos y admirados por todos no pudieran ir al encierro
de Montserrat porque no se expresaban correctamente en catalán.
Nos equivocamos cuando no hicimos lo suficiente para impedir el
asesinato de Puig Antich y nos volvimos a equivocar cuando fuimos
permitiendo que al ex militante del MIL, de Movimiento Ibérico de
Liberación, nada que ver con ningún nacionalismo, se le fuera colocando
una barretina que nada tenía que ver con su ideario y su corta vida.
Nos equivocamos de todas-todas aquel nefasto 11 de septiembre en Sant
Boi, recientemente recordado en clave secesionista (las fuerzas de
Podemos incluidas en la revisión), cuando permitimos que los que nos
hablaron aquel día fueran, en todos los casos, representantes del mundo
catalanista-secesionista (y en un caso, de derecja muy pero que muy
conservadora).
Nos equivocamos también cuando nos tragamos
-hasta muy dentro- la píldora inventada del catalanismo popular.
Historiadores, que entonces admirábamos, nos fueron suministrando el
brebaje.
Nos equivocamos cuando permitimos que se nos cambiara, catalanidánzolos, era más pogre y quedaba mejor, nombre y apellidos.
Nos equivocamos cuando fuimos usando, infelices de desconocernos a
nosotros mismos, el lenguaje del nacionalismo catalán. España era
también para nosotros palabra prohibida, un país de fachas, ignorantes,
guardiaciviles y militares. Todo era entonces Estado español. Era
imposible escribir una octavilla que no usara la jerga nacionalista.
Nos equivocamos también cuando fuimos olvidando o no nos dedicamos
suficientemente a conocer la historia, la gran historia de la España
republicana. Matilde Landa o incluso Juan Negrín era para nosotros
perfectos desconocidos.
Nos equivocamos cuando no fuimos capaces
de ver (apenas dimos entonces importancia, era el pan nuestro de cada
día) las decisivas aristas solidarias, fraternales, que se fueron
construyendo durante la lucha antifranquista.
Nos equivocamos
cuando pensábamos Cataluña como el territorio más ilustrado, más
europeo, más avanzado de España, con el menosprecio que eso implicaba
respecto a los compañeroas/as de otros territorios españoles. (...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 25/02/17)
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