27/12/16

Siempre y en cualquier circunstancia, el nacionalismo es la fabricación de una extranjería, es la expresión de una xenofobia

"(...) El nacionalismo es también una peligrosa palabra vacía. Muchos diccionarios tienen problemas para encararse con ella. Y se derivan de su carácter eufemístico. Porque siempre y en cualquier circunstancia el nacionalismo es la fabricación de una extranjería y la consiguiente expresión de una xenofobia. 

Hay obvias razones morales para oponerse a todo ello. Pero las hay radicalmente políticas. Del trágico siglo XX europeo nos surge la plegaria de que los hombres aprendan a vivir juntos al margen de sus lenguas, religiones o fronteras.

 La gran lección es política y los millones de muertos de las dos guerras llevan a pensar que no fue buena idea el principio de autodeterminación wilsoniano por el que a cada nación, cultural, étnica, le debía corresponder un Estado. Ser antinacionalista es una condición, puramente técnica, del buen gobierno.

Y la única manera de ser europeo. Y, por supuesto, la premisa inobjetable para afrontar correctamente el formidable asunto de la inmigración global: para sostener que nadie debe tener más derechos que nadie en un lugar porque llegara antes y para sostener sin complejos y con igual radicalidad que el relativismo cultural es incompatible con la globalización.

Todo nacionalismo es también una fábrica de mentiras. Como te he explicado con enorme paciencia tantas veces la ventaja de las naciones antiguas es que sus mentiras fueron contadas hace mucho y su aire fétido se ha esfumado. Ser antinacionalista procura una saludable relación con la verdad. La verdad es una palabra en alza. (...)

Un partido antinacionalista español (y espero que celebres la malicia de que ponga estas dos últimas palabras a hablar) es el que ha de reclamar, por ejemplo, que los escolares aprendan una historia común objetiva, que no es la suma de los puntos de vista de los andaluces, catalanes o vascos, del mismo modo que la historia de la Guerra Civil, por ejemplo, no es la suma del punto de vista franquista y del punto de vista republicano… ¡para sacar después la media!

 Uno de los más graves problemas de la democracia es el de afrontar la circulación de las mentiras sociales y su influencia en la elección de los gobernantes. Los antinacionalistas pueden aportar un sólido know how. En España fueron los primeros en comprobar cómo las mentiras nacionalistas reducían la calidad (y la cantidad) de la democracia.

Así pues ser antinacionalista no es una defensiva desesperación. Ni la enfermedad infantil de Ciudadanos. Ser antinacionalista es un detallado programa político. Y que cose los retos fundamentales de la época. 

Ser antinacionalista, por último, es un realismo vigilante, y lo digo clavando mi pupila en tu pupila azul: la obligación derivada de que siempre habrá nacionalistas, con su lúgubre ademán fatal."     (Arcadi Espada, El Mundo, 04/12/16)

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