13/10/16

Ya se sabe que eso de la lengua materna es importante para todo el mundo… excepto para los niños castellanohablantes


"Tres anécdotas bastante categóricas.

 Primera. Recuerdo la contrariedad de Pilar Rahola con un reportero del programa Migdia de 8TV por dirigirse en castellano a un entrevistado, concretamente el primer alumno gitano de un conocido colegio de Badalona que accedía a la universidad.

 “No entiendo por qué le habla en castellano, me parece una discriminación”, recriminó impasible Rahola, que acto seguido soltó como un resorte algunos de los tópicos más habituales del victimismo lingüístico. 

Que si los catalanohablantes todavía tienen el “estigma” de hablar en castellano cuando les hablan en castellano, que si “los únicos que cambian de lengua son los catalanohablantes”, que si “el catalán siempre cede” y blablablá. (...)

Y es que ¿a quién se le ocurre preguntarle en castellano a un castellanohablante? ¡Discriminación!

En honor a la verdad, cabe decir que aquel día la patrona nacionalista no hiperventiló ni se enfureció como otras veces. Habló de discriminación a un castellanohablante ¡por hablarle en castellano!, y lo hizo como quien dice algo la mar de normal (véase el vídeo). Sin acritud, o mejor dicho, sin más acritud que de costumbre.

 Segunda. Rahola habló con la misma naturalidad con que otra tertuliana -de origen castellanohablante pero ferviente activista pro “derecho a vivir plenamente en catalán”-, de cuyo nombre no quiero acordarme porque a pesar de todo le tengo simpatía, me llamó la atención por hablarle en castellano al personal de seguridad del edificio del Grupo Godó. “Pero ¿por qué les hablas en castellano?”, me preguntó preocupada. 

“Los vigilantes de seguridad también hablan catalán, no les discrimines”, añadió. En lugar de limitarme a decirle que se metiera en sus asuntos mi natural dialogante, unido a la tolerancia a la estupidez que he ido desarrollando en el fragor de los medios, me llevó a darle de entrada una explicación razonada sobre la base de mi reconfortante costumbre de adaptarme siempre que puedo a la lengua de mi interlocutor.

 Resulta que siempre que he oído hablar a esos dos guardas entre ellos, así como con las recepcionistas, lo hacían en castellano, de ahí que yo me dirija a ellos también en esa lengua, que por otra parte es mi lengua materna. “Ya, pero hablándoles en castellano les haces de menos… Así no se integrarán nunca”, repuso ella en tono compasivo. 

Vaya, así que les hago de menos por hablarles en su lengua, que para más inri es la lengua materna de la mayoría de los catalanes, por lo que no hay duda de que mi ofensiva actitud supone un obstáculo para su integración social.  (...)

Tercera. A tal respecto, me permito contar una última anécdota personal que me parece de lo más reveladora de hasta qué punto ha calado esa absurda lógica. Tuvo lugar en una guardería privada de Barcelona. Mientras mi mujer, mi hijo de año y medio y yo esperábamos en la entrada a que la directora saliese a recibirnos, me fijé en que, más allá de los típicos murales de clase, las paredes del centro estaban empapeladas con recortes de prensa. 

En seguida observé que uno de ellos estaba repetido varias veces, lo cual me llevó a deducir que se trataba de algo importante para el centro. Era un artículo sobre la importancia de la lengua materna, que, a grandes rasgos, hablaba de un estudio con niños chinos adoptados en Canadá que demostraba que su cerebro seguía respondiendo a la lengua materna aunque hubieran salido de su lugar de origen en los primeros meses de vida y no hubieran vuelto a practicar el chino. El artículo me pareció interesante.

Poco después, la directora nos hizo pasar a su despacho y nos explicó las líneas maestras de su proyecto educativo, que me pareció más que correcto. Sin embargo, la directora se encargó de echarlo todo por tierra cuando -antes de que yo le preguntara por el tema lingüístico- me dijo: “Veo que tú le hablas -al niño- en catalán y tu mujer en castellano”. 

No sé qué le hizo suponer tal cosa, pero el caso es que normalmente los dos le hablamos al pequeño en castellano -sin perjuicio de que con frecuencia le digamos cosas en catalán, entre otras cosas porque es la lengua en la que le habla parte de su familia materna- y así se lo hice saber a la directora, a lo que ella, con la misma naturalidad con que Rahola reconvino al reportero de 8TV, respondió: “Tranquilos, que aquí ‘sólo’ se le hablará en catalán”.

 Claro, ya se sabe que eso de la lengua materna es importante para todo el mundo… excepto para los niños castellanohablantes (Véase la viñeta que “El Perich” publicaba en El Periódico el 21/09/1993).

Por supuesto, me fui “tranquilamente”… para no volver. Busqué y encontré otra guardería, también privada, en la que castellano y catalán tienen una presencia equilibrada en el aula. Lo malo es que de esa lógica perversa uno puede escapar mientras se pueda permitir llevar a sus hijos a centros privados bilingües o incluso trilingües, como hacen la mayoría de nuestros políticos, empezando por el presidente Mas. De momento, al resto no le queda otra que estar tranquilo, que aquí “sólo” se les hablará en catalán."               (Nacho Martín, 15/02/15)

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