"Tres anécdotas bastante categóricas.
Primera. Recuerdo la contrariedad de Pilar Rahola con
un reportero del programa Migdia de 8TV por dirigirse en castellano a un
entrevistado, concretamente el primer alumno gitano de un conocido
colegio de Badalona que accedía a la universidad.
“No entiendo por qué
le habla en castellano, me parece una discriminación”, recriminó
impasible Rahola, que acto seguido soltó como un resorte algunos de los
tópicos más habituales del victimismo lingüístico.
Que si los
catalanohablantes todavía tienen el “estigma” de hablar en castellano
cuando les hablan en castellano, que si “los únicos que cambian de
lengua son los catalanohablantes”, que si “el catalán siempre cede” y
blablablá. (...)
Y es que ¿a quién se le ocurre preguntarle en castellano a un castellanohablante? ¡Discriminación!
En honor a la verdad, cabe decir que
aquel día la patrona nacionalista no hiperventiló ni se enfureció como
otras veces. Habló de discriminación a un castellanohablante ¡por
hablarle en castellano!, y lo hizo como quien dice algo la mar de normal
(véase el vídeo). Sin acritud, o mejor dicho, sin más acritud que de costumbre.
Segunda. Rahola habló con la misma naturalidad con que
otra tertuliana -de origen castellanohablante pero ferviente activista
pro “derecho a vivir plenamente en catalán”-, de cuyo nombre no quiero
acordarme porque a pesar de todo le tengo simpatía, me llamó la atención
por hablarle en castellano al personal de seguridad del edificio del
Grupo Godó. “Pero ¿por qué les hablas en castellano?”, me preguntó
preocupada.
“Los vigilantes de seguridad también hablan catalán, no les
discrimines”, añadió. En lugar de limitarme a decirle que se metiera en
sus asuntos mi natural dialogante, unido a la tolerancia a la estupidez
que he ido desarrollando en el fragor de los medios, me llevó a darle de
entrada una explicación razonada sobre la base de mi reconfortante
costumbre de adaptarme siempre que puedo a la lengua de mi interlocutor.
Resulta que siempre que he oído hablar a esos dos guardas entre ellos,
así como con las recepcionistas, lo hacían en castellano, de ahí que yo
me dirija a ellos también en esa lengua, que por otra parte es mi lengua
materna. “Ya, pero hablándoles en castellano les haces de menos… Así no
se integrarán nunca”, repuso ella en tono compasivo.
Vaya, así que les
hago de menos por hablarles en su lengua, que para más inri es la lengua
materna de la mayoría de los catalanes, por lo que no hay duda de que
mi ofensiva actitud supone un obstáculo para su integración social. (...)
Tercera. A tal respecto,
me permito contar una última anécdota personal que me parece de lo más
reveladora de hasta qué punto ha calado esa absurda lógica. Tuvo lugar
en una guardería privada de Barcelona. Mientras mi mujer, mi hijo de año
y medio y yo esperábamos en la entrada a que la directora saliese a
recibirnos, me fijé en que, más allá de los típicos murales de clase,
las paredes del centro estaban empapeladas con recortes de prensa.
En
seguida observé que uno de ellos estaba repetido varias veces, lo cual
me llevó a deducir que se trataba de algo importante para el centro. Era
un artículo sobre la importancia de la lengua materna, que, a grandes
rasgos, hablaba de un estudio
con niños chinos adoptados en Canadá que demostraba que su cerebro
seguía respondiendo a la lengua materna aunque hubieran salido de su
lugar de origen en los primeros meses de vida y no hubieran vuelto a
practicar el chino. El artículo me pareció interesante.
Poco después, la directora nos hizo pasar
a su despacho y nos explicó las líneas maestras de su proyecto
educativo, que me pareció más que correcto. Sin embargo, la directora se
encargó de echarlo todo por tierra cuando -antes de que yo le
preguntara por el tema lingüístico- me dijo: “Veo que tú le hablas -al
niño- en catalán y tu mujer en castellano”.
No sé qué le hizo suponer
tal cosa, pero el caso es que normalmente los dos le hablamos al pequeño
en castellano -sin perjuicio de que con frecuencia le digamos cosas en
catalán, entre otras cosas porque es la lengua en la que le habla parte
de su familia materna- y así se lo hice saber a la directora, a lo que
ella, con la misma naturalidad con que Rahola reconvino al reportero de
8TV, respondió: “Tranquilos, que aquí ‘sólo’ se le hablará en catalán”.
Claro, ya se sabe que eso de la lengua materna es importante para todo
el mundo… excepto para los niños castellanohablantes (Véase la viñeta
que “El Perich” publicaba en El Periódico el 21/09/1993).
Por supuesto, me fui “tranquilamente”…
para no volver. Busqué y encontré otra guardería, también privada, en la
que castellano y catalán tienen una presencia equilibrada en el aula.
Lo malo es que de esa lógica perversa uno puede escapar mientras se
pueda permitir llevar a sus hijos a centros privados bilingües o incluso
trilingües, como hacen la mayoría de nuestros políticos, empezando por
el presidente Mas. De momento, al resto no le queda otra que estar
tranquilo, que aquí “sólo” se les hablará en catalán." (Nacho Martín, 15/02/15)
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