"(...) Ahora el PSC, muy disminuido, está siendo infravalorado. Con el
tratamiento mediático que le corresponde (76.000 votos más que el
flamante partido de Mas), estos días habría conseguido cierta atención:
por la polémica introducción, en la ponencia del futuro congreso, de un
plan B para resolver la cuestión catalana basado en la Ley de Claridad
canadiense. (...)
Y sin embargo, esta propuesta canadiense es la que tiene más
posibilidades de implementarse. En el caso, naturalmente, de que se
cumplan dos requisitos: que el independentismo no se desinfle (lo que no
es previsible que pase) y que España reconozca que tiene un problema
territorial.
Tardará años. Muchos. Pero el conflicto se cronificará y un
día u otro habrá que pactar una salida. Entonces, más que la vía
escocesa (incompatible con la legalidad española), se impondrá la
canadiense.
Se llegará a un referéndum, previa autorización de las
Cortes con una pregunta clara y habiéndose pactado una mayoría reforzada
para aprobar la separación. Será inevitable una reforma constitucional
para hacer posible el resultado; y en la negociación del proceso
participarán las otras comunidades, como ocurrió en Canadá.
Las alternativas a la claridad canadiense son dos; todavía más
improbables: que la potencia civil del independentismo permita forzar un
Referéndum Unilateral de Independencia (lo que los resultados
electorales no describen ni de lejos); o que el gobierno de España
proponga una solución inteligente, que logre debilitar severamente el
independentismo (posibilidad que no se divisa en el horizonte).
El “tenemos prisa” ha dejado paso a un lento periodo de desgaste. Que
el PSC intente meter baza con una hoja de ruta alternativa, valiente y
realista da noticia de que está enfermo, pero no muerto. (...)" (Antoni Puigverd, La vanguardia, 13/07/16)
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