"(...) En menos de un mes se acumulan el ataque a las dos chicas que
promocionaban La Roja; el acoso a una profesora, subdelegada del
Gobierno, en la Universidad de Lleida; la agresión a jovenes de SCC en
la UAB; las pintadas intimidatorias a Josep Ramon Bosch; los destrozos
en una sede de Ciudadanos, y las amenazas cada día más explítictas
contra los no independentistas en las redes sociales.
Siempre han pasado cosas así. Pasan en todas partes. Lo llamativo es la
creciente reiteración y la reacción --o mejor dicho, la escasa o nula
respuesta-- de las instituciones ante estos hechos. (...) en el resto de las instituciones catalanas
prevalece una actitud ambigua frente a los okupas, y un clamoroso silencio ante la violencia de los radicales independentistas.
(...) cuando los dirigentes nacionalistas hablan de que "la patria está en
peligro", "España nos roba" o se califica de "fascistas" o "traidores" a
los disidentes, es natural que los más radicales, sintiendose
amparados, pasen a la acción.
El momento es problemático. La independencia exprés se aleja. La
sociedad catalana se manifiesta cada vez más plural, y las próximas
elecciones volverán a demostrarlo. Los no nacionalistas salen a la calle
e inundan las redes, hasta hace poco reductos exclusivos de los indepes. La frustación crece y la sonrisa prepotente se convierte en rictus impotente y agresivo.
La sangre, afortunadamente, no ha llegado al río. Independentistas y
contrarios a la independencia deberiamos poder convivir en Cataluña,
porque esto no se va a resolver a corto ni medio plazo. Algunas minorías
pueden apostar por la violencia. Pero las instituciones catalanas
deberían asegurar la convivencia, a partir de su neutralidad y de la
garantía de los derechos constiucionales de todos. Si no lo hacen, serán
los responsables de lo que pueda llegar a pasar." (Francesc Moreno, Crónica Global, 06/06/16)
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