"(...) Ahora reconocemos que la superioridad moral y la autocomplacencia
empequeñecen la mirada colectiva, irrealista y ciega sobre todo ante las
propias inmoralidades. También que la transferencia de todos los
defectos sobre España, como única responsable de nuestros problemas, ha
hecho el resto. Un poco tarde para tan atinadas reflexiones.
La idea de la violencia ha hecho su trabajo, es evidente. La
revolución de las sonrisas y la ruptura democrática y pacífica han
tropezado con su rostro más hosco. Voces bien serias, desde dentro del
propio campo soberanista, lo venían advirtiendo desde hace tiempo. (...)
El peor escenario se ha hecho realidad. La CUP es quien controla la agenda política. (...) Sin su voto no hay presupuestos y sin presupuestos no hay algo digno de llamarse gobierno.
La CUP aprieta las tuercas porque con tal experiencia ha sacado hasta
ahora grandes réditos. Sin ir más lejos, los contenidos rupturistas de
la declaración del 9N y la cabeza de Artur Mas. Ahora ha conseguido
poner al gobierno contra las cuerdas y someterlo a un dilema endiablado y
demoledor, entre dar por roto el acuerdo de estabilidad parlamentaria o
ceder y continuar sometidos al chantaje permanente, algo que una
persona tan autorizado como Pilar Rahola considera como “dos opciones
letales para el proceso”.
La tentación es mantener intactos los planes secesionistas en la línea
reafirmada ayer por Puigdemont en la entrevista concedida a EL PAÍS.
Esto significa que, más pronto que tarde, con presupuestos o sin ellos,
habrá disolución del Parlament y que esta se disfrazará y explicará como
una nueva forma de paso plebiscitario hacia el Estado propio.
Hay otro
camino, como es el de buscar una nueva geometría de alianzas
parlamentarias, cambiar así la mayoría en el parlamento catalán para
aprobar el presupuesto, gobernar de nuevo, restaurar la unidad civil y
política catalanista y aprovechar los nuevos espacios de acuerdo y de
alianza que se han abierto en Madrid y en las comunidades valenciana,
balear y aragonesa con los socialistas y las nuevas izquierdas. (...)" (Lluís Bassets, El País, 05/06/16)
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