9/5/16

Las naciones son “sistemas de creencias que tienen efectos políticos de los que se benefician ciertas élites. ¿Qué élites? Las nacionalistas"

"Suele decirse que lo que tiene historia no puede tener definición esencialista y este jueves José Álvarez Junco (Viella, Lleida, 1942) demostró por qué. Lo hizo durante la conferencia de presentación de su libro Dioses útiles (Galaxia Gutenberg), un análisis comparado de la “fase nacional” de la historia humana, esa etapa cuya culminación sangrienta fueron las dos guerras mundiales pero que hoy sigue marcando la agenda política. 

 “No siempre ha habido naciones”, avisó. Además de “construcciones históricas”, las naciones son “sistemas de creencias que tienen efectos políticos de los que se benefician ciertas élites. ¿Qué élites? Las nacionalistas”. (...)

En su particular labor de arqueología política, el historiador explicó que durante mucho tiempo las naciones fueron consideradas realidades naturales. Por eso destacó el trabajo de Ernest Renan, que en 1882 descartó factores “objetivos” como la raza, la lengua o la religión comunes —que no siempre lo eran— para anclar la idea de nación en un elemento subjetivo, la “voluntad” de un grupo humano “de ser nación”. 

Álvarez Junco destacó también al politólogo norteamericano Carlton Hayes como uno de los primeros que defendió que las naciones eran un fenómeno reciente nacido de “la debilidad de las creencias religiosas en las sociedades modernas”. Los útiles dioses de la patria pasaron a garantizar la necesidad de trascendencia minada por el escepticismo contemporáneo.

Huyendo de la brocha gorda ideológica, el historiador advirtió: el hecho de que los nacionalismos sean “entes históricos” que “benefician” a una élite —como las religiones benefician al clero— no significa que sean producto de la conspiración de una minoría empeñada en seducir a los incautos.

 Como escribe en su libro, son “fenómenos complejos capaces de satisfacer necesidades de sus seguidores muy dignas de respeto”. No obstante, destacó, el hecho de reconocer que las naciones pertenecen a la cultura y no a la naturaleza tiene consecuencias inevitables para un historiador. “No somos meros testigos objetivos”, dijo, porque “la Historia nunca ha estado exenta de funciones políticas”. Por ejemplo, la función de controlar el pasado. 

De ahí una de sus propuestas: hacer un esfuerzo por “historizar” el trabajo del historiador, es decir, “por no proyectar hacia el pasado los sujetos políticos que hoy dominan la escena, como si fueran permanentes”. “Hoy el nacionalismo es el gran prisma deformador el pasado”, remachó. 

A la Historia no le queda otra, apuntó, que trabajar con los matices para plasmar la complejidad de su objeto de estudio: “No podemos decir que Viriato luchaba por la independencia de España porque no entendería términos como España o como independencia”, ironizó. Hablar, pues, de una España, una Cataluña o un Portugal “romanas” carece de sentido histórico. Le pese a quien le pese."               (El País, 29/04/16)

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