"Periódicamente, el esencialismo lingüístico, uno de los rasgos característicos del nacionalismo catalán, emerge para mostrar su rostro más intolerante. El jueves de la semana pasada se difundió el manifiesto Por un verdadero proceso de normalización lingüística en la Catalunya independiente, elaborado por el colectivo denominado Koiné y suscrito por 280 filólogos, docentes, lingüistas, escritores, traductores, juristas y políticos.
Algunos tan significados como Joaquim Arenas, padre de la inmersión
lingüística, Irene Rigau, ex consellera convergente de Enseñanza de la
Generalitat, el exlíder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira o el exdiputado
de la CUP, Julià de Jodar. El origen de este colectivo está en la
sectorial de la lengua de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC).
El manifiesto parte de una concepción ideológica típica del
nacionalismo etnolingüístico y se aproxima al concepto de
Fundamentalismo Cultural, teorizado por la profesora de Antropología
Cultural, Verena Stolcke, donde la noción de raza es sustituida por la de cultura,
entendida como un todo compacto y territorializado, codificado por un
conjunto de tradiciones y valores inmutables, cuyo tempo es el
Estado-nación.
Esta peligrosa ideología tiene diversas variables, según
los diversos países. En Catalunya adopta la forma del esencialismo
lingüístico, donde la lengua, siguiendo las tesis de Herder, deviene el
“alma”, o en términos más modernos el ADN de la nación.
El manifiesto se inicia con una sesgada síntesis de la historia de la
lengua catalana, repleta de contradicciones y paralogismos. Así,
mientras se afirma que el castellano se introdujo en Catalunya
coercitivamente por la fuerza de las armas, el catalán lo hizo en el
País Valenciano y Baleares de modo natural, cuando lo cierto es que su
introducción allí se debe a la conquista de Jaume I de estos
territorios.
Pero, además, esta conquista de Catalunya por Castilla no se
corresponde con la verdad histórica. Las Coronas de Castilla y Aragón se
reunieron mediante la unión dinástica (1475) y la Guerra de Sucesión no
fue una guerra nacional entre España y Catalunya sino un conflicto
dinástico entre dos candidatos a la Corona.
Los autores del manifiesto
acrisolan el concepto de “bilingüización forzosa de la población” como
consecuencia de la dominación política castellana. Ahora bien, como ha
demostrado ampliamente Joan-Lluís Marfany en su excelente trabajo La llengua maltractada,
durante los siglos XVII y XVIII la monarquía hispánica no se preocupó
por imponer el castellano.
Se produjo un proceso de sustitución
lingüística voluntaria por parte de las élites catalanas, mientras los
sectores populares analfabetos continuaron hablando en catalán. Hasta
finales del siglo XIX, la burguesía catalana, como punta de lanza de la
revolución liberal y democrática, apostó por el castellano como lengua
nacional, culminando el proceso que los sociolingüistas denominan
disglosia.
Esto cambia a finales del siglo XIX y principios del XX cuando
aparecen los modernos nacionalismos catalán y español. Desde entonces,
la lengua se convierte en caballo de batalla ideológico y desde el poder
político español se implementa la estrategia de asimilar a la población
catalanohablante, a través de la escuela o los medios de comunicación,
para homogeneizar lingüísticamente al Estado-nación.
Ahora bien, siendo
esto cierto, no puede caracterizarse –como hacen los autores del
manifiesto– la Guerra Civil con un conflicto nacional de España contra
Catalunya, sino que fue un conflicto de clases donde numerosos
nacionalistas catalanes, empezando por Francesc Cambó, apoyaron al
general Franco. Y, lo que es más grave, se acusa a la inmigración del
Sur de España de operar como “instrumento involuntario de la
colonización lingüística”, en una manifestación de la xenofobia latente
del esencialismo lingüístico.
Victimismo y monolingüismo
De esta sesgada versión de la historia de la lengua catalana se
desprende un diagnóstico victimista de la situación de lengua catalana,
donde el catalán aparece condenado a la extinción, arrinconado
socialmente y degradado cualitativamente, donde la pureza lingüística
evoca la limpieza de sangre.
Ello a despecho de todos los datos sociolongüísticos que revelan que
la lengua catalana es la lengua de prestigio en el Principado, y del
progresivo aumento del número de sus parlantes. Este tétrico y
manipulado diagnóstico les conduce a plantear una serie de soluciones
radicales a “uno de los grandes problemas de Estado de la nueva
república, quizás el más importante, será el problema lingüístico,
porque afecta la base misma de la cohesión social”.
Una afirmación
sorprendente para quienes pensamos que dicha cohesión se fundamenta en
unas condiciones de vida y de trabajo dignas y no en el idioma que hable
la ciudadanía.
En consecuencia, los impulsores del manifiesto propugnan que “esta
consciencia lingüística informe el debate ciudadano del proceso
constituyente y el consenso constitucional, si no se quiere que la nueva
constitución sea una forma de cerrar en falso el problema lingüístico”.
Las únicas vías de solución para los autores del texto son: “a) la
restitución al catalán del estatus de lengua territorial de Catalunya (e
igualmente para el occitano en el Valle de Arán), b) la reversión de la
práctica de la subordinación sistemática y generalizada del uso del
catalán (o del occitano) al uso del castellano y c) la recuperación
progresiva de la genuinidad de la lengua”.
Un planteamiento que choca frontalmente con un enfoque democrático de
la cuestión lingüística en países donde conviven varios idiomas, pues
el concepto de lengua territorial se alza como un obstáculo insalvable
para resolver los complejos problemas derivados de la pluralidad
lingüística.
De hecho, según la legislación internacional, si Catalunya fuera
independiente la población castellanohablante debería gozar del estatus
de minoría nacional y tendría derecho a recibir la enseñanza en su
lengua materna, acabando con el modelo de la inmersión lingüística.
Además, dado que según el Idescat (Instituto de Estadística de la
Generalitat de Catalunya), el 50,7% de los catalanes tienen como idioma
vehicular el castellano, en una Catalunya independiente esta lengua
debería ostentar el rango de lengua oficial.
En realidad, los impulsores del manifiesto propugnan un modelo de
homogenización lingüística de la población que nada tiene que envidiar
al criticado del Estado español.
La difusión del manifiesto ha causado cierto malestar tanto en CDC
como en ERC, socios de gobierno en la coalición Junts pel Sí (JxSí), que
desde el comienzo del proceso soberanista han intentado seducir a los
catalanes de lengua castellana, sin cuyo concurso difícilmente será
posible alcanzar la mayoría social necesaria para impulsar el proyecto
independentista. (...)
El manifiesto desmonta el argumentario “amable” con que las fuerzas
que impulsan la secesión buscan seducir a los catalanes de lengua
castellana, hasta ahora refractarios al proyecto soberanista. Unos
planteamientos que muestran, como en el análisis de los sueños de
Sigmund Freud, el contenido manifiesto de amplios sectores del
movimiento independentista." (Antonio Santamaría, El Viejo Topo, 07/04/16)
El
manifiesto desmonta el argumentario “amable” con que las fuerzas que
impulsan la secesión buscan seducir a los catalanes de lengua
castellana, hasta ahora refractarios al proyecto soberanista. Unos
planteamientos que muestran, como en el análisis de los sueños de
Sigmund Freud, el contenido manifiesto de amplios sectores del
movimiento independentista. - See more at:
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