"(...) Comprendo que la posibilidad de que surgieran en la asamblea de la
llamada Cup (hay entes que no merecen el prestigio convencional que les
dan las palabras) 1.515 síes y 1.515 noes era exactamente la misma de
que surgieran 1.530 síes y 1.500 noes.
Observo con estupor la
majestuosidad psicológica, y cuando digo psicológica es que no sé qué
decir, con que los hechos y las decisiones se acaban decantando hacia lo
binario, infringiendo cualquier ley, arrastrando por el lodo cualquier
lógica, hasta devenir en el cabaret dadá de una asamblea anticapitalista
partida entre los que quieren liquidar a un capitalista y los que
quieren darle el poder.
Y al contrario del indigente creacionista, y
portavoz de la asamblea, que ayer la llamó «diabólica», creo que la
aritmética no tiene ningún sentido.(...)
Yo vengo de las letras, es decir, de un desconocimiento netamente
superior y sé que el empate no puede ser una coincidencia. Sé que el
empate, su ridículo inverosímil es, en primer lugar, lo que merecen.
Y
no me refiero estrictamente a lo que merecen estos, los últimos de la
clase, sino lo que merece el presidente educado en el Liceo Francés y
padre evasor en Lichtenstein. Una nueva vuelta de tuerca. Otro paseo por
el lodo. La maldición de Tarradellas, en su postrera invocación al
catalanismo: «Hagan lo que quieran, menos el ridículo».
Y lo que
merecen, uno por uno, estrictamente, todos los irresponsables votantes
de Junts pel circ: ahí, con la cabeza en el cadalso, y que caiga la
guillotina, y se quede inesperadamente a medias, trabada; y las
tricoteuses aplaudan, porque aún hay partido. (...)
El empate nos devuelve la verdad más insoportable. Alguien la ha dejado
escrita en un extraño blog anónimo llamado El extranjero profesional.
«Ni Cataluña será independiente ni dejará de intentarlo». (Arcadi Espada, El Mundo, 28/12/15)
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