10/1/16

La burguesía nacionalista, sacrificando a Mas, evita con un 'tamayazo' sin precedentes, unas elecciones en las que tenía todo que perder, frente a Ada Colau

"(...) Es imposible encontrar en el panorama europeo un personaje a quien sus fieles se entreguen en pleitesía comparable a la que el independentismo catalán rinde a Mas. (...)

Es el “Gràcies, president, per liderar i per perseverar” de Carles Puigdemont. Servilismo inaudito.

Es verdad que el heredero de Pujol ha tenido que aceptar la derrota, tremenda humillación para su orgullo desmedido, que le ha impuesto la CUP al tener que hacerse a un lado, pero el sacrificio se antoja menor por lo dicho arriba y aún podría calificarse de mínimo ante la perspectiva de un adelanto electoral que hubiera resultado catastrófico para Convergencia o como ahora se llame, y naturalmente para su propio historial como padre de la patria catalana, un papel que hubiera sido arrastrado por el vendaval de ese Frente Popular de extrema izquierda que se dibuja en Cataluña a las órdenes de la maga Colau.

 La burguesía nacionalista evita, pues, in extremis unas elecciones en las que tenía todo que perder. No es mala jugada. Y no es menos patético el papelón de estas famosas, temibles, inmarcesibles CUP, a quien papá Doc acaba de administrar un tamayazo en toda regla, porque tampoco hay precedente en la UE para una operación en la que el Duvalier catalán tranquilamente birla dos diputados a un grupo parlamentario cualquiera y los mete, los absorbe, en el suyo propio porque así conviene a sus intereses.  (...)

Grande Mas. Enorme Mas. Y todo para seguir escalando el Everest con alpargatas, para que, inhiesto el mentón desafiando la Historia, pueda seguir jugando el bonito juego de las “naciones” de la señorita Pepis cuando lo suyo son los negocios, lo que ha hecho muy bien durante 40 años en Barcelona y en Madrid  (...)

El prusés debe continuar. Es el cuanto peor, mejor. Con la ley en la mano, España debe aceptar de una vez por todas el choque de trenes que desde hace cuatro años viene proponiendo Mas y su tropa. Es el momento de poner las cartas sobre la mesa. En el supuesto, claro está, de que al otro lado del Ebro haya jugadores con sapiencia y determinación bastante, también con algo de lo que hay que tener, como para aceptar ese reto.  (...)"                 (Jesús Cacho, Vox Populi, 10/01/16)


" Mas ha perdido. Es la última derrota después de haber perdido todo o casi todo lo que en 2002 heredó de Convergència i Unió.

En su afán por conservar el poder ha interpretado todos los papeles del teatrillo: y ha fracturado la política catalana, ha puesto a Cataluña al borde del abismo, ha desfigurado el centroderecha favoreciendo el auge de los populismos, y finalmente ha tenido que renunciar a la presidencia, no por el gesto heroico de ningún patriotismo, sino porque todo su entorno le ha hecho ver, teniendo que insistir mucho, que las próximas elecciones las perdería y su paso a la oposición iba a ser más humillante todavía.

La derrota de Artur Mas i Gavarró (Barcelona, 1956) no es la derrota de una persona, sino de un sistema, de una manera de concebir y ejercer la política. También de una idea del orden que Mas ha forzado hasta cargársela regalándole una victoria monumental a la CUP.

En la primera reunión que tuvo con Anna Gabriel a principios de octubre, para ver cómo las dos formaciones podían entenderse tras los resultados del 27 de septiembre, la líder antisistema se lo dijo muy claro: «No te vamos a investir porque sino continuaréis mandando los mismos».

 Es una frase fundamental, que explica lo que en estos últimos meses se ha estado debatiendo, negociando, e intentando destruir. No ha sido la independencia sino el sistema. No ha sido la política, sino la trama. No ha sido Cataluña contra España sino los resentidos contra los dueños.  (...)

Entre el infantilismo de unos políticos de muy mala calidad, una argumentación simple cuando no ramplona, unos intelectuales de vergüenza ajena que en todo este tiempo no han sido capaces de inspirar ninguna grandeza; y una agenda partidista legítima, pero decididamente cínica cuando de cara a la galería exaltas a la gente a mantenerse unida, el llamado «proceso» se ha convertido en esta agonía para los independentistas, sin que España tenga que inmutarse.  (...)

La derecha ha usado siempre el sentimiento independentista para retener el poder y para hacer sus negocios. La tensión nacional no resuelta de Cataluña la administró Pujol con maestría, haciéndose en Barcelona el imprescindible para el gran sueño de ser catalanes y ser libres; y presentándose en Madrid como el dique de contención contra el independentismo, para obtener a cambio impunidad para sus negocios y los de su familia.

La independencia para la derecha es la justificación amable y heroica de la trama de poder y dinero que subyace y que es el único y verdadero objetivo y razón de ser de su actividad política.

Pujol, siendo probablemente mucho más independentista que Mas, jugó al autogobierno porque calculó –con acierto– que ahí estaban su fuerza, sus votos, su legitimidad y su capacidad de maniobra.

Mas, que siempre fue un autonomista de perfil bajo, y que cuando le preguntaban por la independencia decía que era un «concepto anticuado» y que le daba «pereza», interpretó, equivocándose, que tenía que liderar el independentismo para mantenerse en el poder, y que ahí estaban la fuerza y los votos de una sociedad que había cambiado.

Mas se equivocó, se desangró en favor de Esquerra Republicana, favoreció el crecimiento del submundo antisistema, como siempre que el centro derecha invita a saltarse la Ley y se pone revolucionario; rompió su federación, propició que incluso Unió se rompiera, y puso al PSC al límite de sus contradicciones, forzando también su debacle, en favor de Ciudadanos –en parte– y de Podemos.  (...)

En su última jugada, Mas se va fiel a su estilo de presidente de la trama: cede, pero a cambio de que los diputados de la CUP dejen su escaño, que dos de ellos se incorporen a la dinámica de Junts pel Sí, y que todos ellos no voten nunca en el mismo sentido de los partidos que se oponen a la independencia.

La democracia que tanto le exige a Rajoy, en nombre del derecho a decidir, la vulnera del modo más clamoroso pervirtiendo en los despachos lo que la gente ha votado.

La CUP acaba con Mas. También acaban con ellos mismos, en parte, pero como destruir es lo suyo y tampoco vinieron a construir nada, ellos lo están celebrando, absolutamente encantados."                 (Salvador Sostres, ABC, 10/01/16)

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