"(...) Según informaciones periodísticas, Pablo Iglesias ha acordado con la
coalición “En comú-Podem (o a la inversa)” su presencia en tres actos
electorales y, sobre todo, que Iglesias no haga referencia al origen
familiar-geográfico de los posibles asistentes a los mítines. Ya se le
abroncó durante la anterior campaña y no sólo desde el ámbito
secesionista, también desde sus filas amigas, desde “Catalunya sí que es
pot” (¡vaya nombrecito!) en aquella ocasión.
¿Y por qué la
bronca, por qué la imposibilidad, el mal gusto, el error, el horror, la
incorrección de hacer referencia al origen familiar geográfico de los
asistentes? ¿Por las exigencias y corolarios del postulado
secesionista-geométrico “som un sol poble”? ¿Y que querrá decir eso de
que somos un solo pueblo y no dos ni diecisiete?
¿Que todos tenemos la
obligación de comulgar diariamente con los presupuestos culturales del
secesionismo realmente existente, como una especie de atmósfera cultural
que no podemos poner en cuestión a no ser que queramos arriesgarnos a
la asfixia y marginación? ¿Que tendré que ver yo o muchos otros con el
pueblo que pueden representar sectores neoliberales-secesionistas de las
clases medias independentistas? ¿Por qué debo yo formar parte del mismo
pueblo que Millet, Mas, Marta Ferrusola, Isidre Fainé u Oriol
Junqueras?
¿Qué ciudadano de izquierdas catalán –he escrito de
izquierdas- no se siente más hermanado, formando más del mismo demos,
del mismo pueblo, con ciudadanos ejemplares como Óscar Carpintero, Jorge
Riechmann, Manuel Martínez Llaneza, Santiago Alba Rico, Yayo Herrera,
José Sarrión, Carlos Fernández Liria o Manolo Monereo pongamos por caso,
que con los anteriormente citados? ¿Por qué tengo yo que olvidarme de
mis orígenes oscenses?
¿Por qué tengo que renunciar a los mil lazos que
me unen con gentes de los pueblos de mis padres, de mis abuelos, de mis
bisabuelos? ¿Qué hay de malo en ser de aquí y ser de allá (y de muchos
sitios más)? ¿No hay un claro intento de asimilación a un solo registro,
el creado y postulado por los diseñadores e impulsores de “un solo
pueblo nacionalista-secesionista?
¿Por qué no puedo hacer míos a Carner,
Foix, Hernández, Cernuda y Aresti, al mismo tiempo y sin contradicción,
como otros pueden hacer suyos a Cortázar, Borges, García Lorca y Mercé
Rodoreda? ¿Por qué hay que ocultar-negar nuestras relaciones con
ciudadanos y pueblos hermanos?
¿Qué tipo de pueblo es ese que exige
registros unidimensionales a ciudadanos enlazados con mil historias y
diversas geografías? ¿Por qué nos emocionamos, como apuntó Ada Colau en
un mitin el pasado lunes 7 de noviembre, con una joven madre soltera con
un niño con dificultades a su cargo y pocos medios y no podemos
hacerlo, en cambio, por una madre sin trabajo y con un hijo pequeño de
Jerez de la Frontera como se nos cuenta en “Techo y comida”?
¿Sí en un
caso y menos en el otro, porque son de otro pueblo, de otro demos? ¿Por
qué es feo-malo-erróneo-inadecuado hablar de todo ello? ¿Por qué debemos
ocultar que no queremos levantar, de ningún modo, ninguna frontera más
entre nosotros, también diversos, con diferentes hablas, culturas y
cosmovisiones, y los otros que son también nuestros, que también somos
nosotros?
¿Por qué identificamos España con el Estado español y éste con
el fascismo, la reacción, el conservadurismo y las polillas tóxicas?
¿No hay fachas y explotadores en Cataluña? ¿Quién no ha hecho suyas,
aquí, entre nosotros, en .Cat, las obras y el sentir del poeta
asesinado, del poeta exiliado aquí cerca, en la Catalunya Nord? ¿Iban a
su tumba solo los intelectuales castellanos? ¿No acudían a ella también
José Agustín Goytisolo o Carlos Barral?
¿No somos un país de flamenco y
sardana, de Poveda y Silvia Pérez Cruz, de catalán, castellano y
catallano (y otras numerosas lenguas), de explotados y explotadores, de
gentes, que como tantas otras gentes, quieren flor de aliso y perenne
ternura desgranada, y una justa distribución de los bienes de una Tierra
maltratada que da o debe dar sus frutos para todos y todas?
¿Pero no es
todo eso lo más elemental, lo más básico, lo más esencial que siente y
piensa cualquier ciudadana o ciudadano de izquierdas que no haya
renunciado al ABC de su cosmovisión, de su estar en el mundo? ¿Qué
proyecto emancipador es ese, si lo pensamos con calma, que pasa por la
construcción de un Estado en Cataluña o en el conjunto de los Países
Catalanes?
¿Para qué, con quiénes? ¿Para defender mejor el catalán por
ejmplo? ¿Y por qué no es posible de forma federada, por qué no es
posible amar todos idiomas que son de todos o pueden ser de todos? ¿No
nos importan las gentes de Gamonal, de Vallecas, de Jerez, de Barbastro,
de Zarauz, de A Coruña o de mil sitios más? ¿De verdad? ¿Entonces…?
¿Por qué no podemos entonces hablar y hacer referencia a que muchos de
nosotros tenemos identidades diversas, orígenes en otros lugares de
España (o también en otros países)? ¿Hay que recordar el trato recibido
por el proletariado de muchas ciudades y pueblos de España que llegaba
aquí en busca de trabajo digno y comida?
¿Tenemos ahora que idealizar y
llevar a los altares a la patronal catalana? ¿Hay que seguir contando
cuentos sobre el “buen trato” recibido, sobre la acogida, sobre el
trabajo que fue dado a gentes que se morían de hambre? ¿Vamos nosotros a
hablar en esos términos? ¿Será la nuestra, la burguesía catalana, la
más afable, respetuosa, humanista y comprensible del mundo? ¿De verdad
pensamos eso? Luego entonces
A mi no me importa, todo lo
contrario, que alguien en la plaza pública me recuerde, por ejemplo,
cantares de Labordeta, de la Bullonera o de tantos otros. ¿Por qué
tendría que importarme? ¿No nos emocionamos nosotros cuando en reuniones
de ciudadanos de Zaragoza, Madrid o Sevilla se escuchan canciones de
Raimon o de Ovidi Monitor por ejemplo?
Ya está. De nada en demasía.(...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 14/12/15)
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