"(...) ¿Qué le asombra del mundo alrededor?
La estupidez
institucionalizada. Me asombra que en Cataluña, donde vivo, se diga que
estamos oprimidos, que somos esclavos. Yo no me siento oprimida, ni
esclava; tengo una hipoteca, como casi todos los españoles, eso sí te
esclaviza. Me asombra que sea imposible salir de una especie de círculo
vicioso que se retroalimenta y no lleva a ningún lado.
¿Le afecta mucho humanamente?
Muchísimo. Me hieren
las palabras, los hechos, las mentiras, la manipulación de la historia.
Cuando se le da la vuelta a hazañas y corrientes históricas y se miente
descaradamente, me duele hasta el punto de la depresión. Mi madre era de
Salamanca, el padre de mi hija es de Madrid, yo soy de Barcelona y mi
padre era catalán y catalanista. Esto a él le hubiera dado vergüenza.
¿Le ve rendijas al círculo vicioso?
Tengo la
esperanza de que un rayo de luz ilumine a los que nos gobiernan. ¡Si Mas
ha dicho, ante sucesos recientes, que él los entiende porque también
estamos oprimidos! ¡Pero, oiga!
Escribió en EL PAÍS una carta de denuncia. ¿Fue valentía?
No soy nada valiente. La independencia no parece una idea buena, ni
deseable, ni viable. ¿En qué va a mejorar la vida de la gente? ¿Vamos a
tener un pasaporte de cuatro barras? ¿Y? Fue hartazgo: ¡No en mi nombre,
en mi nombre no lo hagan! (...)" (Entrevista a Isabel Coixet,
Juan Cruz , El País,
22 NOV 2015)
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