"(...) En los últimos días ha habido, y aún los habrá, varios
pronunciamientos contra la independencia de Cataluña. De la CEOE a la
patronal bancaria, pasando por el presidente de Telefónica, o los
propietarios de Almirall o Pronovias.
Aunque algo tardías, son
declaraciones bienintencionadas que tratan de concienciar a los votantes
de Cataluña sobre el riesgo independentista. Pero todas ellas están
proyectando una imagen peligrosa y falsa: la idea de que Cataluña es
Escocia y de que el próximo domingo los votantes catalanes pueden
decidir, como hicieron los escoceses, sobre su permanencia o no en
España.
Lo de menos es que esta idea alimente el carácter plebiscitario que
el presidente Mas ha tratado de dar a su campaña. Se exagera esta
cuestión: al fin y al cabo casi todas las elecciones se resuelven en una
pugna binaria, y si no es entre el Sí o el No es entre el A o el B.
La
cuestión clave es que el domingo no se decide la independencia de
Cataluña sino la posibilidad de un gravísimo enfrentamiento
institucional, si el presidente Mas gana las elecciones y cumple su
promesa de declarar, al margen de la ley, el inicio de un proceso de
independencia.
Por lo tanto, la advertencia pertinente que deben hacer
los poderes españoles no es sobre las consecuencias de la independencia
sino sobre las consecuencias de la ilegalidad. Es decir, no de lo que
supondría la independencia para Cataluña y para España, sino de lo que
supondría la suspensión de la autonomía.
Porque la interrupción de la
autonomía sería una decisión inexorable a partir del momento en que la
Generalidad pasara de las palabras a los hechos e, infinitamente más
probable, desde el punto de vista del Estado de Derecho, que la
proclamación de la independencia de Cataluña.
Si es que yo no ando confundido, vaya." (Arcadi Espada, El Mundo, 22/09/2015)
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