Pero también hay una parte de la
ciudadanía que parece sufrir una especie de paranoia entorno a la
relación de Catalunya con España. Una actitud que me temo ha ido en
aumento espoleada por la propaganda acerca de todas las maldades que el
Estado español infringe a Catalunya.
A la vista de lo que oigo y percibo,
utilizar el término paranoia, como lo hace Quim Coll de Societat Civil
Catalana, en un reciente artículo en El Periódico, no me parece
exagerado, aunque a algunos pueda molestarles.
Hace un tiempo, allá por el 2013, me
encontré en las montañas de Chile con jóvenes excursionistas catalanes
muy preocupados por las amenazas que los “militares” españoles hacían
pesar sobre Catalunya. Exponían unas consideraciones que entonces no
pude sino considerar paranoicas.
Estos días, recorriendo los viejos
caminos de las montañas de mi infancia, he vuelto a escuchar parecidas
historias sobre las represalias que toma “Madrid” por la convocatoria de
unas elecciones autonómicas que hagan el papel del referéndum que
“España” no les deja hacer.
El problema consiste, según ellos, en
que, desde que Mas lanzó su órdago soberanista, la aviación militar
española realiza vuelos rasantes sobre varias comarcas catalanas con el
manifiesto fin de atemorizar a la población. Y los abuelos salen a las
ventanas recordando la guerra y temerosos de que vuelvan aquellos
tiempos…
Están realmente convencidos de que el
ejército español, que algunos llaman “de ocupación”, está tratando de
atemorizarles. Imposible convencerles de que se debe tratar de maniobras
rutinarias de la base de Zaragoza. Mis argumentos son la prueba, como
ya me definió Almunia allá por los tiempos de las primarias, de que soy
un jacobino irredento al que su españolismo le impide ver las cosas como
son.
Tampoco me he enterado de que los 300
agentes del Cesid, que estaban desplegados en el País Vasco para luchar
contra ETA, y que afortunadamente ya no son necesarios allí, han sido
trasladados a Catalunya para espiar a los que profesan sentimientos
nacionalistas e identificar a los partidarios de la independencia.
No se cuan representativas son esas disparatadas tesis de los animal spirits de
la sociedad catalana. El resultado de las próximas elecciones nos dará
una buena medida de ello. Pero es muy preocupante que las defiendan
personas con una cierta experiencia política, como Romeva, que encabeza
la lista en la que se camufla Mas como candidato no declarado, pero
pactado, para seguir gobernando la Generalitat.
Romeva fue eurodiputado
cuando yo presidía el Parlamento Europeo, y no se le recuerda ninguna
contribución mínimamente relevante para la construcción europea. Pasará a
la historia del parlamentarismo europeo por una carta a la Comisión
pidiendo protección ante un posible invasión de Catalunya por el
ejército español, ya que “es muy preocupante oír el zumbido de los cazas
sobre tu cabeza sin previo aviso”.
Vaya, si todo un eurodiputado gasta
su tiempo, y el dinero que le pagamos, en escribir semejantes sandeces
no es extraño que jóvenes excursionistas se sientan motivados para
repetirlas.
Pero lo de Romeva es para nota. Como
recuerda Quim Coll, además de pedir a Europa garantías de que Catalunya
no será invadida, también ha pedido a la Comisión, junto con un diputado
de Convergencia, que condenara el pisotón que sufrió Messi por parte de
Pepe en un partido de la Copa del Rey. Pues aunque cueste creerlo, a
eso se dedican algunos eurodiputados. Y debe ser muy valorado, puesto
que les hacen cabezas de lista.
No son los únicos que nos brindan
algunas perlas cultivadas con las que podríamos amenizar el descanso
veraniego, si la cosa no fuera preocupante. Detrás de Romeva, en la
amalgama de la lista electoral que defiende la independencia como único
punto de su programa, aparecen personas tan ecuánimes que consideran que
“si en la selección española de futbol hay tantos jugadores del Barça,
es porque es un intento más de españolizar a Catalunya” o que “para que
quieren los catalanes vivir sojuzgados si pueden vivir libres”, (Carmen
Forcadell), o que “los padres que reclaman una educación bilingüe
maltratan a su hijos” (Muriel Casals).
Esas declaraciones se podrían explicar
por las características psicológicas de quienes las pronuncian. Pero la
advertencia de Mas de que “si los catalanes no aprovechan la ocasión (de
independizarse), el Estado español pasará por encima sin piedad”,
parece más difícil de justificar por razones psicológicas. O quizás no. (...)
Otras muchas falsedades a las que no tengo espacio para referirme en este artículo [NdE: Artículo de J. Borrell “Las cuentas y los cuentos de la independencia de Catalunya“, Agosto 2015]
han alimentado la paranoia a la que antes me refería. La cosa ha
llegado a un punto en el que las explicaciones razonadas y fundadas
probablemente ya no surtan efecto en una parte importante del
electorado. Pero pueden ser vitales para los demás." (Josep Borrell, Economistas frente a la crisis, 19/08/2015)
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