"(...) Si por algo se caracteriza en la actualidad la situación política de
Cataluña es por los eufemismos que utiliza el independentismo agrupado
en “Junts pel sí” para soslayar los temas delicados, para borrar lo que
se considera negativo o que puede convertirse en un problema si se
declara explícitamente. Se trata de ocultar “hechos desagradables de la
dominación y su transformación en formas inofensivas o esterilizadas” (
Scott, 2003: 89).
¿Cómo no esconder los desproporcionados recortes en gasto público social, los más elevados que se han producido en España y en la UE-15? Recortes que se han producido especialmente en aquello más desintegrador y que acrecienta la desigualdad como sanidad, educación, servicios domiciliarios a personas discapacitadas, vivienda social y servicios de prevención de la exclusión social.
¿Cómo no esconder los desproporcionados recortes en gasto público social, los más elevados que se han producido en España y en la UE-15? Recortes que se han producido especialmente en aquello más desintegrador y que acrecienta la desigualdad como sanidad, educación, servicios domiciliarios a personas discapacitadas, vivienda social y servicios de prevención de la exclusión social.
¿Quizás
culpando de todo ello a España bajo el famoso, “España nos roba”, que
exculpa, por arte de magia, a CIU, el partido que ha pilotado Cataluña
durante la crisis?
Las instituciones sanitarias y docentes han sido las que más empleados públicos han perdido durante los últimos cinco años en Cataluña, durante los gobiernos Mas y Mas-Colell. Desde 2010, los recortes presupuestarios han reducido el personal de la Generalitat en 6.832 personas (son datos publicados en su propia página web). El 55% de estos puestos de trabajo perdidos corresponden a esos dos sectores, salud y educación, los pilares del, muy mercantilizado y privatizado, estado de bienestar catalán.
Las instituciones sanitarias y docentes han sido las que más empleados públicos han perdido durante los últimos cinco años en Cataluña, durante los gobiernos Mas y Mas-Colell. Desde 2010, los recortes presupuestarios han reducido el personal de la Generalitat en 6.832 personas (son datos publicados en su propia página web). El 55% de estos puestos de trabajo perdidos corresponden a esos dos sectores, salud y educación, los pilares del, muy mercantilizado y privatizado, estado de bienestar catalán.
Sólo los cuerpos de seguridad,
Mossos d'Esquadra y bomberos, han visto incrementar a sus efectivos en
unas 1.000 personas (el aumento se debe, básicamente, a una convocatoria
de empleo público para mossos en 2011). Los cuerpos de seguridad han
pasado de sumar 16.108 agentes en junio de 2010 a 17.152 durante el
mismo periodo de 2015 (casi todos ellos funcionarios, sólo hay 32
interinos).
En Cataluña llevamos muchos años “decidiendo” a través del voto a quién le damos la confianza para que nos gobierne, sin embargo la campaña por “el derecho a decidir” parece haber borrado de un plumazo que CIU ha gobernado el 80% de los años de democracia en que ha sido elegido por la ciudadanía.
En Cataluña llevamos muchos años “decidiendo” a través del voto a quién le damos la confianza para que nos gobierne, sin embargo la campaña por “el derecho a decidir” parece haber borrado de un plumazo que CIU ha gobernado el 80% de los años de democracia en que ha sido elegido por la ciudadanía.
La “decisión” de hombres y mujeres de
Cataluña durante casi cuarenta años ha sido otorgar confianza a un
partido nacionalista moderado, no independentista, de la derecha
neoliberal que ha sido el responsable de la situación de penuria social
que sufre hoy Cataluña.
Su colaboración con los gobiernos españoles del
PP y del PSOE durante toda la etapa democrática parece haber
desaparecido del frágil recuerdo de miles de ciudadanos/as que “creen”
en la construcción narrativa de este partido que pretende hacernos creer
que han luchado contra España, no desde hace cuarenta años, sino desde
hace trescientos.
Cada vez que un eufemismo oficial logra imponerse sobre otras versiones, discordantes, los subordinados aceptan explícitamente el monopolio del conocimiento público que ejercen los dominadores. Puede ser que los subordinados no tengan otra opción; pero, mientras no sea cuestionado abiertamente, ese monopolio no tiene “que dar explicaciones”, no tiene que “darle cuentas a nadie” ( Scott, 2003: 90).
El eufemismo no se limita al lenguaje, esteladas en los balcones, calles y ayuntamientos, ceremonias públicas como la Diada, himnos y diversos rituales, como las famosas ruedas de prensa del Sr. Mas o los abrazos con el representante de la extrema izquierda independentista, el Sr. Fernández, son aspectos a través de los cuales los poderosos intentan presentar su dominación de acuerdo con sus gustos.
Cada vez que un eufemismo oficial logra imponerse sobre otras versiones, discordantes, los subordinados aceptan explícitamente el monopolio del conocimiento público que ejercen los dominadores. Puede ser que los subordinados no tengan otra opción; pero, mientras no sea cuestionado abiertamente, ese monopolio no tiene “que dar explicaciones”, no tiene que “darle cuentas a nadie” ( Scott, 2003: 90).
El eufemismo no se limita al lenguaje, esteladas en los balcones, calles y ayuntamientos, ceremonias públicas como la Diada, himnos y diversos rituales, como las famosas ruedas de prensa del Sr. Mas o los abrazos con el representante de la extrema izquierda independentista, el Sr. Fernández, son aspectos a través de los cuales los poderosos intentan presentar su dominación de acuerdo con sus gustos.
“Vistos en conjunto, todos esos eufemismos representan el
halagador autorretrato de la elite dominante” ( Scott, 2003: 91).
Estigmatizar a quien discrepa no resulta difícil sobre todo en centros
de sociabilidad (comisiones de bailes populares, centros excursionistas,
corales, etc.) o en pueblos pequeños donde el control se hace agobiante
sobre aquellos/as que se salen de la normatividad impuesta por el
discurso oficial.
Se busca, naturalmente la unanimidad, el nombre de la candidatura lo
revela, Juntos (por el sí), en la línea de aunar a todos haciendo un
gran esfuerzo por alimentar una imagen pública de cohesión y de
creencias comunes. Juntos la derecha y la izquierda (incluso es posible
que la extrema izquierda en el último momento decisivo de la
proclamación de la independencia) en un complicado pacto que, no se ha
dado a conocer públicamente, para reducir al mínimo los desacuerdos. (...)
Las manifestaciones públicas, como la Diada, son el componente visual y
oral de una ideología hegemónica, la ceremonia formal en que se ha
transformado esta manifestación en los tres últimos años sirve a los
poderosos para celebrar y dramatizar su dominio.
Han sido interpretadas como apoyo a sus gobernantes sin los cuales
dichas ceremonias no serían posibles. Ninguna manifestación ha contado
nunca en la época democrática con todos los medios de infraestructura
(por ejemplo, m ás de 2.000 autocares fueron facilitados por la
“generosa” Asamblea Nacional que trasladaron durante todo el día a
alrededor de unos 100.000 participantes ), publicidad y protección
policial a su disposición para realizarla. Incluso para ensayarla días
antes como una puesta en escena.
Y es que se plantea así, como un espectáculo aéreo para ser retransmitido por las televisiones. Los participantes son actores al servicio del simbolismo orquestado por los organizadores que marcan la hora simbólica del inicio, 17:14, dónde se han de situar los participantes, de qué color deben llevar la camiseta y los punteros y cuándo han de recoger todo y marchar a sus casas.
Y es que se plantea así, como un espectáculo aéreo para ser retransmitido por las televisiones. Los participantes son actores al servicio del simbolismo orquestado por los organizadores que marcan la hora simbólica del inicio, 17:14, dónde se han de situar los participantes, de qué color deben llevar la camiseta y los punteros y cuándo han de recoger todo y marchar a sus casas.
El
recorrido de la última Diada se dividió en 135 tramos, agrupados en 10
bloques, tantos como ejes sobre los que los organizadores desean que se
construya la República Catalana, cuya vindicación es el sentido de
marcha. Dentro de los tramos se agrupaban los diversos colectivos que
apoyaban la manifestación, jóvenes en el eje "democracia", sindicalistas
en "justicia social", etc.
Nadie va a ver la manifestación. El espectáculo es de meros actores y actrices sin público, es una ceremonia que el poder organiza para sí mismo y para los medios de comunicación. Cuadro vivo de la disciplina y del control centralizado. Existe una inteligencia unificada que, desde el centro, dirige todos los movimientos del “cuerpo”
Nadie va a ver la manifestación. El espectáculo es de meros actores y actrices sin público, es una ceremonia que el poder organiza para sí mismo y para los medios de comunicación. Cuadro vivo de la disciplina y del control centralizado. Existe una inteligencia unificada que, desde el centro, dirige todos los movimientos del “cuerpo”
Toda la escena, como imagen y como demostración
de poder, transmite el sentido de unidad y de disciplina bajo una
autoridad única y decidida. Cualquier desorden, división, indisciplina e
informalidad se elimina de la escena pública, se crea una imagen de
cómo deberían ser las cosas, el desfile es una idealización eficaz de
una creación irreal (Scott, 2003: 99-100).
El mensaje que se quiso transmitir, al servicio de una opción política particular (la de los Sres. Mas y Junqueras), es la de la obligación de los subordinados a manifestar su sumisión y se les da a entender que no tienen nada que hacer, que su proyecto político es imparable y cuenta con la unanimidad de quienes aman su tierra, por tanto, su única opción es obedecer.
El mensaje que se quiso transmitir, al servicio de una opción política particular (la de los Sres. Mas y Junqueras), es la de la obligación de los subordinados a manifestar su sumisión y se les da a entender que no tienen nada que hacer, que su proyecto político es imparable y cuenta con la unanimidad de quienes aman su tierra, por tanto, su única opción es obedecer.
Ocasionales rebeldías serán castigadas con la marginación,
desautorización, cuestionamiento de su catalanidad, sospechas de
traición y de su auténtica ideología que no puede ser sino de derechas, o
por qué no, ya puestos, fascista. Lo importante es que el poder de la
imagen de un frente unido para asombrar e intimidar a los subordinados. (...)" (Laura Vicente , Rebelión, 25/09/2015)
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