"Afortunados sois los que no habéis sido educados en el pujolismo.
Podréis lamentar tanto como queráis haber descubierto la gran estafa del
patriarca y su descendencia, pero no os veréis confrontados a la
vergonzante sensación de descubrir que os han engañado desde los
estamentos más importantes y decisivos de vuestra formación.
Los que
somos hijos de la inmersión lingüística, los que hemos nacido y crecido
en la normalización nos preguntamos estos días si no hemos sido
educados para ser carnaza del pujolismo, si hemos vivido en una secta
sin tener ni idea.
No es que nos lo hayamos creído o no, que seamos
fanáticos o no, es que lo hemos mamado por dos vías poderosísimas que
ocupaban nuestras horas: la educación y la televisión.
Los que nos hemos hecho catalanes con TV-3 y la escuela empezamos a
sospechar que muchas de las historias con las que hemos crecido o eran
mentira o eran verdades a medias.
Recuerdo el eslogan de una campaña de
la Generalitat cuando era pequeña «el trabajo bien hecho no tiene
fronteras, el trabajo mal hecho no tiene futuro» o un programa de niños
en el que Jordi Pujol les explicaba que el pan con tomate era la
cosa más catalana que hay porque simboliza el espíritu ahorrador.
En los
libros de texto y TV-3 hemos aprendido los mitos fundacionales, de los
Almogávares a las sangrientas cuatro barras, del Decreto de Nueva Planta
a la lucha franquista, donde Pujol fue figura estelar. Toda una
historia adecuada como un guante a las necesidades del nacionalismo que
después sería independentismo.
Para los inmigrantes y los hijos
de inmigrantes, un anexo especial, la teoría del ascensor social: que si
nos incorporamos a la idea pujoliana de país, el éxito lo tendríamos
garantizado. «Es catalán quien vive y trabaja en Catalunya». Ahora sería
más preciso decir: «Es catalán quien vive, trabaja y paga impuestos en
Catalunya». (Najat El Hachmi, El Periódico, 06/08/2014)
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