"(...) El cuento de España terminaba de nuevo mal y por eso surgían otros cuentos maravillosos.
Así es como creció ese nuevo cuento, potente, bien ensayado, desde abajo y desde arriba, con crowdfunding
y con presupuesto público, como era el de que Cataluña iba a declararse
independiente —tenemos prisa decían— y que iba a ser ya, ahora,
enseguida. En fechas señaladas, además: en el 2014 del tricentenario de
aquel 1714 de la Nueva Planta (...)
O, como más tarde, en el primer 23 de abril del año siguiente, el
actual 2015. Y que se produciría casi automáticamente, al estilo de una
máquina expendedora: usted echa las monedas de una fuerte voluntad
popular debidamente organizada y manifestada en las urnas y cae
inmediatamente una burbujeante, dulce y fresca independencia que deja
satisfechos a quienes la disfrutan, desconcertados a quienes la rechazan
y maravillados a todos por la capacidad catalana para producir milagros
históricos.
El final del cuento es conocido. Hay un perro y un gato, que son Mas y
Junqueras: no importa para el argumento entrar en más detalles sobre
cuál de los dos es felino y cuál cánido, porque basta con señalar, como
ha visto todo el mundo y especialmente sus partidarios, que se comportan
como perro y gato. Son perro y gato.
El cuento se ha terminado por
muchas razones.
En primer lugar, porque el cuentacuentos que es la
historia nos está contando tres cuentos más que interfieren con el
cuento único vigente hasta hace bien poco tiempo. En segundo lugar,
porque el relato de la independencia se ha revelado finalmente que era
lo que es siempre el cuento político: una simple y brutal pelea por el
poder. (...)
Llegamos así al cuarto cuento, el cuento del poder que se nos contaba
disfrazado de cuento de emancipación nacional. Lo ha reconocido con
palabras precisas un intelectual independentista de los más encendidos,
como Héctor López Bofill, al formular en el diario El Punt/Avui,
el más conspicuo portavoz periodístico del proceso, dos dudas
trascendentales:
“¿La verdadera intención de Mas es alcanzar la
independencia o instrumentalizar la ambición independentista para
mantenerse en el poder? ¿La voluntad de ERC es consumar la secesión o
ganar unas elecciones autonómicas e hilvanar un nuevo gobierno de
izquierdas que esta vez provoque la desintegración de CiU (a diferencia
de la tentativa fracasada que significó el tripartito en esta
dirección)?”. (...)
El proceso sigue en la medida en que sus protagonistas han preferido
no matarlo. Pero se ha resquebrajado. La grieta está a la vista de
todos, incluidos los más fervientes soberanistas.
Sus dirigentes saben
que la independencia, que han venido vendiendo durante cuatro años de
machacona campaña y de relato único, es un cuento de hadas. No quiere
decir esto que su programa independentista no pueda obtener un apoyo muy
amplio en las elecciones del 27 de septiembre, ni siquiera que no pueda
obtener la mayoría. Lo que es seguro es que no habrá mayorías para
aventuras. Quienes tenían prisa mejor que se sienten.
Quienes creían en
fáciles automatismos, mejor que revisen sus ecuaciones infalibles.
Quienes esperaban milagros de la internacionalización y lecturas audaces
del derecho internacional, mejor que vuelvan a los libros, think tanks y seminarios universitarios.
Lo que va a quedar es lo que había y lo que debía quedar.
Hay una
opinión independentista que se ha ensanchado hasta un límite que muy
difícilmente puede seguir creciendo, con su plusmarca en el 9-N. Con
ella se pueden hacer muchas cosas, pero no la independencia según los
planes apresurados de sus dirigentes. (...)
Pero no se puede declarar la independencia a fecha fija y
unilateralmente ni se puede mantener a la ciudadanía entera colgando de
un hilo durante años y además sin dar palo al agua a la hora de
gobernar.
No hay relato de España, es verdad. El de Cataluña tiene la
consistencia que hemos visto. Y el único que nos valdría, el relato de
Europa, está en peligro. Habrá que optar y espabilar, si es que somos
capaces.
Pero en todo caso, antes hay que tener las cosas claras y saber
que el cuento se acabó con el perro y el gato, como dice la cláusula
final de los cuentos tradicionales en catalán, el equivalente del
colorín colorado: “Vet aquí un gos, vet aquí un gat, i aquest conte s’ha acabat!”. (
Lluís Bassets , El País,
16 ENE 2015)
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