"(...) TV3 ha trazado el marco mental de los catalanes a partir de rasgos
diversos. Para empezar, el marco físico: cuando la sección de
Meteorología da la previsión del tiempo en Sevilla en el apartado
Ciudades Europeas y el de Valencia en Països Catalans, parece que uno
esté viendo a un carpintero trazar el marco a burdos golpes de martillo.
A la elementalidad física le corresponden muchos otros marcos morales.
Fijémonos, por ejemplo, en el que traza una de las normas del libro
de estilo de la televisión pública ante la circunstancia habitual de
tomar declaraciones a los paisanos congregados en cualquier lugar de los
hechos, bien porque se haya ganado una copa deportiva o se haya
producido un crimen.
El libro de estilo es tajante: se privilegiará la
opinión de aquellos que puedan expresarse correctamente en lengua
catalana. La lengua, obviamente, y lo que llaman su normalización, ha
sido el centro de la actividad moral de TV3. Ya es tópico referirse a
aquel «llueve en el estado español» que caracterizó, con la prohibición
de pronunciar la palabra España, su primera andadura.
Pero la lengua,
los usos lingüísticos, han tenido una importancia mucho más sofisticada
en el trazado del perímetro moral. Durante los últimos años, en los
programas informativos se ha instalado una confianza entre los avisados
que va más allá del tuteo. Es lo que permite que Junqueras, el líder
republicano, trate de «chico» al contertulio que le interroga.
O que en
muchos de sus comentaristas, sea costumbre llamar Mariano, e incluso el
Mariano, al presidente del Gobierno español. Esta confianza cachazuda
también crea comunidad. E incluye tanto como excluye.
La exclusión ha sido, como resulta obvio, otra de las grandes
estrategias de la construcción mediática de la nación. TV3 es importante
no sólo por lo que incluye, sino sobre todo por lo que excluye: las
personas y los asuntos. Gratos y non gratos. Es ocioso poner ejemplos.
Pero pongamos dos clamorosos, uno en la historia y otro en el presente:
para TV3 nunca ha existido la disputa lingüística en Cataluña y tampoco
la evidencia de que el presidente fundador de la nación compatibilizó su
cargo con la evasión fiscal. Y es hasta gracioso que cuando se viera
obligado a hablar de este último, se limitara a decir que había
regularizado su situación fiscal en las últimas semanas.
Hay, por último, un rasgo que no suele ser citado en los análisis de
este tipo y cuya importancia me parece manifiesta. TV3 ha sido una
televisión eminentemente deportiva. Y precisando aún más. Una televisión
futbolística. Y, huelga decirlo, arrasadoramente barcelonista. Lo
interesante, para lo que estamos tratando, es que TV3 ha explicado
frecuentemente el mundo en forma de contienda.
De contienda entre
barcelonistas y madridistas. Es decir, entre madrileños y barceloneses.
Es decir, entre catalanes y españoles. Estos escalones sutiles han sido
paulatinamente superados en una labor que se ha visto ayudada por la
deportivización general del propio periodismo, donde la cultura, la
economía y, por supuesto, la política se explican frecuentemente en
términos de contienda deportiva, maniqueos y básicos.
Es moda tranquilizante, sobre todo para algunos expertos de Madrit,
el señalar que la crisis económica ha tenido una importancia notable en
la extensión del secesionismo. Puedo aceptar que una parte del voto
secesionista sea en efecto un voto de protesta, genéricamente
considerado.
Pero hay dos objeciones a esa hipótesis: que anteriores
crisis, como la del 93, no provocaron expansión ninguna del soberanismo
y, sobre todo, que ni el más optimista de los partidarios de la
independencia ha dejado de reconocer nunca que la secesión perjudicaría
gravemente el nivel de vida de una generación de catalanes.
Por el
contrario, jamás se vincula al éxito soberanista de estos últimos años
la brillantísima e insólita trayectoria del Barcelona, club de fútbol,
cuyas humillaciones al eterno rival adquirieron en algún momento
proporciones épicas.
Les debe de parecer a los analistas que eso es frivolizar el
secesionismo. ¡Como si lo necesitara! TV3, y el conjunto del sistema
mediático catalán (queda para otro momento el análisis de hasta qué
punto se trata de un sistema abusivo e impermeable, que incluye a la
programación local de periódicos y grandes cadenas españolas)
construyeron con el Barcelona, club de fútbol, un mito de gigantescas
proporciones.
No sólo la frontera entre el deporte y la política quedó
borrada. Es que en un determinado momento ya fue imposible distinguir
entre la manifestación que celebraba la enésima victoria del Barça o la
que desfilaba con igual entusiasmo cualquiera de estos últimos 11 de
septiembres masivos.
En alguno de estos momentos, el catalán realmente
existente, es decir, el hipnotizado, se dijo que si habían ganado la
Champions bien podían ganar la independencia. Y, sobre todo, aún se dijo
más: que si la Champions la habían ganado otros, la independencia iba a
ganarla él. La expansión de la hipnosis le correspondió ejercerla
básicamente a TV3.
Lo que ha venido luego, en estos últimos meses, ya tiene mucho menos
interés. Sucia y tosca propaganda. TV3 sabe, proclama y demuestra que la
verdad es la primera víctima de la guerra. Y que están en guerra." (ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 07/11/14, en Fundación para la Libertad)
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