"Ahora lo sabemos con toda seguridad. La Cataluña de los nacionalistas,
esa de TV3, es un fraude, un camelo, pura ficción, no existe. O para ser
más exactos, no representa nada más que al 29,8% del censo electoral,
aunque cada día durante 24 horas nos quieran hacer creer que su escaso
porcentaje es Cataluña.(...)
Hay muchos, son muchos separatistas, casi dos millones, pero solo son
una parte de ella, no la totalidad. Controlan todo el poder, dominan la
escuela, la sociedad civil, los medios, la calle, son los amos de
Cataluña, pero no son Cataluña, como no es España la casta que la dirige
aunque viva a nuestra costa.
(...) “Dondequiera que existe una clase dominante, la moral pública
derivará de los intereses de esa clase”. En Cataluña, el catalanismo
como élite económica y cultural ha impuesto su hegemonía al resto de
ciudadanos catalanes y a la masa de trabajadores llegados del resto de
España.
De ahí, que siendo un tercio de la población, sin embargo son
mayoría absoluta en el Parlamento. Los apellidos dejan rastro empírico y
nos ayudan a visualizar las jerarquías. A pesar de que los 20 apellidos
más numerosos en Cataluña no sean catalanes, sin embargo en el
Parlamento, son prácticamente inexistentes.
El contraste es brutal. Lo
mismo pasa en los responsables de todas las asociaciones civiles,
revistas, diarios digitales, medios públicos catalanes y direcciones de
los centros educativos. Una casta catalanista ocupa y monopoliza
direcciones de partidos y sindicatos. Son los amos de la masía, y sus
señas de identidad no son el color de la piel o la ideología, sino su
adhesión al catalanismo y a la lengua que usan. Ahora también, y a las
claras, su adhesión al secesionismo.
Dicho de otra manera, una mayoría de la población ni está
representada en esa élite catalanista ni es beligerante en elecciones
autonómicas. Sólo cuando son elecciones generales participan
masivamente.
Ese es el problema y la explicación. No pregunten por las
izquierdas, han sido y son los mamporreros del nacionalismo; de las
clases burguesas catalanistas han salido buena parte de sus dirigentes, y
como tales han vivido estas últimas décadas.
Los hermanos Maragall,
Ribó, Nadal, Reventós, Josep Benet, los hermanos Font, la familia Dalmau
y Obiols, Francesc Vallverdu, Mascarell o Comín, allegados como Vázquez
Montalbán… han detentado poder político, económico y cultural, han
vivido como élites, exactamente como las élites burguesas que ejercieron
en la derecha del catalanismo y con cuyas familias están entrelazados.
“Desde hace 150 años hacen y deshacen a su antojo en Catalunya. Son 300 familias
ligadas por lazos de parentesco endogámicos que acumulan patrimonio, lo
fusionan, a través de matrimonios de sus hijos e hijas y controlan los
negocios, la sociedad, la cultura y la política catalana.
Ellos
construyeron el catalanismo político y ellos lo han gestionado en
exclusiva”, sentencia Ernesto Milá. Lo que no dice Milá es que un
nouvingut como Pujol, ha desbordado el perímetro de esas 300 familias
que Vicens Vives nos advirtió por escrito que “ya figuraban en el censo
de fabricantes de 1829”, hasta atraer a su causa nacional a las
clases medias y a una casta de funcionarios de la administración
autonómica absolutamente identificada con la identidad nacional. Va en
el cargo.
Ante esta perversión del reparto de cargos, bienes y medios tan
desiguales, la izquierda siempre ha escogido la identidad a la igualdad,
la nación a la justicia social, Cataluña, al socialismo. Mientras las
clases bajas sigan embalsadas por los partidos de esa izquierda
nacionalista que siempre prioriza la nación a la defensa de los derechos
sociales y laborales, la ficción seguirá vigente.
Los resultados de este 9N dejan patente dos verdades: Los
secesionistas son una minoría, pero les basta y les sobra para ganar
elecciones por falta de comparecencia de los dos tercios restantes. Ya
sabemos cuál es el problema, ahora sólo hace falta ponerse a trabajar en
la solución. (...)" (Antonio Robles, Crónica Global, Jueves, 20 de noviembre de 2014)
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