24/11/14

El catalanismo como élite económica y cultural ha impuesto su hegemonía... pero son sólo 300 familias ligadas por lazos de parentesco que acumulan patrimonio y controlan la sociedad

"Ahora lo sabemos con toda seguridad. La Cataluña de los nacionalistas, esa de TV3, es un fraude, un camelo, pura ficción, no existe. O para ser más exactos, no representa nada más que al 29,8% del censo electoral, aunque cada día durante 24 horas nos quieran hacer creer que su escaso porcentaje es Cataluña.(...)

 Hay muchos, son muchos separatistas, casi dos millones, pero solo son una parte de ella, no la totalidad. Controlan todo el poder, dominan la escuela, la sociedad civil, los medios, la calle, son los amos de Cataluña, pero no son Cataluña, como no es España la casta que la dirige aunque viva a nuestra costa.

(...) “Dondequiera que existe una clase dominante, la moral pública derivará de los intereses de esa clase”. En Cataluña, el catalanismo como élite económica y cultural ha impuesto su hegemonía al resto de ciudadanos catalanes y a la masa de trabajadores llegados del resto de España.

 De ahí, que siendo un tercio de la población, sin embargo son mayoría absoluta en el Parlamento. Los apellidos dejan rastro empírico y nos ayudan a visualizar las jerarquías. A pesar de que los 20 apellidos más numerosos en Cataluña no sean catalanes, sin embargo en el Parlamento, son prácticamente inexistentes. 

El contraste es brutal. Lo mismo pasa en los responsables de todas las asociaciones civiles, revistas, diarios digitales, medios públicos catalanes y direcciones de los centros educativos. Una casta catalanista ocupa y monopoliza direcciones de partidos y sindicatos. Son los amos de la masía, y sus señas de identidad no son el color de la piel o la ideología, sino su adhesión al catalanismo y a la lengua que usan. Ahora también, y a las claras, su adhesión al secesionismo. 

Dicho de otra manera, una mayoría de la población ni está representada en esa élite catalanista ni es beligerante en elecciones autonómicas. Sólo cuando son elecciones generales participan masivamente. 

Ese es el problema y la explicación. No pregunten por las izquierdas, han sido y son los mamporreros del nacionalismo; de las clases burguesas catalanistas han salido buena parte de sus dirigentes, y como tales han vivido estas últimas décadas.

 Los hermanos Maragall, Ribó, Nadal, Reventós, Josep Benet, los hermanos Font, la familia Dalmau y Obiols, Francesc Vallverdu, Mascarell o Comín, allegados como Vázquez Montalbán… han detentado poder político, económico y cultural, han vivido como élites, exactamente como las élites burguesas que ejercieron en la derecha del catalanismo y con cuyas familias están entrelazados. 

Desde hace 150 años hacen y deshacen a su antojo en Catalunya. Son 300 familias ligadas por lazos de parentesco endogámicos que acumulan patrimonio, lo fusionan, a través de matrimonios de sus hijos e hijas y controlan los negocios, la sociedad, la cultura y la política catalana.

 Ellos construyeron el catalanismo político y ellos lo han gestionado en exclusiva”, sentencia Ernesto Milá. Lo que no dice Milá es que un nouvingut como Pujol, ha desbordado el perímetro de esas 300 familias que Vicens Vives nos advirtió por escrito que “ya figuraban en el censo de fabricantes de 1829”, hasta atraer a su causa nacional a las clases medias y a una casta de funcionarios de la administración autonómica absolutamente identificada con la identidad nacional. Va en el cargo.

Ante esta perversión del reparto de cargos, bienes y medios tan desiguales, la izquierda siempre ha escogido la identidad a la igualdad, la nación a la justicia social, Cataluña, al socialismo. Mientras las clases bajas sigan embalsadas por los partidos de esa izquierda nacionalista que siempre prioriza la nación a la defensa de los derechos sociales y laborales, la ficción seguirá vigente.

Los resultados de este 9N dejan patente dos verdades: Los secesionistas son una minoría, pero les basta y les sobra para ganar elecciones por falta de comparecencia de los dos tercios restantes. Ya sabemos cuál es el problema, ahora sólo hace falta ponerse a trabajar en la solución. (...)"           (Antonio Robles, Crónica Global, Jueves, 20 de noviembre de 2014)

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