"(...) La verdad es que las diferencias son mucho más acusadas que las
semejanzas. Algunas se han repetido a menudo: Escocia fue independiente
hasta 1603 –formalmente, hasta el Acta de Unión de 1707, que creó Gran
Bretaña (GB)–, mientras que Cataluña sólo fue independiente entre 1641 y
1659; GB carece de Constitución escrita y el referéndum es legal y
acordado, mientras que en España la ley máxima prohíbe un referéndum
sobre la independencia (como los británicos saben lo que es la
democracia, porque gozan de la más antigua del mundo, en Escocia ni el
más descerebrado propone violar la ley, porque todos saben que, en un
Estado de derecho, ley y democracia son casi lo mismo; en democracia las
leyes no se violan: se cambian).
Existen también diferencias formales,
lo que no significa anecdóticas, porque en democracia la forma es el
fondo: en GB hay un debate bastante sereno y racional, donde se
intercambian argumentos; en España apenas intercambiamos otra cosa que
gritos, mentiras y ataques personales en un clima de histeria que no
excluye el matonismo, pero sí cualquier esfuerzo por entender al
discrepante.
Tampoco es anecdótico que en Escocia, al revés que en
Cataluña, los medios estén dominados por los partidarios de la unión;
puede parecerlo, en cambio, el contraste entre los respectivos líderes
independentistas: Alex Salmond es considerado por muchos como el
político más dotado de su país; Mas no corre ese riesgo en el nuestro:
en sólo dos años se ha cargado su carrera política, está en trámite de
cargarse CIU y nada indica que haya dado por terminada su tarea de
demolición.
Con ser importantes, ninguna de estas diferencias me
parece esencial; añado dos que sí me lo parecen. La pregunta que se hará
a los escoceses el 18 de septiembre es un modelo de claridad: “¿Debería
ser Escocia un país independiente?”; la doble pregunta que pretende
hacerse a los catalanes el 9 de noviembre es, como ha escrito Sergi
Pàmies, cantinflesca: un lío perfecto.
Este confusionismo capcioso
contamina el independentismo catalán mayoritario: baste recordar que
Salmond ganó por mayoría absoluta las últimas elecciones escocesas con
un programa clara e inequívocamente independentista, mientras que en
Cataluña, quienes presentaron un programa clara e inequívocamente
independentista (ERC y CUP) apenas obtuvieron un 19% de diputados, y
quienes ganaron fueron los partidarios de un disparate gramatical y un
derecho inexistente en el mundo entero y parte del extranjero llamado
“derecho a decidir”.
Por otro lado, casi nadie duda de que, desde los
Gobiernos de Thatcher, Escocia ha venido construyendo una cultura
política propia, distinta de la del resto de GB: mientras en GB
dominaba, incluso en época de Blair, el neoliberalismo, en Escocia
dominaba la socialdemocracia, hasta el punto de que ahora mismo los
conservadores apenas existen como fuerza parlamentaria; dicho de otro
modo: la cultura política escocesa, sólidamente europeísta, busca
inclinar Escocia hacia el modelo escandinavo, mientras que la cultura
británica, cada vez más euroescéptica, busca inclinar GB hacia el modelo
norteamericano, y por eso, para bastantes escoceses, la independencia
se presenta como una oportunidad verosímil de construir un país distinto
y mejor.
¿Ocurre algo similar en Cataluña? ¿Hemos desarrollado los
catalanes una cultura política distinta y mejor que la española? En
España ha habido 21 años de Gobiernos socialdemócratas, mientras que en
Cataluña, apenas siete; los recortes de Mas son al menos tan drásticos
como los de Rajoy; y, según todos los indicios, Bárcenas no es más que
un aprendiz de los Pujol.
En definitiva: la cultura política catalana es
idéntica a la española, sólo que corregida y aumentada. ¿Existe alguna
posibilidad de construir con una cultura política idéntica un país
distinto y mejor? Ustedes dirán." (Escocia y nosotros, de Javier Cercas en El País, en Caffe Reggio, 14/09/2014)
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