"Ya tuvieron el referéndum que reclamaban los votantes del SNP
(Scottish National Party), un 45 por ciento en 2011, y al que el jueves
respondió simétricamente un 45 por ciento de síes. Primera constatación:
alguien se embarca en el agónico proceso de un referéndum sobre la
continuidad de un Estado cuando ni siquiera lo reclama la mayoría de los
ciudadanos. La democracia frívola.
Ahora imagina conmigo, incluso, que los resultados hubieran sido a la
inversa. ¿Basta un 55 por ciento de los votos de un censo para destruir
un Estado? ¿Es un porcentaje razonable? No. Es la democracia frívola.
Y lo es, naturalmente, porque a ese 55 por ciento habría que añadir
los millones de británicos que están en contra de la destrucción de su
Estado. Nadie se ha ocupado de ellos. Al menos en el eco español del
referéndum. El hecho de que Escocia celebrase su referéndum se
justificaba campanudamente porque hace 300 años fue un país
independiente.
El virus historicista en la mesa de todos los días. Es
decir, el hecho de que hace 300 años unos escoceses, que eran muchos
menos que los de hoy, vivieran en la independencia política tiene mucho
más peso y resulta políticamente más decisivo que el hecho de que en los
últimos 300 años Escocia haya sido el resultado de la acción conjunta
del Reino Unido.
Por lo visto, esos tres siglos de acción mancomunada,
moral, política, económica y sentimentalmente, da menos derechos
políticos que el remoto precedente de una independencia ejercida, por
cierto, en unas condiciones democráticas radicalmente distintas a las
contemporáneas.
Resolviendo: un ciudadano inglés de nuestro tiempo que
haya contribuido a la construcción de Escocia tiene menos derechos que
un cadáver escocés de trescientos años y un día que, eso sí, fue
independiente. La democracia frívola.
La obtención de cualquiera de las nuevas competencias que dicen que
va a obtener el autogobierno escocés nada tiene que ver con el
referéndum. Podrían haber sido obtenidas sin él. Es más: va a ser
difícil discutirle a un primer ministro inglés su legitimidad para
negarse a conceder nuevas competencias.
¡Al fin y al cabo se estaría
negando en nombre de una amplia mayoría de votos negativos! ¿O es que
alguien con estudios será capaz de sostener, como ya han empezado a
hacerlo nuestros inverosímiles e irruborizables federalistas, que en
Escocia ha triunfado la tercera vía? Solo la democracia frívola. (...)
¿Quiere usted que Escocia sea un Estado independiente? es una pregunta
ininteligible. Nadie sabe lo que eso significa. Nadie puede contestar
con conocimiento de causa. ¿Cómo puede contestarse esta pregunta sin
saber si Escocia tendrá libra o euro, si estará en Europa o no, y si
hasta tendrá su reina?
Una pregunta que abre un proceso de tal magnitud
indecisa no puede contener al tiempo un cierre categórico que imponga la
destrucción de un Estado. Un referéndum no puede hacer preguntas
incontestables. Solo en la democracia frívola. (...)
La democracia frívola es la que acepta que después de las frenéticas
orgías sentimentales, mientras todos los ciudadanos televisivos aún
rezuman himnos, banderas y bravehearts, coloca una urna y les pregunta
si no quieren un futuro basado en los buenos viejos tiempos. Un
maravilloso gobierno de la melancolía. (...)
El referéndum escocés es un ejemplo de frivolidad insoportable cuando se piensa en Palestina,(...)
Una bobada pequeño burguesa de esas que una vez en el siglo traen
consecuencias funestas. Dijo Gordon Brown, el único que merece respeto
en todo esto: «El país que había sido un modelo para el mundo se ha
hecho más pequeño, y no más grande, a los ojos del mundo.» (...)" (EL MUNDO 20/09/14, ARCADI ESPADA, en Fundación para la Libertad)
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