"Hubo un tiempo abominable, la edad oscura, en que los niños catalanes no
podían estudiar en la lengua de su comunidad, entonces región, que para
muchos era también su lengua materna: el catalán.
Hoy es un tiempo más
feliz, la era luminosa, en la que lo que no se puede hacer es estudiar
en la lengua común del reino: el castellano. Un observador poco
informado pensaría que se ha dado la vuelta a la tortilla en el peor
sentido, es decir, que el gran argumento de antaño, el derecho a
aprender en lengua materna, bastaría para considerar esta era no menos
oscura, solo que para los otros, en vez de los nuestros.
Con poca
información y menos conocimiento, cabría pensar que, si antes se ahogaba
el catalán y a los catalanohablantes, ahora es a los
castellanohablantes; pero no, porque lo que cuenta es la intención y lo
que ayer era maldita asfixia hoy es, ¡hop!, bendita inmersión.
La inmersión, afirma la doctrina, tiene dos virtudes indiscutibles y una
tercera más ambigua.
Su primera virtud es que trae cohesión social,
pues sin ella Cataluña se fracturaría entre los de arriba,
catalanohablantes, nativos, etcétera, y los de abajo, inmigrantes,
castellanohablantes y demás. (...)
La segunda es que todos la apoyan, como muestra el dato, tan repetido,
de que solo ocho familias (a veces son ochenta, pero sigue siendo una
cifra ridícula) hayan reclamado la escolarización en castellano. (...)
Además, y esta es la tercera virtud, el catalán está en retroceso ante
el dominio del castellano en los medios y en la calle, por lo que
precisa ser defendido en la escuela.
El argumento de la cohesión impresiona, pero no resiste el mínimo
examen. Con treinta años de inmersión, Cataluña no es hoy más cohesiva
que antes. (...)
Según PISA 2012, tal dependencia también es ligeramente mayor en solo
Cataluña que en toda España (3,5 frente a 3,4 puntos PISA por cada
punto de ESCS; digamos de estatus), y bastante mayor que en las otras
tres CC AA bilingües de las que hay datos: Baleares (3,4), País Vasco
(2,8) y Galicia (2,7).
¿Por qué iba a ser de otro modo?(...)
Cuando el sistema educativo obliga a todos los escolares a manejarse en
una lengua, el catalán, que solo una parte ha aprendido en la familia
(una parte menor, por cierto, que la que hace treinta años había
aprendido el castellano), coloca ya al resto en desventaja. Y la
desventaja educativa de hoy, en el despliegue de la economía de la
información, es, más que nunca, desventaja social mañana. (...)
El segundo mantra es el amplio consenso social en torno a la inmersión.
Se basa en que solo un puñado de familias han llevado a la Generalitat a
los tribunales para exigir la escolarización en castellano, pero ignora
deliberada y esforzadamente que, cuando se manifiestan en un contexto
libre de cualquier coerción, la mayoría de las familias no quieren esa
inmersión lingüística en la sola lengua propia.
Aunque está muy mal
visto preguntar esto en Cataluña, y por tanto cada vez se pregunta
menos, varias encuestas han arrojado esta mayoría: el CIS la cifró en el
70% (1998), ASEP en el 78% (2001) y el 68% (2009), DYM en el 91%.(...)
En definitiva, el hiato entre la amplia proporción de población que
quiere una educación bilingüe y la exigua proporción que la exige indica
que en Cataluña no hay un problema, sino dos: el segundo es la falta de
libertad, aunque no se deba a los mossos sino a los conciudadanos; o,
como podría haber dicho Althusser, no a su aparato represivo sino a su
aparato ideológico, la escuela. (...)
Queda, en fin, la cuestión de la salud de la lengua, que comprende dos
partes. Una es que, descontando a los inmigrantes extranjeros, todos
hablan castellano pero no todos hablan catalán (ni euskera, ni gallego);
la otra es si ese desequilibrio crece o se reduce. Lo primero tiene que
suceder de manera residual simplemente por la libertad de movimiento y
residencia en el territorio nacional (siempre habrá un flujo de otras
comunidades hacia Cataluña y viceversa), pero va más allá por el legado
histórico reciente y por la base demográfica más amplia del castellano.
Esto justifica la discriminación positiva a favor del catalán (y de
otras lenguas propias, en sus territorios), en particular en la escuela,
pero no la evacuación del castellano. De hecho, catalán, gallego y
euskera, aun con distintas políticas lingüísticas, han mejorado
espectacularmente su posición a lo largo de la existencia de la
democracia, aunque sigan por detrás del castellano, lo que arroja a la
vez un balance de éxito y una tarea pendiente.
Pero hoy disponemos de los medios para manejar de manera eficaz y sin
conflictos esa tensión: por un lado, un profesorado competentemente
bilingüe; por otro, un control continuo y localizado de la competencia
de los alumnos en cada lengua, a través de las pruebas de diagnóstico y
otras. Nada nos impide reforzar en la escuela la lengua en desventaja y
hacerlo precisamente en la proporción debida, modulándola en el tiempo y
diversificándola por territorios, por centros, por grupos-clase,
regulando el horario e incluso por alumno, regulando las tareas. Nada
salvo la inercia burocrática y el sectarismo nacionalista, claro está.
Evacuar el castellano de la escuela no es una operación lingüística
ni pedagógica, sino política. En este punto, como en otros muchos de la
educación, el medio es el mensaje, y el de la inmersión es el del
nacionalismo excluyente: eres catalán, pero no español. El mismo mensaje
del absolutismo y el franquismo, pero al revés." (
Mariano Fernández Enguita
, El País, 14 ABR 2014)
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