7/5/14

El pacto de Génova fué suscrito por unos propietarios de la Plana de Vic con Mittford Crowe, enviado por Inglaterra para empujar a los catalanes a rebelarse contra Felipe V

"(...) Pero lo que no se explica bien es que en esa guerra Cataluña no tenía mucho que ganar y, en cambio, como los hechos demostraron cruelmente, sí mucho que perder.

 En 1705, fecha en las que se produce el desembarco de la flota angloholandesa y la entrada en Barcelona del archiduque, ahora ya como Carlos III, no existía una disyuntiva real entre defensa del autogobierno y pérdida de las libertades, ni tampoco entre pactismo constitucional o absolutismo monárquico, como bien hizo notar hace años la historiadora Núria Sales. 

Nada de esto estaba en juego al inicio. Frente a la visión romántica, Cataluña no se embarcó en la guerra porque sus libertades estuvieran amenazadas. Felipe V satisfizo en las Cortes catalanas de 1701-1702 el programa político y económico que le presentaron, aunque luego utilizó la guerra para avanzar en un modelo de monarquía absoluta.

Si comparamos los acuerdos alcanzados posteriormente con Carlos III en las Cortes de 1705-1706, vemos que la mayoría de las peticiones económicas habían sido ya otorgadas por Felipe V. 

En el terreno político, la más importante fue el Tribunal de Contrafacciones, una especie de organismo de garantías constitucionales ante las actuaciones de los oficiales reales. Únicamente dos reivindicaciones quedaron sin atender: la supresión de los alojamientos militares y el problema del control real de las insaculaciones para la elección de cargos. 

Pero los alojamientos fueron regulados mediante diversas disposiciones constitucionales y frente a la insaculación siempre quedaba el recurso de instar al citado Tribunal. Desde el punto de vista del pactismo catalán, las Cortes de 1701-1702 supusieron una importante revitalización de un modelo que había quedado congelado bajo los Austrias, ha explicado el historiador Joaquim Albareda.

En 1705, los aliados estaban venciendo en los campos militares de Europa, pero les faltaba abrir el frente peninsular que se les resistía tras diversos fracasos. Es en ese contexto que se explica la conspiración del partido austracista en Cataluña y finalmente el cambio de bando de las instituciones catalanas, empujadas por un sector de la nobleza y una parte de la burguesía comercial que temía que sus negocios se resintieran con la alianza francoespañola.

Sin duda no podemos olvidarnos de algunas de las precondiciones favorables al austracismo, como la fuerte galofobia por la pérdida del Rosellón en 1659 y las interminables incursiones bélicas francesas sobre Cataluña de las décadas anteriores. 

Tampoco de los precipitantes sin los cuales tal vez nada se hubiera desencadenado, como el pacto de Génova suscrito por un pequeño núcleo de propietarios de la Plana de Vic con Mittford Crowe, enviado por la reina Ana de Inglaterra para empujar a los catalanes a rebelarse contra Felipe V.

Pero lejos de una victoria rápida, el curso de la guerra en España se complicó enormemente y, en 1711, el inesperado acceso del archiduque al trono del Sacro Imperio imprimió un giro radical a los acontecimientos. 

 Al final, el Principado se quedó solo luchando por salvar sus fueros y Barcelona se negó a capitular hasta el 11 de septiembre de 1714. Sin duda esta es una historia deplorable: se arriesgó mucho para ganar poco y al final se perdió casi todo. (...)"         (EL PAÍS 07/05/14, JOAQUIM COLL ,  en Fundación para la Libertad)

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