7/4/14

El Tribunal Constitucional insta a los partidos concernidos en la tarea de la independencia a emprender el laborioso camino de lograrla sin violencia. Si no, será la guerra

"(...) El derecho internacional sitúa la cuestión de la secesión en una orientación similar a la asentada por la doctrina constitucional española. El reciente libro sobre El derecho de secesión en la Unión Europea, de Manuel Medina Ortega -catedrático de la Universidad Complutense y, en su momento, político socialista-, lo deja muy claro.

 Su análisis destaca que, aunque la resolución 1574/XV de la Asamblea General de Naciones Unidas, adoptada en 1960, “proclamó el derecho a la libre determinación de todos los países y territorios sometidos a la dominación (…) colonial”, esa misma organización estableció diez años después, en la resolución 2625/XXV, la garantía del “derecho de los Estados a mantener su soberanía y su integridad territorial”, de manera que se rechaza ahora el derecho de cualquier minoría, etnia, región, nacionalidad, nación o pueblo a adquirir la independencia mediante declaraciones o actos unilaterales.

En definitiva, señala el profesor Medina Ortega, “la secesión de una parte de un Estado (…) se rige por el derecho interno de ese Estado”, de manera que las declaraciones unilaterales de independencia “no merecen el reconocimiento jurídico de la comunidad internacional”.

Sin embargo, los casos reales de secesión que se han sucedido a lo largo del último medio siglo, una vez concluido el proceso de descolonización, no siempre han respondido a las prescripciones jurídicas internacionales. Es cierto que algunos de ellos se han producido en el marco de acuerdos entre las partes concernidas, de manera que los Estados emergentes fueron rápidamente reconocidos.

 Los ejemplos de Singapur -separado de la Federación de Malasia en 1965-, Timor Oriental -reconocido por Indonesia en 2002- o el Cantón suizo del Jura -segregado del de Berna en 1979-, así como la disolución de la antigua Checoslovaquia, en 1993, y la desintegración de la Unión Soviética, dos años antes, son de esa naturaleza, aunque no constituyen la regla.

En efecto, las secesiones envueltas en procesos de violencia han sido muy frecuentes. Recordemos, por ejemplo, que Eritrea logró separarse de Etiopía en 1993 tras una década de conflicto armado; o que Sudán del Sur llegó a un acuerdo de segregación con Sudán en 2011 tras varios decenios de guerra civil; o que la independencia de la mayor parte de las repúblicas yugoslavas se vio envuelta en sucesivas guerras durante la última década del siglo pasado.

 En ocasiones, esos procesos bélicos se desarrollaron con el auxilio de una potencia exterior. Es lo que ocurrió en 1921 con Mongolia, separada de China tras la intervención soviética; o con Bangladesh, medio siglo más tarde, tras la intromisión de la India en apoyo de su secesión con respecto a Pakistán; o más recientemente con Bosnia-Herzegovina y con Kosovo, donde fue relevante la participación de la OTAN impulsada por Estados Unidos y algunos de los miembros de la Unión Europea; y hace pocas semanas con Crimea y la ayuda de Rusia, aunque en este caso sin que la guerra haya llegado a declararse. (...)

Todo esto deja claro que, en los tiempos actuales, cuando el derecho internacional ha establecido su preferencia por la estabilidad de los Estados ya reconocidos, aunque las secesiones son posibles, su viabilidad es incierta.

 Los casos de éxito han venido de la mano de la guerra como procedimiento para imponer la voluntad de los independentistas frente al Estado del que querían segregarse  (...)

Cuando observamos a los nacionalistas catalanes tratando de imponer su separación de España por la vía de los hechos consumados, ajenos a las prácticas democráticas por mucho que se quiera identificar a éstas con la realización de consultas populares de imposible legalidad, parece que nada se ha aprendido de la experiencia internacional. 

Por ello, creo que hay que dar la bienvenida al pronunciamiento del Tribunal Constitucional, a la vez que se insta a los partidos concernidos en la tarea de la independencia a emprender el laborioso camino de lograrla sin violencia. Si no, será la guerra."              (MIKEL BUESA, LIBERTAD DIGITAL 02/04/14, en Fundación para la Libertad)

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