"Las ciudades ardían la semana pasada en Bosnia-Herzegovina. Todo
comenzó en Tuzla, una ciudad con mayoría musulmana.
A continuación las
protestas se extendieron a la capital, Sarajevo, y a Zenica, pero
también a Mostar, donde vive un gran segmento de la población croata y a
Banja Luka, capital de la parte serbia de Bosnia. Miles de
manifestantes iracundos ocuparon e incendiaron edificios
gubernamentales. Aunque la situación se calmó posteriormente, sigue
prevaleciendo una atmósfera de alta tensión.
Los eventos
provocaron teorías conspirativas (por ejemplo, que el gobierno serbio
había organizado las manifestaciones para derrocar a la dirigencia
bosnia), pero pueden ser ignoradas sin temor a equivocarse ya que es
obvio que, sea lo que sea lo que acecha, la desesperación de los
manifestantes es auténtica. Uno se tienta a parafrasear la famosa frase
de Mao Zedong; ¡hay caos en Bosnia, la situación es excelente!
¿Por qué? Porque las demandas de los manifestantes no podrían ser más
simples –puestos de trabajo, la posibilidad de una vida decente, el fin
de la corrupción – pero movilizaron a gente en Bosnia, un país que, en
las últimas décadas, se ha convertido en sinónimo de una feroz limpieza
étnica.(...)
En una de las fotos de las protestas, vemos a los manifestantes
agitando tres banderas una al lado de la otra: bosnia, serbia, croata,
expresando la voluntad de ignorar diferencias étnicas.
En breve, estamos
ante una rebelión contra elites nacionalistas: el pueblo de Bosnia ha
terminado por comprender quién es su verdadero enemigo: no otros grupos
étnicos, sino sus propios dirigentes que pretenden protegerlos de otros.
Es como si la antigua y muy abusada consigna titoista de la “hermandad y
unidad” de las naciones yugoslavas adquiriera nueva actualidad.
Uno de los objetivos de los manifestantes era la administración de la
UE que supervisa el Estado bosnio, imponiendo la paz entre las tres
naciones y suministrando una ayuda financiera significativa para
permitir que funcione el Estado. Esto puede parecer sorprendente, ya que
los objetivos de los manifestantes son nominalmente los mismos que los
de Bruselas: prosperidad y el fin de las tensiones étnicas y la
corrupción.
Sin embargo, la manera como la UE gobierna efectivamente
Bosnia afianza las particiones: trata con las elites nacionalistas como
sus socios privilegiados, mediando entre ellas.
Lo que confirma
el estallido bosnio es que no se puede superar genuinamente pasiones
étnicas imponiendo una agenda liberal: lo que unió a los manifestantes
es una demanda radical de justicia. El paso más cercano y más difícil
hubiera sido organizar las protestas en un nuevo movimiento social que
ignore las divisiones étnicas, y organizar más protestas, ¿es posible
imaginar una escena de bosnios y serbios exasperados manifestando juntos
en Sarajevo?
Incluso si las manifestaciones pierden
gradualmente su poder, seguirán siendo una breve chispa de esperanza,
algo como soldados enemigos fraternizando a través de las trincheras en
la Primera Guerra Mundial. Los eventos auténticamente emancipadores
siempre involucran que se ignoren de esa manera las identidades
particulares.(...)" (Slavoj Žižek, The Guardian, en Rebelión, 20/03/2014)
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