"(...) Desde el lado de la coalición nacionalista-independentista catalana
(básicamente CiU-Esquerra) el llamado “proceso” que en estas horas
registra una alta temperatura agitatoria, ha registrado unos
acusadísimos déficits democráticos en relación con los ciudadanos de
Cataluña. (...)
— (...) El Gobierno autónomo ha
actuado de hecho presumiendo una respuesta favorable a la separación,
contra el ejemplo británico-escocés de total respeto a la situación
existente mientras no se operase su modificación (cláusula rebus sic stantibus).
Ha puesto en pie, y proclamándolo abiertamente, “estructuras de
Estado”, propias de un Estado independiente. Y ha establecido un
“Consejo de Transición nacional” de expertos y asesores en su abrumadora
mayoría partidarios de la independencia, que marca las pautas y las
opciones, tanto más que del referéndum, del camino a la secesión.
— Ha habido una diferencia abismal entre la veracidad empleada y la
lealtad practicada respecto a los electores entre los partidos de
Gobierno, en Escocia y en Cataluña. El Scottish National Party ha jugado
limpio en un asunto fundamental: ha propuesto en dos ocasiones en su
programa electoral la celebración de un referéndum sobre la
independencia; ha ganado las elecciones en ambas ocasiones; y en la
segunda, con mayoría absoluta.
Mientras, la coalición nacionalista
catalana en el poder no ha utilizado jamás en la historia, jamás, el
concepto “independencia” en sus programas electorales. Pero la ha
balizado con subterfugios y sucedáneos. Y ahora patrocina una
improvisada precipitación hacia ella.
— El Gobierno de la Generalitat ha utilizado masivamente un lenguaje
ambiguo conducente a la confusión de los ciudadanos, con el resultado de
minimizar la seriedad e importancia del proceso.
No se hablaba de
“autodeterminación” o de “convocatoria de un referéndum”, sino de
“derecho a decidir” y de celebración de una “consulta”. Apenas se
mencionaron los conceptos “independencia” o “separación”, reemplazados
por el menos conflictivo y más amable de “soberanía”.
No se aludía,
hasta hoy, a un “Estado separado”, ni siquiera a un “Estado
independiente”, sino a un “Estado propio”, que podría ser común al del
conjunto de los españoles, o particular para los catalanes.
— El Gobierno autónomo ha ocultado, minimizado o ignorado las
consecuencias eventualmente negativas (o que puedan ser percibidas como
negativas por la población) de un proceso independentista: la exclusión
(incluso momentánea) de Naciones Unidas; la marginación de la Unión
Europea y la necesidad de una petición de ingreso y de un proceso de
negociación para la adhesión, con el requerimiento de la (problemática)
unanimidad de todos los Estados miembros (como acaba de reconocer el
Gobierno escocés); la exclusión de la unión monetaria (escudándose en el
argumento inane de que se usaría el euro); los eventuales efectos de
una desviación de comercio (intraespañol e intraeuropeo) y de una
eventual reposición de otras barreras…
— La masiva utilización de los medios públicos de información como
canales de propaganda unidireccional, hasta el punto de que la propia
televisión pública autonómica se ha convertido en convocante activo de
los eventos de movilización y agitación proindependentistas,
principalmente manifestaciones y conciertos (con coberturas técnicamente
magníficas en directo), mientras los de signo contrario o simplemente
discrepante se ignoraban.
Y ahora ¿qué? Ahora todo se complicará más, todo se polarizará aún
más, todo concitará más desencuentro y fraguará frustraciones futuras.(...)" (
Xavier Vidal-Folch
, El País, 13 DIC 2013 )
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