11/9/13

Independencia: ¿infierno o paraíso?

"El argumentario independentista puede resumirse en la posición del Col·lectiu Wilson, capitaneado por Xavier Sala i Martín. Su razonamiento, en síntesis, se basa en mantener que el déficit fiscal absorbe sobradamente cualquier efecto negativo que pudiera derivarse de la independencia. (...)

También considera el Col·lectiu Wilson que el nuevo Estado no gastaria más que la cuota que la Generalidad imputa actualmente como gastos de la Administración General del Estado en Cataluña. Por eso recogen la cifra de 3.000 millones de euros anuales, un dato muy alejado de otros cálculos que elevan esa cifra a los 6.000 millones.

 En todo caso, la cifra real de gasto adicional del nuevo Estado dependerá de decisiones políticas, como por ejemplo la creación o no de un ejército o el coste de ampliar y armar a la policía, entre otras
  
Estos autores defienden que el efecto frontera (la caída de las relaciones comerciales internas por la división de un país) apenas tendría repercusión en la balanza comercial, pues consideran que los bienes no vendidos al resto de España podrían venderse a otros países, aunque fuera a un precio menor. Así, consideran que la caída del PIB asociado a esta causa apenas seria de un 1%, y quedaría ampliamente compensada con el excedente tributario y con los beneficios de ampliar el sector público catalán.

El Col·lectiu Wilson no habla del déficit de la balanza de capitales, ni del reparto de activos y pasivos entre Cataluña y el resto de España en caso de secesión, una cuestión, sin duda, muy conflictiva. Entre los pasivos, destaca la deuda pública atribuible a Cataluña, y la forma y el coste de financiarla.

Dan por supuesta la permanencia en la Unión Europea (UE), o por lo menos niegan cualquier efecto negativo de quedar fuera, por considerar que mediante tratados bilaterales se alcanzarían los mismos efectos economicos que perteneciendo a la UE. 

Mantienen que Cataluña permanecería en el euro aunque saliese de la UE, algo en lo que el consenso está muy extendido, aunque muchos autores destacan que mantener el euro como moneda del nuevo Estado sin estar en la UE y en la Unión Económica y Monetaria (UEM) tendría mas desventajas que ventajas.

 También niegan cualquier efecto significativo de la deslocalización de empresas, no cuantifican una posible pérdida de población que optara por marcharse al resto de España y no comentan los efectos sobre las grandes empresas de servicios o financieras, como La Caixa, Banc de Sabadell o Gas Natural; las deportivas, como el F.C. Barcelona; o sobre las infraestructuras, como el Puerto y el Aeropuerto de Barcelona. Incluso dan por supuesto que todos los catalanes mantendrían la nacionalidad española para poder circular libremente por la UE sin verse afectados porque el nuevo Estado quedara fuera del Espacio Schengen.

Por último, minimizan la trascendencia de que en los últimos ejercicios la caída de ingresos fiscales derivada de la crisis produzca un déficit presupuestario que debe cubrirse recurriendo al crédito.  (...)

 En definitiva, los defensores de la secesión consideran que esta mantendría todas las variables ceteribus paribus (esto es, constantes), con la ventaja de que el excedente tributario -ahora inexistente por la crisis- se mantendría y se quedaría en Cataluña.(...)

 Pero el metodo no sirve para calcular lo que se recaudaría en una Cataluña independiente. Por ejemplo, aunque se mantuvieran las ventas a España, la recaudación por IVA caería notablemente. (...)

Con la independencia, las ventas serían exportaciones, o se realizarían a traves de un establecimiento permenente en España, que tributaria allí. De igual forma se verían afectados el Impuesto de Sociedades y otros tributos. De esta forma, con o sin caida del PIB, la recaudación fiscal disminuiria. (...)

Las empresas, unas más que otras, se verán perjudicadas. Y, si pierden las empresas, pierden los ciudadanos. La excepción son todos aquellos sectores que viven del sector público o los políticos, de cualquier color, que siempre prefieren más poder aunque el país sea más pobre. Más contratos, más pompa, más control del poder judicial y más amiguetes colocados. (...)

Como se ha señalado anteriormente, los cálculos del Col·lectiu Wilson minimizan el efecto frontera y niegan cualquier consecuencia sobre las exportaciones, incluso en caso de no pertenencia del nuevo Estado a la UE. No es esta la opinión dominante entre la mayoria de expertos, incluidos los extranjeros.

Desde luego, los efectos serían mucho más graves en caso de declaración unilateral que en caso de secesión pactada, aunque estos continuarían produciendose. Las estimaciones van desde una caída del 7% del PIB, como apunta el profesor del IESE Pankaj Ghemawat, hasta reducciones de en torno al 20%, principalmente, debido a la suma de otros efectos negativos como las deslocalizaciones, las dificultades de financiación publica y privada, y la recesión aparejada al proceso.

A modo de ejemplo, basta con constatar que la La Caixa tiene en torno a un 70% de su negocio fuera de Cataluña, y ya controla casi el 40% del mercado catalan. No se podría compensar un descenso drástico de la cuota de mercado en España a costa de un crecimiento en Cataluña. Lo mismo ocurre con la mayoria de las empresas industriales, comerciales o de servicios.

Los partidarios de la independencia acostumbran a señalar que se sustuirían las ventas al resto de España por exportaciones al resto de países. La sustitución sería prácticamente imposible si Cataluña no estuviera en la UE. Además, las compañias reducirian sus beneficios o tendrían perdidas, porque tendrían que vender a precios muy inferiores a los del actual mercado interno, o asumir mayores costes para acceder a nuevos mercados. Y en cualquier caso, sería un proceso lento.

En esa línea, hay que tener en cuenta que muchos de los distribuidores de productos extranjeros con sede en Cataluña perderían la distribución en el resto de España o deberían establecerse fuera de Cataluña, pagando buena parte de sus impuestos a la hacienda española y no a la catalana. 

 Debe insistirse en que, en esta cuestión, es clave el grado de conflicto que se produza. En caso de declaración unilateral de independencia, es evidente que las represalias y boicots, las tensiones, la salida de la UE y hasta el establecimiento, seguramente transitorio, de aranceles tendrían un efecto devastador.

Además, la caída del PIB conlleva una reducción de ingresos fiscales, como está demostrando esta crisis. El nuevo estado debería incrementar sustancialmente la presión fiscal para tratar de sostener los ingresos, lo que tendría un efecto recesivo. A modo de referencia, basta recordar que durante esta crisis la caída del PIB en Cataluña ha sido infinitamente menor que el 7% que plantea la estimación más optimista en caso de secesión. 

En Cataluña, el sistema financiero invierte y presta más de lo que ahorran los catalanes. Las entidades financieras invierten en Cataluña (por razones de rentabilidad y de tejido industrial) parte de lo que se deposita en otras regiones españolas y lo que les presta el Banco Central Europeo (BCE).

 Fuera de España y de la UE la financiación sería más complicada de conseguir. La falta de crédito se agudizaría con los efectos recesivos que ello comportaría. Además, la mayor parte de las instituciones financieras no podrian sobrevivir, a día de hoy, fuera del eurosistema, es decir, sin el apoyo del BCE, por lo que podrían estar tentadas de cambiar de domicilio fiscal.

Otro tema que evitan los defensores de la independencia es el reparto de los activos del Estado en Cataluña y de los pasivos. Entre los pasivos, cabe destacar la parte proporcional de la deuda publica del Estado. 

Si a la deuda de la Generalidad, algo más de 50.000 millones, añadimos la parte alicuota de la deuda estatal (ya sea siguiendo el criterio de la población, del PIB o cualquier otro que se negociase), la deuda del nuevo Estado superaría los 200.000 millones.

Tampoco se acostumbra a cuantificar el coste de financiar esa deuda, ni la forma de hacerlo, teniendo en cuenta que actualmente la deuda de la Generalidad tiene una calificación cercana al bono basura. Esta situación se agravaria por las dudas que siempre genera un nuevo Estado. (...)

 También es habitual minimizar el efecto de las posibles deslocalizaciones de empresas. El presidente del Grupo Planeta, José Manuel Lara, ya ha anunciado que trasladaría la sede de sus empresas en caso de que Cataluña se independizase. Es difícil cuantificar las empresas que tomarían esta decisión, pero no es necesario que trasladen sus establecimientos al completo, basta con que cambien de domicilio su sede social. Los casos de Coca-Cola, Arbora, o el anuncio de MRW son indicativos.

Otro fenómeno apenas tratado es la posible salida de población. Esto ha ocurrido en muchas repúblicas ex sovieticas y dependería en buena parte de las politicas del nuevo estado en temas culturales e identitarios. Tampoco es posible hacer una cuantificación fiable.

En el argumentario independentista nunca falta un punto que reivindica una mejor gestión pública de una Cataluña independiente. Sin embargo, esta afirmación no se ve avalada ni por la historia reciente ni por la lógica. 

Un país más pequeño, sin la tradición ni la transparencia de los paises nórdicos, implica más concentración de poder, menos competencia y más riesgo de corrupción, como se demuestra en muchos de los paises que han alcanzado la independencia en la última mitad del siglo XX. (...)

Hasta ahora, en el debate político catalán sobre los efectos económicos de una hipotética independencia solo se ha oído propaganda. Poco más que el latiguillo de "España nos roba". Los partidos de la oposición apenas han respondido con argumentos.

 Incluso muchos sectores economicos han permanecido en silencio, en parte por miedo al poder, y también porque se les ha hecho creer que todo el proceso no es más que una estrategia para mejorar la financiación (teoría de los juegos).

Sin embargo, al margen de lo que finalmente ocurra, el debate es imprescindible. (...)"           (Francesc Moreno, Crónica Global, Martes, 10 de septiembre de 2013)

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