"El argumentario independentista puede resumirse en la posición del Col·lectiu Wilson,
capitaneado por Xavier Sala i Martín. Su razonamiento, en síntesis, se
basa en mantener que el déficit fiscal absorbe sobradamente cualquier
efecto negativo que pudiera derivarse de la independencia. (...)
También considera el Col·lectiu Wilson que el nuevo Estado no gastaria
más que la cuota que la Generalidad imputa actualmente como gastos de la
Administración General del Estado en Cataluña. Por eso recogen la cifra
de 3.000 millones de euros anuales, un dato muy alejado de otros
cálculos que elevan esa cifra a los 6.000 millones.
En todo caso, la
cifra real de gasto adicional del nuevo Estado dependerá de decisiones
políticas, como por ejemplo la creación o no de un ejército o el coste
de ampliar y armar a la policía, entre otras
Estos autores defienden que el efecto frontera (la caída de las
relaciones comerciales internas por la división de un país) apenas
tendría repercusión en la balanza comercial, pues consideran que los
bienes no vendidos al resto de España podrían venderse a otros países,
aunque fuera a un precio menor. Así, consideran que la caída del PIB
asociado a esta causa apenas seria de un 1%, y quedaría ampliamente
compensada con el excedente tributario y con los beneficios de ampliar
el sector público catalán.
El Col·lectiu Wilson no habla del déficit de la balanza de capitales,
ni del reparto de activos y pasivos entre Cataluña y el resto de España
en caso de secesión, una cuestión, sin duda, muy conflictiva. Entre los
pasivos, destaca la deuda pública atribuible a Cataluña, y la forma y
el coste de financiarla.
Dan por supuesta la permanencia en la Unión Europea (UE), o por lo
menos niegan cualquier efecto negativo de quedar fuera, por considerar
que mediante tratados bilaterales se alcanzarían los mismos efectos
economicos que perteneciendo a la UE.
Mantienen que Cataluña
permanecería en el euro aunque saliese de la UE, algo en lo que el
consenso está muy extendido, aunque muchos autores destacan que mantener
el euro como moneda del nuevo Estado sin estar en la UE y en la Unión
Económica y Monetaria (UEM) tendría mas desventajas que ventajas.
También niegan cualquier efecto significativo de la deslocalización
de empresas, no cuantifican una posible pérdida de población que optara
por marcharse al resto de España y no comentan los efectos sobre las
grandes empresas de servicios o financieras, como La Caixa, Banc de
Sabadell o Gas Natural; las deportivas, como el F.C. Barcelona; o sobre
las infraestructuras, como el Puerto y el Aeropuerto de Barcelona.
Incluso dan por supuesto que todos los catalanes mantendrían la
nacionalidad española para poder circular libremente por la UE sin verse
afectados porque el nuevo Estado quedara fuera del Espacio Schengen.
Por último, minimizan la trascendencia de que en los últimos
ejercicios la caída de ingresos fiscales derivada de la crisis produzca
un déficit presupuestario que debe cubrirse recurriendo al crédito. (...)
En definitiva, los defensores de la secesión consideran que esta mantendría todas las variables ceteribus paribus
(esto es, constantes), con la ventaja de que el excedente tributario
-ahora inexistente por la crisis- se mantendría y se quedaría en
Cataluña.(...)
Pero el metodo no sirve para calcular lo que se recaudaría en una
Cataluña independiente. Por ejemplo, aunque se mantuvieran las ventas a
España, la recaudación por IVA caería notablemente. (...)
Con la independencia, las ventas serían exportaciones, o se realizarían a
traves de un establecimiento permenente en España, que tributaria allí.
De igual forma se verían afectados el Impuesto de Sociedades y otros
tributos. De esta forma, con o sin caida del PIB, la recaudación fiscal
disminuiria. (...)
Las empresas, unas más que otras, se verán perjudicadas. Y, si pierden
las empresas, pierden los ciudadanos. La excepción son todos aquellos
sectores que viven del sector público o los políticos, de cualquier
color, que siempre prefieren más poder aunque el país sea más pobre. Más
contratos, más pompa, más control del poder judicial y más amiguetes
colocados. (...)
Como se ha señalado anteriormente, los cálculos del Col·lectiu Wilson
minimizan el efecto frontera y niegan cualquier consecuencia sobre las
exportaciones, incluso en caso de no pertenencia del nuevo Estado a la
UE. No es esta la opinión dominante entre la mayoria de expertos,
incluidos los extranjeros.
Desde luego, los efectos serían mucho más graves en caso de
declaración unilateral que en caso de secesión pactada, aunque estos
continuarían produciendose. Las estimaciones van desde una caída del 7%
del PIB, como apunta el profesor del IESE Pankaj Ghemawat, hasta
reducciones de en torno al 20%, principalmente, debido a la suma de
otros efectos negativos como las deslocalizaciones, las dificultades de
financiación publica y privada, y la recesión aparejada al proceso.
A modo de ejemplo, basta con constatar que la La Caixa tiene en torno
a un 70% de su negocio fuera de Cataluña, y ya controla casi el 40% del
mercado catalan. No se podría compensar un descenso drástico de la
cuota de mercado en España a costa de un crecimiento en Cataluña. Lo
mismo ocurre con la mayoria de las empresas industriales, comerciales o
de servicios.
Los partidarios de la independencia acostumbran a señalar que se
sustuirían las ventas al resto de España por exportaciones al resto de
países. La sustitución sería prácticamente imposible si Cataluña no
estuviera en la UE. Además, las compañias reducirian sus beneficios o
tendrían perdidas, porque tendrían que vender a precios muy inferiores a
los del actual mercado interno, o asumir mayores costes para acceder a
nuevos mercados. Y en cualquier caso, sería un proceso lento.
En esa línea, hay que tener en cuenta que muchos de los
distribuidores de productos extranjeros con sede en Cataluña perderían
la distribución en el resto de España o deberían establecerse fuera de
Cataluña, pagando buena parte de sus impuestos a la hacienda española y
no a la catalana.
Debe insistirse en que, en esta cuestión, es clave el grado de conflicto
que se produza. En caso de declaración unilateral de independencia, es
evidente que las represalias y boicots, las tensiones, la salida de la
UE y hasta el establecimiento, seguramente transitorio, de aranceles
tendrían un efecto devastador.
Además, la caída del PIB conlleva una reducción de ingresos fiscales,
como está demostrando esta crisis. El nuevo estado debería incrementar
sustancialmente la presión fiscal para tratar de sostener los ingresos,
lo que tendría un efecto recesivo. A modo de referencia, basta recordar
que durante esta crisis la caída del PIB en Cataluña ha sido
infinitamente menor que el 7% que plantea la estimación más optimista en
caso de secesión.
En Cataluña, el sistema financiero invierte y presta más de lo que
ahorran los catalanes. Las entidades financieras invierten en Cataluña
(por razones de rentabilidad y de tejido industrial) parte de lo que se
deposita en otras regiones españolas y lo que les presta el Banco
Central Europeo (BCE).
Fuera de España y de la UE la financiación sería
más complicada de conseguir. La falta de crédito se agudizaría con los
efectos recesivos que ello comportaría. Además, la mayor parte de las
instituciones financieras no podrian sobrevivir, a día de hoy, fuera del
eurosistema, es decir, sin el apoyo del BCE, por lo que podrían estar
tentadas de cambiar de domicilio fiscal.
Otro tema que evitan los defensores de la independencia es el reparto
de los activos del Estado en Cataluña y de los pasivos. Entre los
pasivos, cabe destacar la parte proporcional de la deuda publica del
Estado.
Si a la deuda de la Generalidad, algo más de 50.000 millones,
añadimos la parte alicuota de la deuda estatal (ya sea siguiendo el
criterio de la población, del PIB o cualquier otro que se negociase), la
deuda del nuevo Estado superaría los 200.000 millones.
Tampoco se acostumbra a cuantificar el coste de financiar esa deuda,
ni la forma de hacerlo, teniendo en cuenta que actualmente la deuda de
la Generalidad tiene una calificación cercana al bono basura. Esta
situación se agravaria por las dudas que siempre genera un nuevo Estado. (...)
También es habitual minimizar el efecto de las posibles
deslocalizaciones de empresas. El presidente del Grupo Planeta, José
Manuel Lara, ya ha anunciado que trasladaría la sede de sus empresas en
caso de que Cataluña se independizase. Es difícil cuantificar las
empresas que tomarían esta decisión, pero no es necesario que trasladen
sus establecimientos al completo, basta con que cambien de domicilio su
sede social. Los casos de Coca-Cola, Arbora, o el anuncio de MRW son
indicativos.
Otro fenómeno apenas tratado es la posible salida de población. Esto
ha ocurrido en muchas repúblicas ex sovieticas y dependería en buena
parte de las politicas del nuevo estado en temas culturales e
identitarios. Tampoco es posible hacer una cuantificación fiable.
En el argumentario independentista nunca falta un punto que
reivindica una mejor gestión pública de una Cataluña independiente. Sin
embargo, esta afirmación no se ve avalada ni por la historia reciente ni
por la lógica.
Un país más pequeño, sin la tradición ni la
transparencia de los paises nórdicos, implica más concentración de
poder, menos competencia y más riesgo de corrupción, como se demuestra
en muchos de los paises que han alcanzado la independencia en la última
mitad del siglo XX. (...)
Hasta ahora, en el debate político catalán sobre los efectos
económicos de una hipotética independencia solo se ha oído propaganda.
Poco más que el latiguillo de "España nos roba". Los partidos de la
oposición apenas han respondido con argumentos.
Incluso muchos sectores
economicos han permanecido en silencio, en parte por miedo al poder, y
también porque se les ha hecho creer que todo el proceso no es más que
una estrategia para mejorar la financiación (teoría de los juegos).
Sin embargo, al margen de lo que finalmente ocurra, el debate es imprescindible. (...)" (Francesc Moreno, Crónica Global, Martes, 10 de septiembre de 2013)
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