"En su reciente artículo, Destino Ítaca: ¿Estamos ya todos a bordo?, Pau Marí-Klose y Francisco Javier Moreno
desarrollan una interpretación lúcida y provocativa sobre las dinámicas
políticas en la Cataluña contemporánea.
Puede parecer que en Cataluña
hay muy amplio consenso en pro de un siempre mayor autogobierno o,
incluso, ahora, la secesión. Sin embargo, según exponen, las
apariencias engañan. Esta impresión obedece al silenciamiento de los
partidarios de la unidad, en su mayoría castellano-parlantes de rentas
bajas, por unas instituciones de representación deficientes.
Este
silenciamiento, en el que participa una parte sustancial de los
representantes políticos, periodistas e intelectuales, se explica por
varios factores, entre los que destaca el fenómeno de la “espiral de
silencio”, en el que interviene el temor a las sanciones sociales de la
que aparenta ser una mayoría apabullante contra aquellos que discrepen
con ella.
Suscribiendo este relato en su práctica totalidad, queremos desarrollar
o, en su caso, agregar tres elementos cruciales para la comprensión del
proceso en curso. El primero es la intensidad de las preferencias – un
tema que presenta problemas importantes para la teoría democrática,
aunque en cierto sentido es relativamente simple.
Supongamos que cerca
de una cuarta parte del público catalán desee la independencia con
fervor; que una décima parte se oponga resueltamente a cualquier aumento
adicional del autogobierno; y que la amplia mayoría restante no tenga
una opinión formada al respecto. Pongamos por caso, además, que la
cuarta parte independentista esté mucho más interesada por el asunto que
el resto.
¿No cabe esperar que la minoría con preferencias
independentistas intensas se salga con la suya? Tener en cuenta no sólo
el peso demográfico sino también la intensidad de preferencias – y los
recursos de cada cual – tiene utilidad para entender las ventajas y
desventajas, en términos de movilización, de los grupos rivales que
buscan sentar consensos hegemónicos en pos de sus respectivos proyectos
políticos. (...)
Quienes controlan el “aparato” pueden tener una
influencia muy considerable en trazar los límites de la opinión pública
“aceptable”. En otras palabras, pueden desempeñar un papel activo y
autónomo en la forja de una hegemonía ideológica.
En este sentido, resulta especialmente llamativo
que, en los principales partidos de Cataluña, sus diputados autonómicos
expresan ser sustancialmente más nacionalistas que sus representantes
municipales y éstos, a su vez, marcadamente más nacionalistas que los votantes del partido.
Como se observa en la siguiente Tabla, donde se mide el nacionalismo
catalán en términos de identidades relativas catalán-español, quienes
controlan el “aparato” en CiU (Convergencia i Unió) y en el PSC (Partit Socialista de Catalunya) tienden a ser mucho más nacionalistas que sus bases (véase la Tabla 1).
Es más, como demuestra la Tabla 2, en la última década el nacionalismo
de los parlamentarios autonómicos ha seguido en aumento, siempre por
delante del de la ciudadanía.
Ahora bien, los dirigentes de los partidos aspiran a ganar elecciones o,
cuando menos, a obtener suficiente apoyo electoral (y restárselo a sus
rivales) para lograr participar en gobiernos de coalición. Lo cual les
lleva a tener en cuenta, en alguna medida, las preferencias existentes
entre el electorado en vísperas de los comicios.
Esto nos lleva a un segundo factor del proceso en
marcha: el fenómeno de los “paquetes” de políticas. Son múltiples los
asuntos o dimensiones entorno a los cuales los partidos pueden competir.
Por lo general, estas organizaciones no ofrecen una propuesta sobre un
único asunto sino, más bien, “paquetes” con una combinación determinada
de políticas relativas a múltiples asuntos.
Por ello, incluso si un
partido es receptivo hacia los deseos de un electorado específico sobre
ciertos temas, puede seguir cerrándose respecto a sus preferencias sobre
otras cuestiones. Después de todo, el votante sólo tiene un voto con el
cual castigar o premiar, de una sola vez, a los políticos por sus
decisiones, resultados y posturas en múltiples asuntos.
Una gran parte de catalanes cuya primera lengua es el castellano parece ambigua
respecto a asuntos tocantes a la “cuestión nacional” y se ve mucho más
preocupada por “las lentejas” – asuntos perentorios relativos a
políticas de bienestar y redistribución de la riqueza. En contraste, un
número importante de ciudadanos cuya primera lengua es el catalán se
interesa, y mucho, por temas relativos a “la nación”.
Como consecuencia,
mientras en el primer grupo es mucho más probable que intenten pasar
cuentas a los partidos por sus políticas laborales, educativas,
sanitarias, de pensiones, vivienda, etc., el segundo grupo es más
propenso a evaluar las posturas de sus representantes sobre la cuestión
nacional.
Sin duda, esta situación contribuye a
favorecer a la minoría que expresa sus intereses en términos
“nacionales”. Una “minoría abrumadora” que, además de jugar con ventaja
por ocupar puestos clave en el sistema económico, en el político, el
educativo, y el de medios de comunicación, ha disfrutado de un acceso
aventajado al empleo público y privado, e incluso ha recibido
subvenciones para sus asociaciones “civiles”, durante tres décadas.
Asimismo, las trabas para una representación demográficamente proporcional se agravan por la abundante evidencia de que una clara mayoría de catalanes castellano-parlantes considera que las elecciones autonómicas
sólo tienen importancia secundaria y, por consiguiente, es mucho más
probable que no vote o bien lo haga en clave de la situación del
conjunto de España.
Esta aparente indiferencia de muchos
castellano-parlantes amplía el margen de maniobra de los partidos que
aspiran a representarles regionalmente respecto a sus posturas sobre la
cuestión nacional.
Y así llegamos a la tercera, pero
no menos importante, pieza clave del rompecabezas: la crisis actual ha
dado al movimiento nacionalista una oportunidad para cosechar los frutos
de tres décadas de políticas de nation-building
(construcción de la nación) centradas en el sistema educativo y los
medios de comunicación.
Estas políticas públicas han conducido a la
asimilación al imaginario nacionalista de una proporción en absoluto
pequeña de la gente cuya primera lengua es el castellano, especialmente
entre aquellos con aspiraciones de ascenso social. Al mismo tiempo, y
con mayor relevancia, estas políticas han contribuido a una fuerte
intensificación de los sentimientos nacionalistas entre los
catalano-parlantes.
Marí-Klose y Moreno quitan hierro al impacto de las políticas de
“construcción de la nación” sobre el aumento del independentismo,
sugiriendo que “de existir alguna relación entre ambos procesos, ésta no
sería lineal, sino en todo caso escalonada y mediada por la aparición
de eventos específicos que incrementarían el umbral de apoyo a la causa
nacionalista.”
Es completamente cierto que se ha producido un máximo
histórico en el respaldo a la causa nacionalista desde el inicio de la
presente crisis, sobre todo entre la población con origen autóctono, una
parte de la cual ha sido sensible a la movilización en contra de la
sentencia del Tribunal Constitucional – aunque hay que recordar que ésta
obedeció a que los dirigentes nacionalistas rompieron el pacto de 1978,
cuando la inmensa mayoría de la gente no aspiraba a más autogobierno.
Sin embargo, existe evidencia clara de una tendencia sostenida, a largo
plazo, en el mismo sentido, con especial importancia entre los
ciudadanos con padres autóctonos y socializados en el contexto
institucional de las tres últimas décadas, identificados en la siguiente
Gráfica como “segunda generación” (2ªG).
Fuente: Elaboración de E. Martínez-Herrera de datos del Centro de Investigaciones Sociológicas
En su análisis de la hegemonía ideológica, Antonio Gramsci
distinguió entre guerra de posiciones y guerra de maniobra. El consenso
político a favor de políticas de construcción nacional centradas en el
sistema educativo y el sistema de medios de comunicación debe
interpretarse como una guerra de posiciones en la que el movimiento
nacionalista ha luchado para forjar su hegemonía.
Con la crisis ha
llegado la tan largamente ansiada oportunidad de pasar a la guerra de
maniobra. ¡Ítaca, ya llegamos!" (Enric Martínez Herrera
/
Thomas Jeffrey Miley, eldiario.es, 04/07/2013)
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