"No es un problema circunscrito a la historia de la Generalitat. La
historia de las relaciones económicas entre los distintos pueblos y
naciones de España es también objeto de simplificaciones salvajes. La
historia de la Guerra Civil, la de la Transición... podría seguir
enumerando.
JL: Por desgracia eso se enseña en el sistema
educativo y no pondría la mano en el fuego por lo que se refiere a las
universidades catalanas. La bobada de los 129 presidentes está muy
enraizada también en ella y ha sido cultivada, a fondo, por
“historiadores” mediáticos, algunos con carrera televisiva y otros con
carrera política.
Déjame señalarte una tergiversación análoga, y ésta
muy expandida también en la educación universitaria: en 1936-1939 no
hubo una “guerra civil”, sino una “guerra contra Cataluña”; bonita
manera de tapar las vergüenzas de los Valls i Taberner y tantos otros. (...)
Por cierto, ya que estamos y nos aproximamos a 2014, ¿qué tipo de
guerra fue esa guerra de 1714 que hoy se sitúa como origen de todas las
calamidades para Cataluña? ¿Cuál fue el verdadero agravio que sufrió
Catalunya a manos de Felipe V?
AD: La pérdida de sus
instituciones. Sí. Y que de paso se le abriesen a los comerciantes las
puertas del comercio con América. En fin, un balance más complicado que
el que usualmente se mienta.
JL: Aunque para la población
catalana, para los sectores populares, la ocupación del territorio por
tropas que se consideraban vencedoras tuvo una consecuencia realmente
calamitosa. Ese agravio de la tropa ocupante, dio alas al agravio
político, que ciertamente fue complejo, aunque en el fondo indiscutible:
el modelo dual de la monarquía hispánica se quebró y fue sustituido por
un inadecuado modelo centralista, aunque ese pudo beneficiar el acceso
de la burguesía al negocio americano.
¿De qué burguesía hablas? ¿Qué tipo de negocios?
JL: La burguesía catalana pudo beneficiarse de la apertura de todos los
territorios de la metrópoli española al comercio con las colonias,
hasta entonces reservada a los territorios de la Corona de Castilla. El
arranque comercial e industrial del siglo XVIII catalán tuvo mucho que
ver con ello. La presencia catalana en Nueva España (México) y sobre
todo en Cuba, o Filipinas, se hizo importante.
Otra más y no abuso. ¿Catalunya ha sido alguna vez una comunidad independiente?
AD: En el sentido de Estado-nación contemporáneo, no. En el sentido
histórico de entidades de raíz feudal y de soberanía dinástica, sí,
claro.
La última: la II República española, en vuestro
opinión, ¿maltrató o siguió maltratando a la ciudadanía catalana en sus
derechos nacionales como, según se apunta, ha sucedido a lo largo de la
historia?
AD: Pues no. Otra cosa es que hubiesen
negociaciones arduas. Jaume Carner fue un perfecto ejemplo de
implicación catalana en la suerte del proyecto republicano.
JL:
La Segunda República no es un sujeto homogéneo. No tuvo la misma
política el gobierno reformista de 1931-1933, que el reaccionario de
1933-1935. Y no hablemos de la guerra civil.
En conjunto, yo creo que
Cataluña puede, debe, hacer un balance positivo de la etapa republicana,
que de haberse prolongado, con la victoria, más allá de 1939 sin duda, y
esto no es un contrafactual sino una consideración de la correlación de
fuerzas, habría evolucionado en un sentido federal, multinacional.
Era
la penúltima, esta es la última. Los intelectuales ibéricos, no
catalanes, incluyendo políticos con peso y solidez, ¿siempre han
incomprendido el “hecho diferencial catalán”, “el fet nacional català”?
¿Por qué si es el caso? ¿No están dotados para estas temáticas? ¿Todo es
españolismo uniformista?
AD: Algo de ello hay. Pero
asegurar que en España no hay federalistas es una inmensa tontería. Los
grandes enemigos de una España federal son los nacionalismos que
confunden nación y lengua, e identifican nación y Estado-nación. De esos
hay tres: el español, el vasco y el catalán. Ni el gallego ni el
andaluz -salvo excepciones- adolecen de tal querencia ochocentista.
JL. Cuarenta años de dictadura no pasaron en balde. El españolismo que
se impuso no fue el de la “España de todo”, sino el de la “España mía”.
Sin esconder que en el campo republicano no todos soportaban bien el
“hecho diferencial”, la multinacionalidad; no lo soportaba bien Azaña,
ni Negrín, que merecen mucho respecto en otros aspectos, por poner dos
ejemplos clásicos.
En cambio Besteiro, con el que no me identifico en
absoluto, tenía una posición diferente. Los republicanos españoles de la
época eran mayoritariamente unitarios, no federalistas, pero el
desenlace de la guerra en su favor, en lo que de haberse producido
Cataluña habría tenido un peso fundamental, habría tenido como
consecuencia un ascenso cualitativo de la opción federal." (Entrevista a Àngel Duarte Montserrat y José Luis Martín Ramos.
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