" (...) Sin embargo, del debate también se desprende la idea, muy compartida
entre los economistas, de que la prosperidad catalana es inseparable de
su posición como parte de la economía española.
Es decir, que fuera de
ese marco (y de ese mercado) difícilmente mantendría la posición
destacada en riqueza y dinamismo que ocupa desde su industrialización; y
sobre todo, que afectaría negativamente a su muy favorable saldo
comercial con el resto de España.
Otra conclusión, admitida ya por el
sector no fanático del independentismo, es que la separación de Cataluña
significaría su salida de la UE sin posibilidad inmediata de reingreso.
Y como revelan algunas encuestas, estos factores no pueden dejar de
influir en la actitud ciudadana ante la consulta de autodeterminación.
La enfática afirmación de una voluntad secesionista, incluso si fuera mayoritaria, no exime de justificarla.(...)
Otro consenso latente, no explícito pero que se trasluce en actitudes
políticas visibles, es el que señala que, de todas formas, lo más
probable es que no habrá separación, al menos esta vez: o no llegará a
celebrarse el referéndum o lo habrá y ganará el no. E incluso si ganase
el sí, sería por muy estrecho margen, dividiendo a la sociedad en dos
mitades, lo que haría inviable en la práctica el proyecto.
Ningún político responsable podría ignorar ese cálculo ni dejar de tenerlo en cuenta con vistas al futuro. (...)
En su libro sobre La política de la claridad, el exministro canadiense
de origen quebequés que la inspiró, Stéphane Dion, aconsejaba desconfiar
de mayorías circunstanciales: “La mayoría debe, por su amplitud,
justificar un cambio tan radical que compromete a las generaciones
futuras. Hay que protegerse de las mayorías de circunstancias”.
Recuerda
que en los 13 casos de acceso a la independencia por vía de referéndum
en situaciones no coloniales registrados desde 1945, la mayoría media a
favor de la separación fue del 92%; y añade:
“En Quebec, como en otros
lugares, es completamente irresponsable afrontar la negociación de una
secesión sobre la base de una escasa mayoría, de un pueblo partido en
dos”.
Es necesaria una mayoría suficientemente clara, concluye, “para
que no se corra el riesgo de hundirse bajo la presión de dificultades
económicas, sociales y otras” que la secesión “siempre provoca”. (PATXO UNZUETA, EL PAIS 05/04/13, en Fundación para la Libertad)
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