"El terrorismo ha atenazado a quienes no pensaban como los verdugos,
sobre todo a aquellos que no asumían como exclusiva una única identidad
territorial. En Euskadi la violencia ha ejercido la función de gran
polarizador político.
Hace 25 años los partidos democráticos plantearon,
mediante el Pacto de Ajuria Enea, un discurso cívico frente a la
narrativa maniquea y excluyente del nacionalismo vasco radical. Lo
importante, se venía a decir, no era la identidad, sino el Estado de
derecho y las instituciones comunes, frente a quienes arremetían contra
ellas.
Fue un intento loable, pero no terminó de cuajar. Siguió habiendo
quien encontraba su lugar en la equidistancia, para evitar decantarse
por uno de los supuestos extremos. Valga como ejemplo el documental de
Julio Medem ‘La pelota vasca’ (2003).
Jonan Fernández ha sido nombrado nuevo responsable del área de Paz y
Convivencia del Gobierno vasco. Su labor al frente de Elkarri estuvo
caracterizada por iniciativas bienintencionadas, pero que a nuestro
juicio partían de una premisa errónea: la creencia de que en el País
Vasco existe un conflicto secular en el que están enfrentados dos bandos
equiparables.
Si las dos partes han conculcado derechos humanos, ambas
han sido tan culpables como víctimas. El corolario era aparentemente
lógico: ya que todos han cometido atropellos, la solución se ha de
centrar en la reconciliación, en mirar hacia adelante.
Este esquema goza de un gran predicamento a nivel político y social,
pero, desde una perspectiva histórica, es más que cuestionable, ya que
se sostiene sobre un olvido selectivo. Para restañar las heridas no se
puede asumir dicho relato acríticamente. Al contrario, resulta necesario
reflexionar con honestidad sobre lo que nos ha ocurrido en las últimas
décadas.
Y sobre lo que sigue ocurriendo, porque el odio sectario
todavía no se ha desactivado. Esto puede observarse en la vida
cotidiana. Una parte de la población continúa sin poder expresar
abiertamente su identidad vasco-española, lo que representa un menoscabo
de la libertad de expresión inadmisible en democracia.
Hasta hace poco
ETA y su entorno perseguía y mataba a los representantes electos de casi
la mitad de los vascos. Hoy nadie es asesinado por sus ideas en
Euskadi. En este sentido hemos avanzado considerablemente, pero es que
el punto de partida era tan bajo, las aspiraciones cívicas tan mínimas…
Y queda mucho por hacer. Que se lo digan, sin ir más lejos, a quienes
salieron a la calle con camisetas de la selección española de fútbol en
la última Eurocopa. Algunos volvieron a sus casas humillados, golpeados
e insultados.
Que animar a ‘la Roja’ sea visto como una provocación, y
que muchos lo hagan desde el sofá pero no en la calle, dice mucho (en
realidad dice muy poco) sobre dónde estamos en cuanto a tolerancia. (...)
La Fundación Fernando Buesa publicó hace pocos meses un informe que
señalaba que una parte significativa de nuestros futuros docentes
quieren pasar cuanto antes la página de ETA.
No es muy halagüeño, pero
¿qué esperábamos? En las últimas décadas han abundado los que han optado
por la ambigüedad y el mirar hacia otro lado ante un sector social que
ha tenido como vanguardia de su quehacer político… a una banda
terrorista.
En Euskadi la memoria devora a la historia." (RAÚL LÓPEZ ROMO Y GAIZKA FERNÁNDEZ SOLDEVILLA / HISTORIADORES, EL CORREO 31/01/13, en Fundación para la Libertad)
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